LA COMUNIDAD DE CRISTIANOS EN POLITICA. Manuel Roman.
Tal vez el interés que me lleva a escribir a tu blog no es una diversión, es la forma de comunicarme emparentado con estímulos que me provoca el hecho de creer profundamente en el cristianismo volcado a lo social; evidentemente que estamos en un espacio del tiempo del humanismo cristiano que se asocia, libremente o no, con un sistema depredador dispuesto a generar una constelación de figuras, conceptos y formas de vida que nos ha llevado a romper con los canones básicos de convivencia.
Esto me ha llevado a crear esta singular forma de expresión o estúpida (para quienes creen fervorosamente en el método aplicado hoy) y sentir, en cierto modo, la necesidad de comunicarla, compartirla con los demás como si de un gran hallazgo se tratara.
Sin embargo, para mí no es baladí el hecho de haberme visto conducido a encontrarme con otros de este modo; ya me ha sucedido otras veces enredarme en situaciones que desbordan nuestra concepción y nuestras raíces.
El hombre parece encerrarse a veces mucho más de lo que a primera vista podría parecer, deja de lado su capacidad libertaria y de emancipación en la búsqueda constante de una comunidad de hombres y mujeres libres, una búsqueda permanente de construir la utopía; tan sólo nos hemos convertido en una esponja de la realidad asumiendo el valor que tiene el tener por sobre el ser.
Por una parte, la esponja que nos convertimos pasa a ser el nombre propio, que nos pone fuera de sí, nos borra y nos pierde. En una ocasión en la razón de tener que hablar de un amigo, uno debe confesar que también existe desazón ya que las formas de relacionarse no incorporan los compromisos, sino más bien son exaltados por intereses mediáticos, intereses que de algún modo nacen porque existe una oferta en la trastienda que invita a sumarse sin considerar explicaciones y dejando de lado la palabra comprometida.
Esta alusión genera ruidos de tripas cuando se va dando cuenta que las formas ya no responden a parámetros de sinceridad, ya no responden a los afectos, ya no responden a los compromisos contraídos; lo que nos lleva por extensión a cualquier espacio inarticulado o incomprensible con relación a nuestro deber ser en función de los parámetros y raíces que nos mueven.
Con ello hago alusión también a la experiencia insólita del desbordamiento del sentido y a la imposibilidad de hacer frente a la obra construida en un espacio de facto y asumida y administrada por quienes decían no compartirla. Precisamente por su cualidad de hacer estallar el sentido: ante esto, tan sólo unos ruidos de tripas como fracaso en primera instancia de lo que significo ser la atracción del sentimiento humano, tener relación directa con el sentir y la sensibilidad de una sociedad civil que tenia una fuerte credibilidad en las organizaciones políticas y muy particularmente con quienes optamos por el humanismo cristiano como base y sustento de la acción; y hoy se encuentran con partidos que nombran lo que no tiene nombre, escapan a su esencia principal como es SERVIR a los hombres y mujeres de nuestro país y por extensión a los hombres y mujeres del mundo.
El concepto de la política hoy es contradictorio, porque se traduce en un murmullo o bien es un ruido que no logra ser entendido por la comunidad y esto no es su nombre o bien es el nombre el que imita el ruido, sin ser el ruido mismo. Por esto creo que quienes seguimos avanzando en función del Cristianismo como centro del pensamiento y la acción, el humanismo cristiano como base y sustento, y el PDC como la organización política para servir, podamos crear un espacio comunitario, donde tengamos la capacidad de ponernos los unos al servicio de los otros y juntos al servicio del todo, dejando de lado los intereses personales y particulares, los intereses mediáticos; con capacidad de escuchar a todos y a cada uno, fortaleciéndonos en comunidad, lo que en ningún caso significa renunciar a conducir y optar a niveles de representación, lo importante es que nadie se sienta por sobre los otros porque en definitiva cada uno tiene su propia razón, su propia intelectualidad sea académica o producto de la experiencia de vida, su propia naturaleza; pero la combinación de estas nos acercara a la intelectualidad y a la verdad verdadera.
