domingo, junio 13, 2010

ALGUNAS CLAVES DE LA PRIMERA VUELTA ELECTORAL DE COLOMBIA. 30 MAYO 2010. Eugenio San Martin

El domingo 30 de mayo pasado se realizaron en Colombia las elecciones presidenciales para decidir quién encabezará la Casa de Nariño por el período 2010‐2014, sin que ninguno de los candidatos obtuviera el 50% más uno de los votos, por lo que los colombianos volverán a las urnas el próximo 20 de junio.
Para muchos analistas, éstas han sido las elecciones presidenciales más competitivas, con más propuestas y debates entre los candidatos de las que se tenga recuerdo en muchos años, en un contexto en que el Presidente Álvaro Uribe termina su segundo período con una alta popularidad.
A partir del análisis de los resultados electorales y sobre la base del entorno político de estas elecciones que pudimos conocer queremos compartir algunas claves de la primera vuelta.........Una elección impecable y con resultados definitivos y concluyentes a pocas horas de terminada.
Es esencial para la democracia que el voto sea libre, secreto e informado y además para su fortalecimiento siempre es necesario que los resultados sean claros, oportunos y alejados de cualquier duda que pueda afectar la legitimidad y transparencia del proceso, recuento y escrutinio de los votos. En estas elecciones según ha informado el gobierno, se ha producido el menor número de incidentes en época lectoral de toda su historia, equivalente a un 50% menos de incidentes y conflictos que los ocurridos en la elección presidencial del año 2002.
Por otra parte, a diferencia de las elecciones legislativas de marzo de 2010 en las que aún subsisten dudas y reclamaciones que la tienen sin escrutinio definitivo a más de dos meses de su realización, en esta elección los resultados fueron entregados de manera impecable por el órgano estatal competente, lo que incluso para algunos pudo parecer exagerado al entregar resultados parciales cada cinco minutos.
En todo caso, el sistema implementado permitió contar con un resultado claro a pocas horas de terminada la votación, posibilitando que el sistema electoral colombiano pudiera en menos de dos horas desde el cierre de la votación, procesar casi 15 millones de votos e informar clara y oportunamente los resultados a la ciudadanía, lo que sin duda fortalece la democracia.
Las grandes derrotadas fueron las encuestas de opinión
Basta efectuar una breve comparación entre los estudios de opinión y los resultados de la primera vuelta, para concluir que las encuestas, sin aparecer en la papeleta, fueron los grandes derrotados de la elección.
Si tomamos los últimos siete estudios entregados por las distintas empresas encuestadoras entre el 7 y 21 de mayo, la diferencia entre los datos proyectados y los resultados de la primera vuelta parecen incompatibles con una metodología y rigurosidad exigible a los estudios de opinión en democracia. Esta enorme brecha se advierte especialmente en tres aspectos:
1.‐ Todas las encuestas mostraban un empate técnico entre Juan Manuel Santos y Antanas Mockus, con un leve predominio de este último en cuatro de ellas. La realidad como sabemos, reflejó una contundente diferencia de un 25% a favor de Santos, algo así como 3,6 millones de votos. Alguien tendrá que explicar cómo se pasa de un empate técnico a doblar electoralmente al segundo competidor.
2.‐ Asimismo, todos los estudios de opinión mostraban a Mockus sobre el 30% y en cuatro de ellos estaba bordeando el 40%, lo que está muy lejos del 21% que obtuvo en definitiva y que lo obliga a aumentar en más de un 110% su votación si quiere ganar la segunda vuelta el 20 de junio. Exceso de entusiasmo de la Ola Verde, errores en la metodología o de la muestra en las encuestas, imposibilidad de ponderar adecuadamente la voluntariedad del voto, no inclusión proporcional de los votantes de zonas rurales o provincias, etc., lo claro es que la brecha es enorme y difícil de explicar.
3.‐ Sin perjuicio de que las encuestas acertaron en los dos candidatos mayoritarios que pasarían a segunda vuelta a pesar de las diferencias en los porcentajes antes señalados, fueron claramente erráticas en proyectar quienes serían los candidatos que les seguirían más abajo.
El caso más emblemático es el de Germán Vargas Lleras, a quien ubicaban entre el 5º y 6º lugar con un porcentaje cercano al 4%, quien llegó en tercer lugar con un 10%, transformándose de paso, en uno de los grandes ganadores de la jornada y seguro candidato presidencial para las elecciones del 2014.
