viernes, diciembre 04, 2009

El abrazo del oso. John Biehl del Río

Por esas simplificaciones que suele producir el paso del tiempo y la fortuna ocasional en los cambios de idioma, de aquella fábula de Jean de La Fontaine sobre el Oso y el Floricultor, se cambió por “abrazo del oso” lo que era la pedrada con que el animal, por matar a la mosca en cara de su amigo que dormía, lo mata a él también. Simplificación genial, donde la buena fe, acompañada de la estupidez, queda exquisitamente reflejada, cuando se producen resultados fatales no precisamente deseados.
En esta campaña electoral hay algunos temas singulares que califican para el abrazo del oso. El primero de ellos, sin dudas, es el de la popularidad de la Presidenta. Se han gastado horas y mucho dinero en todos los bandos para tratar de que esa alta popularidad se transmita o no al candidato de la Concertación, Eduardo Frei. El anuncio velado y no tan velado de que la Presidenta Michelle Bachelet buscaría la reelección presidencial en sólo cuatro años más, es el abrazo del oso que transforma en inútil esta pugna. Será ella misma la que tendrá que evaluar, en unos dos años, por qué no se transmite ni tan siquiera a ella, en voluntad de votos, esta alta muestra de aprecio de que disfruta en los finales de su primer gobierno. Constatando lo obvio, en el sentido de que muchas cosas andaban mal en la Concertación y que el cambio por el cambio terminaría por imponerse, hemos sido testigos de los numerosos intentos por levantarse como “líder salvador” de los males en relación a este complejo desencanto. Los esfuerzos por alcanzar este objetivo fueron vacíos, demagógicos y hasta tristes en sus expresiones verbales de denuncias y soluciones. Así partieron, con alas de cera tras el sol, Adolfo Zaldívar, Schaulsohn, Flores y otros. Cada uno de estos personajes, ya con sus alas derretidas, se dedicó a buscar dónde podía maximizar política y económicamente sus frustrados intentos. Este recuento termina reafirmando el dominio de la “campaña-farándula”: un joven diputado ex socialista, MEO por sus siglas, capitaliza estos esfuerzos vacíos y con soltura muestra su capacidad para ingresar todo tipo de culebras a ese barril, aún sin fondo. Abrazo del oso.

Otro de los temas de esta campaña electoral ha sido la riqueza económica del candidato Sebastián Piñera. Es difícil saber cuánto empeño se ha malgastado para afrontar el problema de un hombre rico que aspira a la presidencia. Fácilmente se pasó de este tema a aquel de cómo adquirió esa riqueza y entonces comenzaron las acusaciones que presumían bienes mal habidos y litigios enterrados en el ayer, que revelarían malas conductas. A nadie puede extrañar que un tema tan serio haya sido tratado con la liviandad que ha caracterizado esta campaña. Con el retorno de la democracia se hizo un escrutinio del caminar en los tiempos del dictador a casi todos los sectores. ¿Qué puede significar este comienzo de fuegos artificiales alrededor de Piñera?

Hay tan sólo un grupo de chilenos que no ha sido sometido a este proceso y, curiosamente, éste es el de los más favorecidos. Se trata de aquellos civiles que se enriquecieron o recobraron y aumentaron sus fortunas con el paso del dictador. La Concertación gobernante, ocupada en demostrar que podía manejar bien un gobierno, y sobre todo la economía, desistió de investigar a tanto millonario sin causa. No es posible pensar en otro tipo de oposición que la que hemos conocido la mayoría de las veces, por su agresividad. La Concertación, actuando como opositora y con las manos libres, tendría que practicar este último escrutinio desde el Congreso. Los ataques a Piñera y su fortuna son sólo el aviso de que él será el portador del abrazo del oso para los intocables. La incertidumbre de las campañas del terror se volvería contra sus creadores.

Que no nos engañe este baile de máscaras e identidades mágicas. La nueva política nacional, para ser mejores ante rectificaciones, necesidades postergadas y retos de futuro que ya llegaron, no puede nacer de más concentración de poder o de ocurrencias oportunistas. Es preciso aferrarse, como nunca, a la tolerancia para no volver al pasado en nombre del futuro, recordando ese ayer de conculcar libertades en nombre de la democracia.

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