VOTOS DUROS Y VOTOS BLANDOS. Andres Rojo
Ha causado cierta preocupación en el mundo político el aparente distanciamiento que estaría tomando la UDI del Gobierno del Presidente Piñera, en especial por las quejas y críticas cada vez más visibles, pero eso tiene una explicación sencilla que pasa por entender que Piñera está replicando un esquema de gobierno de coalición, similar al que aplicaron todos los pasados presidentes concertacionistas, en el sentido de que los votos de los partidarios son leales y, cuando no se tiene mayoría en el Congreso, la prioridad es obtener los votos de los parlamentarios opositores.
En jerga política, los votos de los senadores y diputados UDI, tal como los de Renovación Nacional, son votos “duros”, pétreos, inalterables, mientras que los votos de los dos o tres opositores necesarios para lograr la aprobación de los proyectos son “blandos” y requieren una permanente labor de seducción que puede exigir, en ocasiones, la postergación de los propios partidarios.
Durante los gobiernos de la Concertación, los parlamentarios oficialistas se quejaban de no ser tomados en cuenta, de no ser consultados y muchas veces ni siquiera avisados de las iniciativas del Ejecutivo. Por esa política surgió la reiterada frase, nunca atendida, de que el Congreso no podía ser un mero buzón. Es lo mismo que ocurre con la UDI en estos días.
La diferencia reside, sin embargo, en que la mayoría de los votos ciudadanos que permitieron la elección del Presidente Piñera fueron aportados por la UDI, que es el partido más votado del país, lo que implica cierto grado de audacia por parte de un Gobierno que, claramente, se está decantando más por una línea de acción cercana al liberalismo de parte de Renovación Nacional que al conservadurismo y tradicionalismo de la UDI.
Por ahora, el mensaje de Piñera es sencillo: La Derecha alcanzó el Gobierno y cada cual tiene su cuota de poder, pero las decisiones de fondo, las relevantes, las toma el Presidente, y se espera que los congresistas oficialistas apoyen todo sin chistar.
Ese es, en esencia, lo que distingue al sistema político nacional. Cuando se habla que es un presidencialismo exacerbado significa lo que está ocurriendo, que los partidos no son gravitantes y los parlamentarios son mucho menos relevantes aún. Pero lo que ocurre es que el desequilibrio entre el Ejecutivo y el Parlamentario que se percibía desde la oposición como un asunto secundario es distinto cuando se toma el poder, y eso la UDI aún no lo comprende cabalmente, o al menos no con toda la claridad con que lo ha hecho el Gobierno.
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En jerga política, los votos de los senadores y diputados UDI, tal como los de Renovación Nacional, son votos “duros”, pétreos, inalterables, mientras que los votos de los dos o tres opositores necesarios para lograr la aprobación de los proyectos son “blandos” y requieren una permanente labor de seducción que puede exigir, en ocasiones, la postergación de los propios partidarios.
Durante los gobiernos de la Concertación, los parlamentarios oficialistas se quejaban de no ser tomados en cuenta, de no ser consultados y muchas veces ni siquiera avisados de las iniciativas del Ejecutivo. Por esa política surgió la reiterada frase, nunca atendida, de que el Congreso no podía ser un mero buzón. Es lo mismo que ocurre con la UDI en estos días.
La diferencia reside, sin embargo, en que la mayoría de los votos ciudadanos que permitieron la elección del Presidente Piñera fueron aportados por la UDI, que es el partido más votado del país, lo que implica cierto grado de audacia por parte de un Gobierno que, claramente, se está decantando más por una línea de acción cercana al liberalismo de parte de Renovación Nacional que al conservadurismo y tradicionalismo de la UDI.
Por ahora, el mensaje de Piñera es sencillo: La Derecha alcanzó el Gobierno y cada cual tiene su cuota de poder, pero las decisiones de fondo, las relevantes, las toma el Presidente, y se espera que los congresistas oficialistas apoyen todo sin chistar.
Ese es, en esencia, lo que distingue al sistema político nacional. Cuando se habla que es un presidencialismo exacerbado significa lo que está ocurriendo, que los partidos no son gravitantes y los parlamentarios son mucho menos relevantes aún. Pero lo que ocurre es que el desequilibrio entre el Ejecutivo y el Parlamentario que se percibía desde la oposición como un asunto secundario es distinto cuando se toma el poder, y eso la UDI aún no lo comprende cabalmente, o al menos no con toda la claridad con que lo ha hecho el Gobierno.
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