Sin dejar de lado sus propios méritos, no hay duda de que la subvaloración en las encuestas ha sido una de las causas principales para ser uno de los triunfadores de la elección.
Las empresas encuestadoras han intentado explicar está enorme diferencia, señalando que la causa sería la prohibición de efectuar estudios de opinión durante la última semana previa a la elección, por lo que no se pudo medir el impacto de los debates presidenciales. Sin discutir el argumento, no se explica cómo en apenas una semana el escenario electoral cambio tan radicalmente.
Se hace necesario entonces, un proceso de evaluación y autocrítica de estas empresas para identificar las causas que puedan explicar lo sucedido y permitir que en futuras elecciones, al igual que en otros países de América Latina, las encuestas sean instrumentos idóneos para interpretar y proyectar la realidad electoral con un margen de error razonable.
Una mención especial en este aspecto merecen los medios de comunicación social que fueron los que encargaron y difundieron estos estudios de opinión. Ellos también tienen una cuota importante de responsabilidad y les corresponde evaluar con mayor rigurosidad la calidad técnica de las encuestas que difunden para así cumplir adecuadamente con su rol de informar a la opinión pública y a los ciudadanos, especialmente en época electoral.
El triunfo de Santos es un Triunfo del Presidente Uribe
En toda elección existe una clara disputa entre continuidad y cambio. Esto se hace evidente cuando el Presidente en ejercicio postula a la reelección, pero también es claro cuando sin competir personalmente, el Presidente, partido o coalición gobernante tiene un candidato continuador de su obra y defensor de su legado.
Por ello, resulta inevitable mirar los resultados desde la perspectiva de una especie de plebiscito de la gestión presidencial que termina.
En el caso de Colombia, el triunfo de Santos es un triunfo del Presidente Álvaro Uribe, quien ha gobernado por casi 8 años con un liderazgo fuerte y directo hacia los ciudadanos, concentrando el poder de decisión e iniciativa política de su gobierno y transformándose sin lugar a dudas en un fenómeno político de nuestra región.
Su política de seguridad democrática ha sido valorada favorablemente por los colombianos, sin perjuicio de las críticas a su segundo período de gobierno, especialmente en relación con los problemas de corrupción que han enfrentado varios de sus colaboradores y otros cuestionamientos en materia de derechos humanos (falsos positivos) y seguridad e inteligencia (caso DAS, espionaje político).
Al igual que otros Presidentes Latinoamericanos que enfrentaron elecciones para darle continuidad a sus políticas con altos grados de aprobación ciudadana y que estaban impedidos constitucionalmente de ir a la reelección, como fueron los casos de Chile y Uruguay el 2009, Uribe enfrentó las elecciones con una alta popularidad cercana al 70%. Aunque su candidato no logró la mayoría absoluta en la primera vuelta, el 46,5% de Juan Manuel Santos lo deja en una posición absolutamente favorable para ganar sin grandes dificultades la segunda vuelta del 20 de junio.
Si a ese porcentaje sumamos los votos obtenidos por los candidatos del Partido Cambio Radical, Germán Vargas Lleras y del Partido Conservador, Noemí Sanín, podemos afirmar que el Uribismo tuvo un respaldo levemente superior al 62% de la votación, lo que demuestra la fuerza electoral y política de Uribe en Colombia.
Colombia eligió continuidad
Como comentó un amigo colombiano luego de conocer los resultados la noche del domingo, el 30 de mayo habló la Colombia profunda y eligió la continuidad de las políticas impulsadas por el Presidente Uribe y representadas por Santos, por sobre las promesas de cambio encarnadas en esta elección especialmente por Antanas Mockus.
Esto en todo caso, no excluye la posibilidad de que Santos en su eventual gobierno pueda hacerse cargo de esos 3,1 millones de colombianos que acogieron la propuesta del Partido Verde de recuperar la ética, la transparencia y la honestidad en la política. De que no todo vale, ni el fin justifica los medios en la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla.
Más aún, esas aspiraciones de cambio también estuvieron presentes en las propuestas de los demás candidatos presidenciales y es por ello que millones de colombianos esperan del próximo gobierno la misma fuerza que ha habido estos años para luchar en contra de la guerrilla y el narcotráfico, también para luchar contra la corrupción, el clientelismo, la falta de transparencia y el abuso de poder.
