Renovación: entre la promesa y la coartada .María de los Angeles Fernández-Ramil

Sin un análisis integral de las causas de la derrota electoral, resulta difícil identificar respuestas. Las que se observan son reactivas, atarantadas y digitadas por los líderes partidarios de siempre. Se corre, con ello, el riesgo de incurrir en un cierto gatopardismo, profundizando la distancia entre ciudadanos y partidos. Decir que los políticos más jóvenes no saben cooperar no resulta creíble en una sociedad marcada por la competencia y el individualismo. ¿Por qué ellos podrían ser distintos?
Por tanto, resulta de interés proveer de elementos que inyecten densidad y responsabilidad al discurso de la renovación. Los partidos son los intermediarios entre la sociedad y el Estado, y su función esencial es la representación política. De acuerdo con la literatura, ésta puede expresarse en tres dimensiones que permiten establecer conexiones básicas entre ciudadanos y políticos: receptividad, rendición de cuentas e inclusividad. De este marco, se desprenden algunas líneas para realizar un test a los candidatos en las internas partidarias: ¿qué medidas se adoptan para incorporar a los grupos excluidos de la actividad política, principalmente las mujeres?; si hay cuotas, ¿por qué no se cumplen?; ¿cómo y quién realiza el control sobre la actuación de los cargos públicos?; ¿cómo y por qué se modifican los estatutos?; ¿hay espacio para el disenso y para las minorías críticas?; ¿qué rol tienen la ciudadanía y las organizaciones sociales a la hora de suministrar ideas, especialmente en los programas electorales?; ¿qué mecanismos se utilizan para seleccionar a los candidatos?; ¿cuál es el origen y uso del financiamiento partidario?
Sólo así dispondremos de elementos para juzgar si la renovación es un intento sincero de adaptación a los retos del entorno o si se trata, solamente, de una coartada.
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