LA FUERZA CENTRÍFUGA DE LA CONCERTACIÓN. Andres Rojo.
Siguiendo un proceso que podría describirse casi de forma matemática, y que es común a cualquier fenómeno sociológico, la Concertación ha pasado de su fase centrípeta a la centrífuga. En la primera de ellas, atrajo los cuerpos sociales que se encontraban en sus cercanías hasta alcanzar una masa que la llevó a su madurez, pero pasado ese punto comienza a contraerse, a girar sobre sí misma y a adquirir una velocidad descontrolada que convirtió la fuerza centrípeta en una centrífuga.
Es un proceso normal para cualquier organización social que se inicia, como toda nueva iniciativa inspirada, en un pequeño grupo de unidades que, gracias al acierto de sus propuestas y posiciones, va captando nuevos adherentes. Pero cuando se llega al momento del éxito -político, en este caso- resulta inevitable que esos nuevos componentes dejen de brindarle peso adicional y empiecen a aumentar la densidad, es decir un incremento del peso sin mayor volumen.
Pasado un período de relativa estabilidad, esa masa que resulta inmanejable para sus iniciadores originales empieza a contraerse y comienza a girar sobre sí misma, ante la falta de una fuerza que la mantenga en equilibrio, que en el caso de la política viene a ser la incorporación de nuevos propósitos e ideas. En el instante en que las ideas, en lugar de ser incluidas, comienzan a salir del campo de su órbita, empiezan también a desprenderse algunas de las unidades que forman parte de la masa.
Es en este punto en el que se puede recuperar la estabilidad pérdida y el empuje inicial, pero al no aprovecharse la oportunidad de reformular la masa del cuerpo el proceso de pérdida del peso se acelera y se hace inevitable hasta la disolución definitiva del cuerpo. Es un proceso similar al de la formación y desintegración de los objetos celestes, pero aplicado a las sociedades humanas.
Al igual que las estrellas, las organizaciones políticas, en la medida que son creaciones sociales y se someten a un conjunto de reglas bien específicas, tienen un período de formación, una etapa de máximo brillo y declinan inevitablemente, sin perjuicio de que su existencia se pueda extender con cambios en su estructura. Sin embargo, en el caso de la Concertación parece haber pasado ya el momento en el que era posible realizar adaptaciones para adecuarse a las condiciones cambiantes, tanto internas como externas, y se ha llegado a una fase sin retorno en la que se intenta mantener la unidad del cuerpo original por la fuerza de la imposición.
El problema para el país es que la Concertación ha sido la alianza política más relevante de los últimos años y su disolución requiere que el lugar que ocupaba en el espacio sea ocupado por otro cuerpo con un peso y una masa similares.
Es un proceso normal para cualquier organización social que se inicia, como toda nueva iniciativa inspirada, en un pequeño grupo de unidades que, gracias al acierto de sus propuestas y posiciones, va captando nuevos adherentes. Pero cuando se llega al momento del éxito -político, en este caso- resulta inevitable que esos nuevos componentes dejen de brindarle peso adicional y empiecen a aumentar la densidad, es decir un incremento del peso sin mayor volumen.
Pasado un período de relativa estabilidad, esa masa que resulta inmanejable para sus iniciadores originales empieza a contraerse y comienza a girar sobre sí misma, ante la falta de una fuerza que la mantenga en equilibrio, que en el caso de la política viene a ser la incorporación de nuevos propósitos e ideas. En el instante en que las ideas, en lugar de ser incluidas, comienzan a salir del campo de su órbita, empiezan también a desprenderse algunas de las unidades que forman parte de la masa.
Es en este punto en el que se puede recuperar la estabilidad pérdida y el empuje inicial, pero al no aprovecharse la oportunidad de reformular la masa del cuerpo el proceso de pérdida del peso se acelera y se hace inevitable hasta la disolución definitiva del cuerpo. Es un proceso similar al de la formación y desintegración de los objetos celestes, pero aplicado a las sociedades humanas.
Al igual que las estrellas, las organizaciones políticas, en la medida que son creaciones sociales y se someten a un conjunto de reglas bien específicas, tienen un período de formación, una etapa de máximo brillo y declinan inevitablemente, sin perjuicio de que su existencia se pueda extender con cambios en su estructura. Sin embargo, en el caso de la Concertación parece haber pasado ya el momento en el que era posible realizar adaptaciones para adecuarse a las condiciones cambiantes, tanto internas como externas, y se ha llegado a una fase sin retorno en la que se intenta mantener la unidad del cuerpo original por la fuerza de la imposición.
El problema para el país es que la Concertación ha sido la alianza política más relevante de los últimos años y su disolución requiere que el lugar que ocupaba en el espacio sea ocupado por otro cuerpo con un peso y una masa similares.
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