Los partidos tradicionales colombianos obtuvieron el peor resultado presidencial de su historia
Una de las consecuencias del surgimiento del liderazgo de Uribe el año 2002 fue producir un fuerte impacto al bipartidismo colombiano y en este sentido, los resultados del 30 de mayo marcan la peor votación presidencial de los partidos Liberal y Conservador durante más de un siglo de historia en la que dominaron sin contrapeso el sistema político colombiano.
En la elección del 2010 el 90% de los votantes colombianos optaron por alternativas presidenciales al margen de los dos partidos históricos. Debilidad en los candidatos, divisiones internas y crisis de identidad en el nuevo escenario político configurado en los últimos años, probablemente explican tan bajo resultado a nivel presidencial, lo que contrasta con la votación parlamentaria de marzo de 2010 en la que ambos partidos obtuvieron el segundo y tercer lugar con un 20,67% y 15,85% respectivamente.
En la elección presidencial, los electores liberales y conservadores prefirieron otros liderazgos que los ofrecidos por sus partidos, demostrando asimismo, que no basta con la fuerza electoral legislativa para aspirar a obtener la representación popular en una candidatura presidencial.
Mención especial merece el Partido Liberal que con su 4,2% quedó en el último lugar entre los seis candidatos competitivos (otros tres eran absolutamente testimoniales y juntos no sumaron un 3%) y casi baja del umbral del 4%, lo que habría significado la pérdida de su personalidad jurídica, lo que hubiera sido prácticamente un verdadero certificado de defunción para un partido centenario.
Competencia entre fenómeno urbano‐mediático y liderazgo tradicional con estructuras políticas con fuerte arraigo y presencia nacional
En esta elección se dio una especial competencia entre una candidatura emergente que representaba un fenómeno urbano‐mediático de amplios grupos de intelectuales, clase media y jóvenes universitarios con una fuerte presencia en redes sociales (la de Mockus), y otra que representaba un liderazgo tradicional con una estructura política y de poder con fuerte arraigo y presencia a nivel nacional (la de Santos).
El discurso del cambio no logró llegar a todos los rincones del país, ni siquiera y esto sí que fue sorpresivo, logró ganar en aquellas ciudades urbanas con alta concentración de población, en las que supuestamente se encontraba su base fundamental de apoyo, como Bogotá, Cali y Medellín.
Santos venció a Mockus en 31 de los 32 departamentos en los que se divide el país, demostrando que su fuerza electoral distribuida equilibradamente por todo el territorio fue superior a la Ola Verde, que se instaló comunicacionalmente con mucha fuerza en las ciudades más importantes del país pero que no logró permear en la Colombia profunda, la que representa cerca de un 70% de la población si incluimos en ella además de las zonas rurales que equivalen al 26% de la población según el último censo, a todas aquellas ciudades alejadas de los centros urbanos cuya dinámica es más rural que urbana.
Más de la mitad de los colombianos no fue a votar
Aunque las cifras de abstención electoral de esta elección presidencial en Colombia representan una disminución respecto de las dos últimas elecciones presidenciales de 2002 y 2006 y están muy lejos del 60% de abstención de la elección de 1994, no hay duda de que es preocupante para cualquier democracia que la mitad de quienes tienen derecho a voto no concurran a las urnas.
A pesar de que en el período 2006‐2010 se incorporaron alrededor de 3,5 millones de nuevos electores, esto no logró aumentar significativamente el universo electoral de la primera vuelta en la que votó el 49% de quienes estaban habilitados para hacerlo, un poco más de 14 millones 700 mil colombianos.
En este sentido, el candidato más votado en la primera vuelta y casi seguro ganador de la segunda, Santos, recibió menos del 25% de las preferencias del total de electores con derecho a voto, o sea, solo uno de cada cuatro colombianos habilitados para votar optaron por él.
Sin duda que de triunfar en segunda vuelta recibirá a lo menos el 50% más uno de los votantes de esa elección y con toda legitimidad se pondrá la banda presidencial, pero aún así, la abstención electoral constituye un riesgo para la estabilidad, consolidación y legitimidad del sistema democrático.
