El país más peligroso del mundo. Roberto Ampuero
No me corresponde enjuiciar medios, pero me siento legitimado a expresar mi opinión desde el extranjero sobre TV Chile Señal Internacional de televisión que se presenta como “el canal de los chilenos”, lleva por nombre el de nuestro país y utiliza colores y símbolos que sugieren una identidad estrecha con la nación.
No me refiero a la rica diversidad de programas que transmite este canal al mundo, sino a la filosofía según la cual concibe, elabora y difunde su noticiero diario sobre Chile, que sigo con atención.
Crímenes y asaltos horrendos, secuestros y violaciones escalofriantes, accidentes carreteros y homicidios sangrientos, mucha cámara a delincuentes, riñas de sangre, persecuciones policiales, allanamientos a narcotraficantes, enfrentamientos poblacionales, muerte. Desde afuera uno sabe que esos temas constituyen el arranque diario y parte importante de las noticias sobre Chile que difunde ese canal. Junto a ello, como goteo apenas tolerado, sucinta información política nacional, segundos de política internacional, vislumbres de cultura y, eso sí, mucho deporte, relatado con pasión, profesionalismo y calidad. Me pregunto si un canal que lleva el nombre de Chile tiene forzosamente que difundir ese tipo de imagen del país al exterior. ¿Se debe a una estrategia consciente, al descuido de sus directivos o simplemente a que no se reflexiona sobre ello, pues no se ve allá lo que vemos afuera?
Subrayo que mucho ha mejorado esa señal internacional en los últimos años, no sólo en calidad de programas, sino también en su diseño, hoy moderno y atractivo. Celebro los documentales sobre Chile y el extranjero, sin comparación en el continente; aplaudo programas que promueven el diálogo con hispanohablantes repartidos por el mundo, y aquellos de conversación política, social o cultural, que muestran al mundo qué pensamos, o aquellos para niños y adolescentes, de notoria originalidad. No, no soy un talibán de la televisión pública. Creo que ella debe estar abierta a la diversidad de sectores, generaciones y sensibilidades, pero algo distinto es difundir a diario, desde un canal que usa el nombre del país, un esquema informativo sobre Chile que, fuera de contexto, perjudica sensiblemente a Chile.
Cada vez es mayor el número de norteamericanos y europeos que ven al Chile moderno, estable y democrático. Muchos visitan el país y lo contemplan como excepción regional, pero basta con que antes de hacerlo vean durante una semana las noticias de la señal internacional chilena para que lo consideren el país más peligroso de la región. Examino los canales internacionales de Centroamérica y México, y las realidades que allí emergen son menos inquietantes que la nuestra en nuestro canal. Lo mismo ocurre con Colombia, Ecuador y Perú. No propongo un noticiero internacional que retoque nuestra realidad, pero sí que sea equilibrado, y abogo por una señal internacional consciente de que sus espectadores en Europa, Estados Unidos, Asia o América Latina no tienen forma de ordenar noticias sensacionalistas en el marco más amplio del país real. Sospecho que el people meter obliga a difundir hechos de sangre, pero esa lógica no funciona en una señal planetaria vinculada con lo que, supongo, constituyó al menos en un inicio un legítimo esfuerzo por proyectar nuestra imagen al mundo.
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