martes, septiembre 08, 2009

LA IGLESIA QUE YO QUIERO...Osvaldo Aravena

Han pasado años desde la primera vez que pude conocer de ellos.
La primera referencia fue por cierto el Cardenal Raúl Silva Henríquez y la Vicaria de la Solidaridad. Era la imagen de una Iglesia que defendía a quienes perseguían pos sus ideas.
Pero me faltaba conocer más.
Y llego ese 4 de Septiembre del año 1984 cuando la noticia que por balas de carabineros, en una Jornada de Protesta Nacional y mientras leía la Biblia, caía asesinado el sacerdote francés André Jarlan.
Después vino el Movimiento Contra la Tortura Sebastian Acevedo y la imagen de coraje y las bienaventuranzas a toda prueba de Pepe Aldunate, Mariano Puga y seminaristas de diversas zonas.
Fueron y son muchos más. Nombrarlos lleva a la injusta omisión.
Hoy en el Chile que vivimos, mantienen su lugar.
Su lugar junto a los más débiles. En distintos puntos de nuestro país. Siempre al lado de quienes son los que siguen esperando. Esperando, pero de pie. Organizándose, promoviendo, movilizando por valores que no están en la moda de los discursos o los papers.
No son portadas de los diarios o revistas de circulación nacional. Quizás en una ocasional mirada de un programa de “reportajes”; como si fueran lo “no lógico” de una sociedad que se permea en forma constante por individualismos; pero que a la vez, en el fondo de un alma colectiva, aspira a una sociedad donde no existan tantas brutales diferencias y brechas de desigualdad.
La periodista María Elena Andonie hablaba de la “subversión silenciosa”:
“Horrible es el contraste entre quienes nadan en la abundancia y los que se ahogan en la miseria…Es obvio que el lujo de los de arriba fomenta el odio de los de abajo… Estos mundos extremadamente diferentes son el engendro del resentimiento, la lucha de clases.
Así se refería San Alberto Hurtado a los efectos de la desigualdad socioeconómica que existía en la década de los 40 en Chile.
Y hoy, después de casi 65 años, a pesar del crecimiento económico en los últimos 15 años a una tasa promedio del 5,2%, se ahonda esa brecha que divide a la nación prácticamente en dos sectores sociales."
Esta constatación, mas allá de los reconocimientos a lo logrado y avanzado; se evidencia hoy en día, en lo que incluso el Vicario de la Pastoral Social señalara poco tiempo atrás: “Son muchos los que están fuera de la mesa del desarrollo”
Entonces, cuando miramos a estos testimonios de fe, estos curas de población, como algunos eufemística y a veces peyorativamente los tratan; surge el provocador desafío de no renunciar a los que para quienes intentamos sostener a diario convicciones desde una inspiración basada en las bienaventuranzas, debe ser nuestra permanente actitud.
Es cierto. Sus cuerpos denotan agotamiento, huesos más delgados y más desgastados. Muchas más canas y lentes para seguir leyendo los evangelios. El Padre Roberto Bolton ya requiere de una silla de ruedas para desplazarse, Pepe Aldunate, con una ceguera que avanza (Aún cuando sigue escribiendo su columna semanal) y Pierre Dubois, que sigue caminando junto a su Parkinson.
Pero ya se quisiera cualquiera de nosotros mantener intacta su conducta y voluntad insobornable de mantener de pie las convicciones que le han dado sentido a sus vidas.
Este sábado 5 de Septiembre con motivo de la Celebración de los 50 años de sacerdocio de Mariano Puga, cientos de personas colmamos los patios de la Iglesia San Francisco. Ahí estaban de todas las condiciones y orígenes. Los obreros de la Construcción, el Movimiento de los Derechos Humanos, los pobladores de La Legua, las dirigentas de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Niños, jóvenes, ancianos.
En el momento de la liturgia, con la lluvia de compañía; Mariano proclama… “Felices los humildes... los que luchan por la paz... los que viven con el hambre del bien. Perseguidos y humillados. ¡Bienvenidos!”
Al lado mío, mi hija Javiera Paz de ya casi 13 años. A ella la bauticé solo hace 5 años atrás más menos, ya grande. Yo quería a toda costa que la bautizara este cura de La Legua, este cura obrero, este cura del Movimiento Sebastian Acevedo. Y cuando hablé con él y le di mis razones por las que quería que él bautizara a mi hija, me argumentó que si bien no tenia problemas, no quería aproblemar al Párroco de mi comuna.
Me dijo…”Osvaldo no te compliques… Curas somos muchos. Dios es uno solo”
Puede tener razón, pero la verdad, lo vivido en la Iglesia San Francisco fue revitalizante para reafirmar el sentido que uno debe dar a su vida. Y claro, logré que mi hija Javiera Paz, no tan solo conociera, sino además compartiera un emotivo y simbólico momento con Mariano y su testimonio de vida.
Pero... ¿Que reafirme en este reencuentro con Mariano y demás testigos de fe reunidos?
Incomodar a los poderosos, acoger a los débiles, organizar a los que están solos y confiar en que aquellos que tienen hambre y sed de justicia serán saciados.
¡Mariano felices 50 años! Que sean muchos más, seguimos de pie y seguimos esta marcha juntos…con la Iglesia que yo quiero.
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