Finalmente, no hay duda de que es necesario analizar con mayor profundidad, no solo en el caso de Colombia sino que en el de otros países de la región que enfrentan fenómenos similares, las causas que afectan la baja participación política y electoral, sin perjuicio de la discusión sobre la obligatoriedad o voluntariedad del voto y su impacto en la abstención electoral que se discute en algunos de nuestros países.
La segunda vuelta electoral está prácticamente resuelta a favor de Santos
Las elecciones como los partidos de fútbol no se ganan ni en el camarín, ni con la camiseta o por secretaría, se ganan en la cancha. Por eso una segunda vuelta siempre es una nueva elección, sin perjuicio de que el punto de partida de la primera vuelta configura, a veces con demasiada contundencia lo que puede ocurrir en el balotaje.
Pareciera que a Juan Manuel Santos le bastaría mantener su votación de la primera vuelta y esperar tranquilamente alguna de estas dos cosas o ambas: que de manera espontánea recibiera un porcentaje cercano al 4% de nuevos electores (algo así como 600.000 votos) o que la abstención aumente en un porcentaje similar a ese 4%, algo nada de improbable dada la gran diferencia de 25% que le sacó al segundo, lo que puede desincentivar a muchos para concurrir a votar.
A Santos le basta la inercia de su propia fuerza electoral y un leve aumento en el desinterés de los votantes en la segunda vuelta para asegurar su elección el 20 de junio.
En el caso de Antanas Mockus, para ganar tendría que transformar la campaña de segunda vuelta en una gran gesta político‐electoral y salir a buscar algo más de 3,5 millones de votos para recién empatar con Santos y en la medida de que éste no aumente la suya, disputar voto a voto la elección.
Si quiere ganar la segunda vuelta, Mockus necesita prácticamente todos los votos de los restantes candidatos que no pasaron a la segunda vuelta, lo que no es posible dado que la mitad de ellos ya han adherido a Santos. Por otra parte, es evidente que sus adherentes y seguidores sintieron la diferencia de 25% y su estado de ánimo no es el mejor para enfrentar esa gran batalla.
Asimismo, la distribución probable de los votos de las otras candidaturas favorece claramente a Santos lo que permite afirmar con toda seguridad que desde el punto de vista político y electoral el seguro triunfador de la segunda vuelta será Juan Manuel Santos.
La libertad de acción decretada por el Partido Liberal a lo menos permitirá aumentar la abstención sin perjuicio del porcentaje de esos votos que irán a Santos. Lo mismo en el caso del Polo Democrático y su posible llamado a la abstención en segunda vuelta, decisión que claramente favorece a Santos o mejor dicho perjudica a Mockus, lo que para estos efectos es lo mismo.
En el caso del Partido Conservador y más allá de las divisiones existentes durante la campaña presidencial, en que ya una buena parte de sus adherentes estuvieron con Santos, este partido fue el primero en apoyarlo oficialmente para la segunda vuelta lo que permite suponer que la totalidad del 6,1% de la votación presidencial conservadora se le sumará sin dificultad.
Lo mismo en el caso del Partido Cambio Radical, cuyo candidato obtuvo el 3º lugar con un 10% y que aunque con más tiempo de deliberación y ciertas condiciones también ya comprometió oficialmente su apoyo a Santos para la segunda vuelta
De los tres partidos que ya han tomado una decisión, dos lo han hecho a favor de Santos y el tercero, de la libertad de acción.
No hay duda de que la segunda vuelta parece una misión imposible para Mockus, a menos que se produzca una auténtica revolución electoral y millones de colombianos que se abstuvieron el 30 de mayo concurran a votar en la segunda vuelta por él, lo que más allá del análisis teórico o del entusiasmo de sus seguidores, no se ve probable de ocurrir en tan pocas semanas.
No sé si exista alguna experiencia en América Latina o en el resto del mundo en que en una segunda vuelta con votación universal, el candidato que estaba en el segundo lugar haya logrado revertir una diferencia de 25%, o sea, 3,5 millones de votos.
Así entonces, de no ocurrir algo extraño Juan Manuel Santos será el próximo Presidente de Colombia para el período 2010‐2014, dándole continuidad a las políticas del Presidente Uribe y según su discurso de la noche del 30 de mayo, será un gobierno de unidad nacional e inclusión social, con una especial preocupación por el empleo y la lucha contra la corrupción y el desafío de transformar la seguridad democrática de estos años, en prosperidad democrática para todos los colombianos.
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