martes, diciembre 30, 2008

Gobernar en épocas de crisis . Claudio Orrego


En momentos en que reina la incertidumbre en la Concertación, no hay aún claridad respecto de si la coalición llevará o no candidato único, quién será su abanderado y cómo se determinará su nominación de cara a las elecciones del próximo diciembre, muchos se preguntan cómo debiera ser el último año de gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.

Con o sin segundas intenciones, distintos analistas avizoran un tiempo marcado por el síndrome del «pato cojo». Esto es, un año en que la disputa electoral —presidencial y parlamentaria— sumada al desorden ya existente en el plano político nacional hagan simplemente imposible el desarrollo de cualquier propuesta de mediano o largo plazo.

Soy de los que creen y esperan que esto no ocurra. Chile no puede farrearse un año, menos ad portas de una de las peores crisis económicas que hayamos tenido a nivel mundial desde la Gran Depresión.

Por estas razones, espero que la Presidenta gobierne bien hasta el último día de su mandato. Lo afirmo no sólo como partidario de su gobierno, sino simplemente como chileno. Y espero además que la Concertación sea capaz de respaldarla y dar las esperadas señales de unidad que se requieren en tiempos de crisis.

Para que esto pase se requiere la concurrencia de algunos factores:

Primero, que la Presidenta Bachelet refuerce su gabinete, de cara, no sólo a un año electoral, sino también a un tiempo complejo y convulsionado a nivel económico internacional.

Segundo, se requiere convocar a los distintos partidos, de Gobierno y de oposición, a un gran acuerdo pro crecimiento y empleo en un año en que la ausencia de trabajo golpeará a miles de hogares chilenos.

Tercero, como nunca el Gobierno tiene que priorizar y focalizar sus acciones. Siendo realistas, no se puede pretender que en el último año de gobierno se haga todo aquello que no se hizo en los primeros tres. Por lo mismo, el criterio rector en el ámbito legislativo y de políticas públicas debiera ser aquella agenda de unidad que favorezca el empleo, la inversión, el crecimiento y una mejora sustancial a los mecanismos que determinan el funcionamiento del aparato estatal, especialmente en lo que dice relación con el gasto social.

Si tuviera que agregar sólo una gran iniciativa de naturaleza política para el 2009, esta sería sin duda la inscripción automática y el voto voluntario.

La ausencia en nuestro padrón electoral de 3,5 millones de personas —principalmente jóvenes— sumados a los 2,3 millones que no votan o votan blanco y nulo, debilita y cuestiona gravemente nuestra democracia. Soy de los que creen que esta reforma no puede esperar para un próximo gobierno. Es ahora, en un período preelectoral, cuando existen mejores condiciones para poder sacar adelante un proyecto con un potencial tan grande como necesario para renovar nuestro sistema político.

Los tiempos de crisis no son para sacar cálculos pequeños, personales o partidistas.

Hago votos porque quienes anticipan un año de «pato cojo» se equivoquen rotundamente y que la Presidenta tenga el liderazgo y la claridad para construir una agenda de unidad nacional, en beneficio especialmente de todos aquellos a quienes la crisis golpeará de manera más fuerte.


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