Piñera en dos dimensiones. Victor Maldonado.
Pero el empresario no acepta fácilmente reconocer sus debilidades. No reconoce que quien ha estado más cerca de la Presidencia, por parte de la derecha, ha sido Lavín y no él.
La estrategia de Sebastián Piñera parece consistir en mostrar que su llegada a la Presidencia es un hecho inevitable. Como siempre, escoger con tanta anticipación una conducta colectiva de estas características puede ser un gran acierto o un gran error. En cualquier caso, el efecto sólo puede ser apreciado hacia el final cuando, para bien o para mal, ya nada se puede hacer. Por supuesto, todo depende de la capacidad que se tenga de convertir una idea en una certeza instalada en la mente de los demás. Una convicción es algo que se cultiva, no nace por generación espontánea y tampoco es una "evidencia" que cualquiera puede constatar.
El ideal para las pretensiones del abanderado de la oposición es que las certezas se alojen en su sector y las dudas se anclen en la Concertación. Porque las dudas también se pueden cultivar. Basta con hablar mucho de ellas. Basta con darle razones al adversario. Basta hablar sin convicción y en forma reiterada. Pero, a decir verdad, no parece que ésta sea la línea que quiera seguir ni el Gobierno ni el oficialismo. Cada cual empleará -tropiezos más, tropiezos menos- los mejores argumentos que tenga a su disposición para poder presentar su punto de vista a la ciudadanía. Es decir, suponemos al Gobierno y a la Concertación tratando de ganar las elecciones presidenciales y, a la oposición intentando exactamente lo mismo.
En este escenario (esperamos que obvio para todos) se nos presenta la estrategia del empresario, que vemos escenificada a diario. Se trata de una estrategia preventiva y de anticipación, al mismo tiempo. Por una parte, se trata de optimizar la ventaja que otorga el estar solo en la cancha. Por otra parte, se trata de inmunizar a su candidatura de un resultado electoral inmediato que se espera no sea de los mejores para las pretensiones opositoras.
Lo primero no necesita de muchas explicaciones. De momento, las encuestas muestran el resultado de un candidato único que representa a todo un sector versus el oficialismo con varios posibles nombres pero sin haber optado todavía por ninguno de ellos. La derecha sabe perfectamente que está aprovechando un efecto óptico. Sabe que no tiene ganada la elección presidencial porque el escenario que importa para este tipo de definición se conforma recién después de los comicios municipales. Conoce, sin que nadie se lo tenga que decir, que su situación es similar a la que ya se ha presentado en otras ocasiones, a estas mismas alturas. El mismo Joaquín Lavín ha confidenciado que, luego de ir punteando por un largo trecho las encuestas, luego de los resultados de las municipales de 2004, se sintió derrotado. No es para menos, la rueda de la fortuna no se clava jamás.
Los estrategas de la oposición conocen también el dato más importante de todos. Y es que su candidato aún se mantiene dentro de los márgenes que siempre ha ocupado la derecha. No ha desbordado su "corral". Por lo tanto, nada de lo que ocurra es seguro. Las posibilidades de ganar son buenas, pero eso ni hoy ni ayer ni mañana constituyen una certeza ni una garantía de nada. Con todo, la imagen de triunfo también influye en la decisión de los votantes. Y es eso lo que se está tratando de afianzar en estos días.
Pero hay algo más que motiva a Piñera para actuar como lo está haciendo. Lo que está tratando de hacer es "poner el parche antes de la herida", porque en la Alianza se tiene el convencimiento de que en octubre próximo, la Concertación obtendrá más votos, más concejales y más alcaldes. Eso hay que explicarlo.
El problema consiste en seguir siendo creíbles luego del traspié. No se puede ir "de derrota en derrota hasta la victoria final". De allí que se esté relativizando tanto el resultado electoral a nivel de municipios. Se quieren bajar las expectativas para que no se desmoralicen los partidarios. Si se pierde, bueno, ya estaba calculado. Si se gana, es espectacular. Si se tiene un resultado intermedio, entonces sólo queda abrazarse porque se puede presentar la votación como una "tendencia al alza".
Piñera visitará todo el país. Si a la Alianza le va mal, será presentado como algo que ocurrió por culpa de la misma Alianza. Si le va mejor, lo será porque "Piñera estuvo cerca". Si no se ganó en lugares clave es porque Piñera no fue el candidato o "no será lo mismo cuando él se presente". En fin, habrá explicaciones para lo que ocurra, suceda lo que suceda. Lo importante será siempre que la opción presidencial quedará en pie y tendrá la compostura. En eso consiste el diseño.
