La gran batalla por la clase media
Nunca antes la clase media -la de verdad, no la mítica de los 60 que sólo existía en Ñuñoa- había sido tan decisiva en una elección presidencial como lo será ahora. La creciente clase media chilena parece inclinada a castigar a la Concertación. Sorpresivamente, ese castigo no se transforma automáticamente en intención de voto para Sebastián Piñera. Contrario a lo que hemos visto hasta ahora, donde el énfasis ha estado en la red de protección social, la campaña se centrará en los temas que importen a este estrato socioeconómico.Desde sus inicios, la base electoral de la Concertación han sido los sectores de menos ingresos. En 1989, la Concertación obtuvo su mejor votación en las zonas con mayores niveles de pobreza. Durante los 90, esa coalición mantuvo la lealtad de esos electores que mejoraban su calidad gracias al crecimiento, el bajo desempleo, el crecimiento de la fuerza laboral, una menor inflación y mejoras en salud, educación, vivienda e infraestructura. Hasta ahora, las elecciones presidenciales se habían definido por la dificultad de los candidatos de derecha para obtener apoyo en sectores populares.
En 2009, la Concertación pudiera ser víctima de su propio éxito. Los sectores bajos y medios-bajos son un 60% de la población, pero su peso en el padrón electoral es un 50%, el más bajo desde 1990. La Concertación sigue siendo dominante, pero ese grupo pesa menos. Gracias a la red de protección social de Bachelet, y al esfuerzo del candidato en asociarse a la continuidad, Frei tiene un 38,2% en intención de voto en los sectores bajos, superando a Piñera (29,3% CEP de junio). Repitiendo la tendencia de elecciones pasadas, Piñera aventaja a Frei en los otros grupos. La diferencia notable ocurre en el sector medio bajo, donde Piñera dobla la intención de voto (39,6% contra un 19,5%). Ya que este grupo representa el 35% de los inscritos, la enorme ventaja de Piñera en ese sector constituye un problema para Frei.
En las cuatro elecciones anteriores, la Concertación logró ganar, porque tuvo una clara mayoría en los sectores populares y logró una votación minoritaria, pero lo suficientemente alta, en la clase media. La estrategia de protección social de Bachelet beneficia a los sectores populares leales con la Concertación. Pero las clases medias se benefician mucho menos de los subsidios. Es verdad que algunas de las reformas ayudan, como la de las pensiones, pero a largo plazo. En cambio, las clases medias sufren desproporcionadamente cuando aumenta el desempleo y escasean oportunidades.
La percepción de que el sistema chileno favorece a los ricos que lo tienen todo y a los pobres que tienen la protección del Estado, alimenta la frustración de los sectores medios.
Como ya han advertido parlamentarios concertacionistas que representan distritos de clase media, esos sectores están molestos con la Concertación y están preparados para castigarla. Marco Enríquez-Ominami no le quita votos a la Concertación en los sectores populares, se los resta (también a Piñera) en la clase media que quiere castigar a la Concertación.
La clase media representa el 18,7% del país. Este es el grupo que más asocia el éxito con las oportunidades. Uno de cada cuatro miembros cree que la iniciativa personal es responsable del éxito de las personas. En la clase alta y la clase media baja, sólo uno de cada seis piensa lo mismo. Tal vez por eso, por cada dos votantes inclinados a apoyar a Frei en la clase media, hay tres que votarían por Piñera. La imagen de un empresario exitoso que puede abrir las grandes alamedas de las oportunidades resulta atractiva para este sector. Aunque nunca ha sido proclive a la Concertación, este sector aparece hoy como mucho más dispuesto a apoyar la alternancia en el poder.
La clase media baja es el 24,7%, el segundo grupo más numeroso del país. Si bien entiende la necesidad del emprendimiento y la educación como vías al éxito, este grupo también percibe que no está recibiendo suficiente ayuda del gobierno. Al evaluar la economía, en sus expectativas sobre el futuro, este grupo se parece al de clase baja. Pero al evaluar diagnósticos y políticas públicas, la clase media-baja se comporta como la media.
En síntesis, la clase media-baja tiene los mismos temores a la pobreza y al estancamiento que la baja, pero comparte los sueños y aspiraciones de la media. El temor a perder el empleo está tan presente como el sueño de que sus hijos accedan a educación de calidad.
Hasta ahora, si la clase media se parece a la alta en sus preferencias por la Alianza, la media-baja se ha asimilado a los más pobres en su favoritismo oficialista. Pero en tanto es concertacionista cuando priman sus temores, la media-baja tiende a ser más aliancista a la hora de soñar. A diferencia de la clase baja, cuya identidad concertacionista se consolida con los subsidios, la media-baja no tiene motivos para seguir siendo oficialista. Si Piñera es capaz de combinar un mensaje de mayor protección con uno de oportunidades, la balanza en la clase media baja se cargará a lo aspiracional y la Alianza podrá cosechar. Al ser la más volátil y precaria, la clase media-baja es la más inestable electoralmente. Hasta hoy, Piñera gana esa batalla.
La irrupción de Enríquez-Ominami en la clase media debiera servir de advertencia a Piñera y pudiera convertirse en la estrategia de salvación de Frei. Piñera no ha logrado capitalizar el descontento de la clase media con la Concertación. El empresario político -que a diferencia de Lavín en 1999 no tiene tanta llegada a sectores populares- debe ganar ampliamente en la clase media. Pero si no articula un discurso que hable más de oportunidades que de red de protección social, más de empleos bien remunerados que de subsidios, no atraerá a la clase media.
