martes, noviembre 03, 2009

ADRENALINA. Andres Rojo


A poco menos de seis semanas para las elecciones, y a diferencia de comicios anteriores, en esta oportunidad sí se percibe un mayor entusiasmo por una definición que, en el caso presidencial, se presume estrecha para el segundo lugar y para definir si hay o no una segunda vuelta electoral en enero.
Hay que decir que el entusiasmo no es generalizado, sino que se radica preferentemente en quienes ya tienen una opción tomada y están a la espera de que el esquivo “no sabe / no responde” de las encuestas elija alguna de las opciones existentes, pero es un importante avance para un sistema político que en los últimos veinte años ha tenido poquísimo espacio para las sorpresas. Esa adrenalina ha permitido que esta elección sea una de las que más expectativas han despertado desde la recuperación de la democracia y contribuye, sin duda, a la participación ciudadana, pero es al mismo tiempo un factor de riesgo para el proceso de reacomodo político que tendrá que producirse ineludiblemente después de diciembre.
Sea cual sea el candidato del mundo de la Concertación que pase a la segunda vuelta, tendrá apenas un mes para seducir a quienes prefirieron la otra alternativa; en tanto que si Piñera no logra imponerse en la primera vuelta, tendrá la difícil tarea de entrar en la disputa por esos votos huérfanos en un ambiente que lo observa con suspicacias.
La pasión que está marcando estas últimas semanas de campaña electoral es un serio obstáculo para esas tareas, en las que tendrá que predominar la racionalidad por sobre cualquier impulso dominado por la adrenalina.
No se trata solo de asegurar la gobernabilidad del país con un mandato político sustentado en una mayoría electoral sólida sino que, sobre todo, tendrá que haber una recomposición de los pactos políticos tradicionales de los últimos 25 años y eso sí que requiere la mayor serenidad posible para poder ofrecer al país un sistema de partidos eficiente y capaz de estar a la altura de los requerimientos de la sociedad.
Para algunos, este proceso de readecuación debe incluir necesariamente el retiro de quienes fueron protagonistas de la política nacional en las últimas décadas, pero eso significaría restar la experiencia a una fórmula en que la adrenalina de la juventud no basta para asegurar las mejores definiciones. Por el contrario, tampoco se puede pretender reservar la responsabilidad a los mayores que ya carecen de la ambición por construir un mundo mejor.
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