Pero el diseño no es el candidato. Y lo fundamental es que en todo el tiempo que queda sus defectos no brillen más que sus virtudes. Hay que ver al candidato en dos dimensiones (la mejor y la peor). ¿Qué terminará por predominar? Hay signos que retratan a alguien de cuerpo entero. Eso ocurrió hace poco para la duda que nos preocupa. Piñera ha recibido consejos de parte de Lavín para ganar la elección presidencial. En resumen, lo que le dice es que se involucre en las elecciones municipales; fortalecer los partidos; saber tratar a la UDI; conseguir ser candidato único de la Alianza en primera vuelta y centrarse en ganar a las mujeres populares. Le sugiere, además, que tenga una actitud constructiva con el Gobierno; "asuste" a Lagos para que no se presente; se dedique sólo a la política, no a los negocios; no caiga en la farándula y que se "baje del helicóptero".
A Piñera le dan un decálogo, pero, en el fondo, lo que se propone son pocas cosas centrales: mejorar la relación con los actores políticos que lo apoyan y con el electorado; tratar de ganar en la primera oportunidad sin esperar la segunda vuelta y ser un candidato transparente, confiable y cercano. Lo que más importa en este caso es ver la primera reacción del candidato ante estos consejos. Las salidas al terreno y el contacto con los electores es algo que Piñera acepta de partida. Como es obvio, tampoco tiene dificultades para coincidir en la necesidad de un candidato único de la oposición. Con cierta impaciencia, reconoce que debe respetar los tiempos de la UDI para tomar sus decisiones. No lo considera a la farándula un problema para él.
Pero el empresario no acepta fácilmente reconocer sus debilidades. No reconoce que quien ha estado más cerca de la Presidencia, por parte de la derecha, ha sido Joaquín Lavín y no él. No es cierto que "nunca habíamos estado tan cerca". Le cuesta aceptar que el ex alcalde haya conseguido mayor aceptación entre las mujeres de la que tiene él por el momento. Mira con displicencia y subestima lo que se le dice. Primer error.
En cuanto a la relación de cooperación con el Gobierno, también su posición es ambigua. Destaca su combate contra la corrupción, y poner al Gobierno como responsable de la "mayor inflación, menor crecimiento y mayor desempleo". Sobre Lagos, sólo dice que, llegado el momento, lo enfrentarán con los "mega errores" cometidos durante su gestión. No da la impresión de saber con exactitud cómo combinar acercamiento con enfrentamiento. Segundo error.
Sobre los negocios, dice que ya está dejándolos paulatinamente. Bien paulatinamente a decir verdad. Y el helicóptero considera que es un medio de movilización a su alcance en cuanto "piloto". Está claro que sobran metáforas, no entiende mucho. Tercer error.
Pronto veremos cuánto pesan las dos dimensiones de Piñera.
La estrategia de Sebastián Piñera parece consistir en mostrar que su llegada a la Presidencia es un hecho inevitable. Como siempre, escoger con tanta anticipación una conducta colectiva de estas características puede ser un gran acierto o un gran error. En cualquier caso, el efecto sólo puede ser apreciado hacia el final cuando, para bien o para mal, ya nada se puede hacer. Por supuesto, todo depende de la capacidad que se tenga de convertir una idea en una certeza instalada en la mente de los demás. Una convicción es algo que se cultiva, no nace por generación espontánea y tampoco es una "evidencia" que cualquiera puede constatar.
El ideal para las pretensiones del abanderado de la oposición es que las certezas se alojen en su sector y las dudas se anclen en la Concertación. Porque las dudas también se pueden cultivar. Basta con hablar mucho de ellas. Basta con darle razones al adversario. Basta hablar sin convicción y en forma reiterada. Pero, a decir verdad, no parece que ésta sea la línea que quiera seguir ni el Gobierno ni el oficialismo. Cada cual empleará -tropiezos más, tropiezos menos- los mejores argumentos que tenga a su disposición para poder presentar su punto de vista a la ciudadanía. Es decir, suponemos al Gobierno y a la Concertación tratando de ganar las elecciones presidenciales y, a la oposición intentando exactamente lo mismo.
En este escenario (esperamos que obvio para todos) se nos presenta la estrategia del empresario, que vemos escenificada a diario. Se trata de una estrategia preventiva y de anticipación, al mismo tiempo. Por una parte, se trata de optimizar la ventaja que otorga el estar solo en la cancha. Por otra parte, se trata de inmunizar a su candidatura de un resultado electoral inmediato que se espera no sea de los mejores para las pretensiones opositoras.
Lo primero no necesita de muchas explicaciones. De momento, las encuestas muestran el resultado de un candidato único que representa a todo un sector versus el oficialismo con varios posibles nombres pero sin haber optado todavía por ninguno de ellos. La derecha sabe perfectamente que está aprovechando un efecto óptico. Sabe que no tiene ganada la elección presidencial porque el escenario que importa para este tipo de definición se conforma recién después de los comicios municipales. Conoce, sin que nadie se lo tenga que decir, que su situación es similar a la que ya se ha presentado en otras ocasiones, a estas mismas alturas. El mismo Joaquín Lavín ha confidenciado que, luego de ir punteando por un largo trecho las encuestas, luego de los resultados de las municipales de 2004, se sintió derrotado. No es para menos, la rueda de la fortuna no se clava jamás.