De igual forma, Frei necesita que aquellos que mejoraron su estándar de vida en estos 20 años vuelvan a creer en la coalición que les abrió las puertas de la clase media. El candidato necesita demostrar que su coalición es capaz de distribuir subsidios, pero también puede crear oportunidades para que la clase media se consolide y siga creciendo.
La elección de 2009 será distinta a las cuatro anteriores. Precisamente porque el país ha crecido y la clase media se ha extendido, por primera vez desde el retorno de la democracia será la clase media -y no los sectores populares que seguirán siendo leales a la Concertación- los que definan el nombre del próximo Presidente de Chile.
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En 2009, la Concertación pudiera ser víctima de su propio éxito. Los sectores bajos y medios-bajos son un 60% de la población, pero su peso en el padrón electoral es un 50%, el más bajo desde 1990. La Concertación sigue siendo dominante, pero ese grupo pesa menos. Gracias a la red de protección social de Bachelet, y al esfuerzo del candidato en asociarse a la continuidad, Frei tiene un 38,2% en intención de voto en los sectores bajos, superando a Piñera (29,3% CEP de junio). Repitiendo la tendencia de elecciones pasadas, Piñera aventaja a Frei en los otros grupos. La diferencia notable ocurre en el sector medio bajo, donde Piñera dobla la intención de voto (39,6% contra un 19,5%). Ya que este grupo representa el 35% de los inscritos, la enorme ventaja de Piñera en ese sector constituye un problema para Frei.
En las cuatro elecciones anteriores, la Concertación logró ganar, porque tuvo una clara mayoría en los sectores populares y logró una votación minoritaria, pero lo suficientemente alta, en la clase media. La estrategia de protección social de Bachelet beneficia a los sectores populares leales con la Concertación. Pero las clases medias se benefician mucho menos de los subsidios. Es verdad que algunas de las reformas ayudan, como la de las pensiones, pero a largo plazo. En cambio, las clases medias sufren desproporcionadamente cuando aumenta el desempleo y escasean oportunidades.
La percepción de que el sistema chileno favorece a los ricos que lo tienen todo y a los pobres que tienen la protección del Estado, alimenta la frustración de los sectores medios.
Como ya han advertido parlamentarios concertacionistas que representan distritos de clase media, esos sectores están molestos con la Concertación y están preparados para castigarla. Marco Enríquez-Ominami no le quita votos a la Concertación en los sectores populares, se los resta (también a Piñera) en la clase media que quiere castigar a la Concertación.
La clase media representa el 18,7% del país. Este es el grupo que más asocia el éxito con las oportunidades. Uno de cada cuatro miembros cree que la iniciativa personal es responsable del éxito de las personas. En la clase alta y la clase media baja, sólo uno de cada seis piensa lo mismo. Tal vez por eso, por cada dos votantes inclinados a apoyar a Frei en la clase media, hay tres que votarían por Piñera. La imagen de un empresario exitoso que puede abrir las grandes alamedas de las oportunidades resulta atractiva para este sector. Aunque nunca ha sido proclive a la Concertación, este sector aparece hoy como mucho más dispuesto a apoyar la alternancia en el poder.
La clase media baja es el 24,7%, el segundo grupo más numeroso del país. Si bien entiende la necesidad del emprendimiento y la educación como vías al éxito, este grupo también percibe que no está recibiendo suficiente ayuda del gobierno. Al evaluar la economía, en sus expectativas sobre el futuro, este grupo se parece al de clase baja. Pero al evaluar diagnósticos y políticas públicas, la clase media-baja se comporta como la media.
En síntesis, la clase media-baja tiene los mismos temores a la pobreza y al estancamiento que la baja, pero comparte los sueños y aspiraciones de la media. El temor a perder el empleo está tan presente como el sueño de que sus hijos accedan a educación de calidad.
Hasta ahora, si la clase media se parece a la alta en sus preferencias por la Alianza, la media-baja se ha asimilado a los más pobres en su favoritismo oficialista. Pero en tanto es concertacionista cuando priman sus temores, la media-baja tiende a ser más aliancista a la hora de soñar. A diferencia de la clase baja, cuya identidad concertacionista se consolida con los subsidios, la media-baja no tiene motivos para seguir siendo oficialista. Si Piñera es capaz de combinar un mensaje de mayor protección con uno de oportunidades, la balanza en la clase media baja se cargará a lo aspiracional y la Alianza podrá cosechar. Al ser la más volátil y precaria, la clase media-baja es la más inestable electoralmente. Hasta hoy, Piñera gana esa batalla.
La irrupción de Enríquez-Ominami en la clase media debiera servir de advertencia a Piñera y pudiera convertirse en la estrategia de salvación de Frei. Piñera no ha logrado capitalizar el descontento de la clase media con la Concertación. El empresario político -que a diferencia de Lavín en 1999 no tiene tanta llegada a sectores populares- debe ganar ampliamente en la clase media. Pero si no articula un discurso que hable más de oportunidades que de red de protección social, más de empleos bien remunerados que de subsidios, no atraerá a la clase media.
De igual forma, Frei necesita que aquellos que mejoraron su estándar de vida en estos 20 años vuelvan a creer en la coalición que les abrió las puertas de la clase media. El candidato necesita demostrar que su coalición es capaz de distribuir subsidios, pero también puede crear oportunidades para que la clase media se consolide y siga creciendo.
La elección de 2009 será distinta a las cuatro anteriores. Precisamente porque el país ha crecido y la clase media se ha extendido, por primera vez desde el retorno de la democracia será la clase media -y no los sectores populares que seguirán siendo leales a la Concertación- los que definan el nombre del próximo Presidente de Chile.
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