Siempre hay tiempo para volver a empezar, siempre hay tiempo para retomar el camino de nuestras raíces y el espacio en común, la comunión de muchos, la comunidad de personas, la acción comunitaria que debe comenzar a partir de nosotros. Son muchos los que buscan que se cambie el rumbo pero razonablemente sin perder de vista el mundo en que vivimos, a todos ellos va la invitación.
Esto me ha llevado a crear esta singular forma de expresión o estúpida (para quienes creen fervorosamente en el método aplicado hoy) y sentir, en cierto modo, la necesidad de comunicarla, compartirla con los demás como si de un gran hallazgo se tratara.
Sin embargo, para mí no es baladí el hecho de haberme visto conducido a encontrarme con otros de este modo; ya me ha sucedido otras veces enredarme en situaciones que desbordan nuestra concepción y nuestras raíces.
El hombre parece encerrarse a veces mucho más de lo que a primera vista podría parecer, deja de lado su capacidad libertaria y de emancipación en la búsqueda constante de una comunidad de hombres y mujeres libres, una búsqueda permanente de construir la utopía; tan sólo nos hemos convertido en una esponja de la realidad asumiendo el valor que tiene el tener por sobre el ser.
Por una parte, la esponja que nos convertimos pasa a ser el nombre propio, que nos pone fuera de sí, nos borra y nos pierde. En una ocasión en la razón de tener que hablar de un amigo, uno debe confesar que también existe desazón ya que las formas de relacionarse no incorporan los compromisos, sino más bien son exaltados por intereses mediáticos, intereses que de algún modo nacen porque existe una oferta en la trastienda que invita a sumarse sin considerar explicaciones y dejando de lado la palabra comprometida.
Esta alusión genera ruidos de tripas cuando se va dando cuenta que las formas ya no responden a parámetros de sinceridad, ya no responden a los afectos, ya no responden a los compromisos contraídos; lo que nos lleva por extensión a cualquier espacio inarticulado o incomprensible con relación a nuestro deber ser en función de los parámetros y raíces que nos mueven.
Con ello hago alusión también a la experiencia insólita del desbordamiento del sentido y a la imposibilidad de hacer frente a la obra construida en un espacio de facto y asumida y administrada por quienes decían no compartirla. Precisamente por su cualidad de hacer estallar el sentido: ante esto, tan sólo unos ruidos de tripas como fracaso en primera instancia de lo que significo ser la atracción del sentimiento humano, tener relación directa con el sentir y la sensibilidad de una sociedad civil que tenia una fuerte credibilidad en las organizaciones políticas y muy particularmente con quienes optamos por el humanismo cristiano como base y sustento de la acción; y hoy se encuentran con partidos que nombran lo que no tiene nombre, escapan a su esencia principal como es SERVIR a los hombres y mujeres de nuestro país y por extensión a los hombres y mujeres del mundo.
El concepto de la política hoy es contradictorio, porque se traduce en un murmullo o bien es un ruido que no logra ser entendido por la comunidad y esto no es su nombre o bien es el nombre el que imita el ruido, sin ser el ruido mismo. Por esto creo que quienes seguimos avanzando en función del Cristianismo como centro del pensamiento y la acción, el humanismo cristiano como base y sustento, y el PDC como la organización política para servir, podamos crear un espacio comunitario, donde tengamos la capacidad de ponernos los unos al servicio de los otros y juntos al servicio del todo, dejando de lado los intereses personales y particulares, los intereses mediáticos; con capacidad de escuchar a todos y a cada uno, fortaleciéndonos en comunidad, lo que en ningún caso significa renunciar a conducir y optar a niveles de representación, lo importante es que nadie se sienta por sobre los otros porque en definitiva cada uno tiene su propia razón, su propia intelectualidad sea académica o producto de la experiencia de vida, su propia naturaleza; pero la combinación de estas nos acercara a la intelectualidad y a la verdad verdadera.
Siempre hay tiempo para volver a empezar, siempre hay tiempo para retomar el camino de nuestras raíces y el espacio en común, la comunión de muchos, la comunidad de personas, la acción comunitaria que debe comenzar a partir de nosotros. Son muchos los que buscan que se cambie el rumbo pero razonablemente sin perder de vista el mundo en que vivimos, a todos ellos va la invitación.
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