martes, julio 15, 2008

EL SILENCIO DE LAS ENCUESTAS Andres Rojo.

Iniciado ya informalmente el período de campañas electorales, junto con acercarse el fin prematuro de la actual administración, resurgen con fuerza las encuestas políticas que, tratando de anticipar las preferencias del electorado, van actuando al mismo tiempo como un factor de orientación incluso más poderoso que los propios dirigentes políticos.
Hay un vacío, sin embargo, en los estudios que se dan a conocer, que atenta contra su fidelidad y que afecta, por lo tanto, su capacidad para reflejar adecuadamente la opinión pública, y ese vacío se refiere al alto porcentaje de gente que no se encasilla en ninguna de las opciones políticas.
Además de la constatación de que los encuestados rechazan una afinidad con cualquiera de los dos grandes grupos político, el hecho de que la mayoría se declare independiente señala la imposibilidad de hacer pronósticos serios sobre el comportamiento futuro del electorado y ello imposibilita también que se puedan hacer cálculos a partir de las respuestas que señalan predilección por alguno de los eventuales candidatos a la Presidencia de la República.
Lo anterior, sin embargo, y a pesar de tratarse de un dato objetivo e incuestionable, es ignorado por analistas y estrategas que prefieren actuar a partir de las manifestaciones declaradas de voto, dejando de lado a quienes se sienten disconformes con las alternativas disponibles. Al mismo tiempo, esta conducta confirma la escasa disposición a interpretar el voto nulo o blanco como una señal de protesta frente a la oferta de los partidos y es una de las causas de la apatía que sienten especialmente los jóvenes ante partidos que no sólo no dan respuestas satisfactorias a sus aspiraciones sino que, además, los ignoran de modo absoluto.
Los medios de comunicación tampoco cooperan a darle espacio y posibilidades de expresión a quienes rehúsan someterse a un encasillamiento en blanco y negro, y es así como se prefiere titular con los porcentajes de respaldo para unos y otros postulantes presidenciales, sin anotar que la suma de estos es bastante inferior al cien por ciento.
Si los nulos y blancos fueran poco relevantes podrían ser ignorados, pero el análisis de las encuestas hechas a lo largo del tiempo muestran que no sólo los inscritos han estado disminuyendo en relación al crecimiento de la población sino que también han ido creciendo los que, frente a las preguntas hechas en este tipo de estudios, prefieren no marcar ninguna preferencia.
Eso significa también que, a la hora de sufragar, no gana quien despierta más adhesiones sino el que provoca menor rechazo, es decir que se vota por el mal menor, y eso es grave porque las autoridades no tienen un respaldo mayoritario y porque la rigidez del sistema bipartidista no permite la expresión del conjunto de la ciudadanía.