Los estrategas de la oposición conocen también el dato más importante de todos. Y es que su candidato aún se mantiene dentro de los márgenes que siempre ha ocupado la derecha. No ha desbordado su "corral". Por lo tanto, nada de lo que ocurra es seguro. Las posibilidades de ganar son buenas, pero eso ni hoy ni ayer ni mañana constituyen una certeza ni una garantía de nada. Con todo, la imagen de triunfo también influye en la decisión de los votantes. Y es eso lo que se está tratando de afianzar en estos días.
Pero hay algo más que motiva a Piñera para actuar como lo está haciendo. Lo que está tratando de hacer es "poner el parche antes de la herida", porque en la Alianza se tiene el convencimiento de que en octubre próximo, la Concertación obtendrá más votos, más concejales y más alcaldes. Eso hay que explicarlo.
El problema consiste en seguir siendo creíbles luego del traspié. No se puede ir "de derrota en derrota hasta la victoria final". De allí que se esté relativizando tanto el resultado electoral a nivel de municipios. Se quieren bajar las expectativas para que no se desmoralicen los partidarios. Si se pierde, bueno, ya estaba calculado. Si se gana, es espectacular. Si se tiene un resultado intermedio, entonces sólo queda abrazarse porque se puede presentar la votación como una "tendencia al alza".
Piñera visitará todo el país. Si a la Alianza le va mal, será presentado como algo que ocurrió por culpa de la misma Alianza. Si le va mejor, lo será porque "Piñera estuvo cerca". Si no se ganó en lugares clave es porque Piñera no fue el candidato o "no será lo mismo cuando él se presente". En fin, habrá explicaciones para lo que ocurra, suceda lo que suceda. Lo importante será siempre que la opción presidencial quedará en pie y tendrá la compostura. En eso consiste el diseño.
Pero el diseño no es el candidato. Y lo fundamental es que en todo el tiempo que queda sus defectos no brillen más que sus virtudes. Hay que ver al candidato en dos dimensiones (la mejor y la peor). ¿Qué terminará por predominar? Hay signos que retratan a alguien de cuerpo entero. Eso ocurrió hace poco para la duda que nos preocupa. Piñera ha recibido consejos de parte de Lavín para ganar la elección presidencial. En resumen, lo que le dice es que se involucre en las elecciones municipales; fortalecer los partidos; saber tratar a la UDI; conseguir ser candidato único de la Alianza en primera vuelta y centrarse en ganar a las mujeres populares. Le sugiere, además, que tenga una actitud constructiva con el Gobierno; "asuste" a Lagos para que no se presente; se dedique sólo a la política, no a los negocios; no caiga en la farándula y que se "baje del helicóptero".
A Piñera le dan un decálogo, pero, en el fondo, lo que se propone son pocas cosas centrales: mejorar la relación con los actores políticos que lo apoyan y con el electorado; tratar de ganar en la primera oportunidad sin esperar la segunda vuelta y ser un candidato transparente, confiable y cercano. Lo que más importa en este caso es ver la primera reacción del candidato ante estos consejos. Las salidas al terreno y el contacto con los electores es algo que Piñera acepta de partida. Como es obvio, tampoco tiene dificultades para coincidir en la necesidad de un candidato único de la oposición. Con cierta impaciencia, reconoce que debe respetar los tiempos de la UDI para tomar sus decisiones. No lo considera a la farándula un problema para él.
Pero el empresario no acepta fácilmente reconocer sus debilidades. No reconoce que quien ha estado más cerca de la Presidencia, por parte de la derecha, ha sido Joaquín Lavín y no él. No es cierto que "nunca habíamos estado tan cerca". Le cuesta aceptar que el ex alcalde haya conseguido mayor aceptación entre las mujeres de la que tiene él por el momento. Mira con displicencia y subestima lo que se le dice. Primer error.
En cuanto a la relación de cooperación con el Gobierno, también su posición es ambigua. Destaca su combate contra la corrupción, y poner al Gobierno como responsable de la "mayor inflación, menor crecimiento y mayor desempleo". Sobre Lagos, sólo dice que, llegado el momento, lo enfrentarán con los "mega errores" cometidos durante su gestión. No da la impresión de saber con exactitud cómo combinar acercamiento con enfrentamiento. Segundo error.
Sobre los negocios, dice que ya está dejándolos paulatinamente. Bien paulatinamente a decir verdad. Y el helicóptero considera que es un medio de movilización a su alcance en cuanto "piloto". Está claro que sobran metáforas, no entiende mucho. Tercer error.
Pronto veremos cuánto pesan las dos dimensiones de Piñera.
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