CAMILITO. Andres Rojo
Cuando Camilo Escalona intentó ningunear a Marco Enríquez-Ominami tratándolo como Marquito, dejó en evidencia dos de las causas por las que ha ido prendiendo la candidatura presidencial del díscolo diputado socialista: El desprecio olímpico de los dirigentes políticos por el aporte que puedan hacer los jóvenes y el maltrato burlón y gratuito a quienes tengan una postura distinta.
La Concertación no vería como riesgosa la próxima elección presidencial si fuera capaz de superar estos verdaderos complejos, derivados de la comodidad de ostentar el poder ya casi por dos décadas y finalmente si una persona distinta a Eduardo Frei llega a entrar a La Moneda será simplemente porque la Concertación perdió su oportunidad. Las señales sobre las correcciones que debería haber implementado en su momento fueron claras y poderosas, pero se prefirió minimizarlas con ironía, desprecio y hasta la persecución de los críticos, en lugar de entender que las quejas tenían fundamentos reales.
Cada nueva encuesta que muestra la amenaza que significa Enríquez-Ominami a la candidatura de Frei le permiten al díscolo soñar con el día en que le de unas palmadas en la espalda a Escalona para decirle: “Te equivocaste al ningunearme, Camilito”, y si sólo recién Escalona y todos los dirigentes políticos que han intentado tapar el sol con un dedo se dan cuenta de sus errores, ya será tarde.
En estos momentos, muchos militantes, adherentes y hasta dirigentes y parlamentarios de los propios partidos de la Concertación ven con entusiasmo que la postulación de Marquito empieza a prender, y están pensando ya en cambiarse de barco, mientras los capitanes del barco en el que iniciaron la travesía siguen pensando que van en el curso correcto, que la carga está bien estibada y, como supusieron los diseñadores del Titanic, que la Concertación no puede hundirse.
Los expulsados y renunciados de la Concertación van creciendo en la misma medida que se les niega su derecho a aportar con sus críticas. Cuando una alianza o un partido llegan a un grado de anquilosamiento en el que no son capaces de movilizarse para revisar la vigencia de sus fundamentos o de su forma de actuar, es difícil esperar que puedan reaccionar, y lo mismo tiene validez para la oposición en donde Guillermito, Carlitos y Juan Antonito tienen en las filas de sus propios partidos gente que no comparte la forma en que el PC, RN y la UDI han cumplido sus funciones. Al igual que en la Concertación, si estos grupos son minoritarios no tienen la posibilidad de ser determinantes en la conducción de sus colectividades, pero sí tienen el derecho a competir en lugar de que se les den palmaditas en la cabeza y se les diga: “Eres muy joven todavía, deja estas cosas a los adultos”.
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