Realidad que incomoda. Marcelo Trivelli. PreCandidato Presidencial.
Debe existir voluntad política y compromiso con valores cívicos permanentes. Esto significa que todos los líderes nacionales tenemos que rechazar y castigar a todo comportamiento antiético.
En estos dias presenciamos cómo los actuales dirigentes de la Concertación y la propia Presidenta Michelle Bachelet han desconocido la magnitud del problema de la corrupción y han culpado a la derecha y a los medios de exagerar. La Mandataria declaró que la oposición "está creando la sensación de corrupción generalizada". Si no hay autocrítica respecto de los hechos que han alcanzado notoriedad pública (Ferrocarriles del Estado, Chiledeporte y PGE) menos podemos esperar respecto de corregir la corruptela que no llega a conocerse por los medios de comunicación. No hay voluntad política para combatir la corrupción, porque podrían caer militantes de nuestros partidos políticos que manejan máquinas sobre las que nuestros dirigentes sustentan sus cuotas de poder.
Parece propio de la naturaleza humana evadir los problemas y "echarle la culpa al empedrado". ¿Cuán distinto sería hoy nuestro país si en la década de 1990 el Gobierno hubiera tomado acciones firmes destinadas a proteger las fronteras y atacar el narcotráfico, en vez de decir que era un invento de los medios? Hoy, en muchos lugares de Chile los narcotraficantes han reemplazado al Estado. Ellos tienen sus propias reglas y redes de protección y se consolidan mediante el lucrativo negocio de la droga, que ya está llegando a niños y niñas de nueve y diez años de edad.
Qué país tendríamos hoy si hubiéramos reconocido el fenómeno de la delincuencia en vez de decir que era un invento de la Alianza. ¿Cuántos jóvenes estarían en la actualidad con una familia bien constituida y en un trabajo digno en vez de estar en la cárcel? ¿Cuántos chilenos caminarían seguros por las calles de nuestro país si tuviéramos menores niveles de delitos?
Tendríamos menos corrupción hoy si Concertación y Alianza hubiéramos avanzado en leyes de manos limpias que condenen severamente a personas ubicadas en ambos lados de la corrupción: quienes reciben coimas y quienes las pagan. No podemos continuar escondiendo la cabeza, cual avestruz asustada, ante la realidad que existe y que basta con salir a terreno y conversar con la gente para saber qué es verdad. Estoy convencido que para combatir la corrupción de manera real y efectiva debe existir voluntad política y compromiso con valores cívicos permanentes. Esto significa que todos los líderes nacionales -sean éstos públicos o privados- tenemos que rechazar y castigar a todo comportamiento antiético, sin reparar en su militancia partidaria, amigos que tenga o padrino político que lo proteja.
Todavía estamos a tiempo de frenar la corrupción. Chile tiene un gran capital de honestidad que cuidar. Hago un llamado a que nos atrevamos a enfrentar a los grupos de poder, que están en un proceso de apropiación del Estado y que lo único que buscan es servirse a ellos mismos. Mi compromiso es a trabajar con todos para intensificar la lucha contra la corrupción y en ese camino, erradicar a los apitutados y a los mediocres que tanto daño le hacen a Chile y su gente. Y que sea la honestidad, el mérito, el talento, la disciplina y el esfuerzo lo que valoremos y privilegiemos en el servicio público.
En estos dias presenciamos cómo los actuales dirigentes de la Concertación y la propia Presidenta Michelle Bachelet han desconocido la magnitud del problema de la corrupción y han culpado a la derecha y a los medios de exagerar. La Mandataria declaró que la oposición "está creando la sensación de corrupción generalizada". Si no hay autocrítica respecto de los hechos que han alcanzado notoriedad pública (Ferrocarriles del Estado, Chiledeporte y PGE) menos podemos esperar respecto de corregir la corruptela que no llega a conocerse por los medios de comunicación. No hay voluntad política para combatir la corrupción, porque podrían caer militantes de nuestros partidos políticos que manejan máquinas sobre las que nuestros dirigentes sustentan sus cuotas de poder.
Parece propio de la naturaleza humana evadir los problemas y "echarle la culpa al empedrado". ¿Cuán distinto sería hoy nuestro país si en la década de 1990 el Gobierno hubiera tomado acciones firmes destinadas a proteger las fronteras y atacar el narcotráfico, en vez de decir que era un invento de los medios? Hoy, en muchos lugares de Chile los narcotraficantes han reemplazado al Estado. Ellos tienen sus propias reglas y redes de protección y se consolidan mediante el lucrativo negocio de la droga, que ya está llegando a niños y niñas de nueve y diez años de edad.
Qué país tendríamos hoy si hubiéramos reconocido el fenómeno de la delincuencia en vez de decir que era un invento de la Alianza. ¿Cuántos jóvenes estarían en la actualidad con una familia bien constituida y en un trabajo digno en vez de estar en la cárcel? ¿Cuántos chilenos caminarían seguros por las calles de nuestro país si tuviéramos menores niveles de delitos?
Tendríamos menos corrupción hoy si Concertación y Alianza hubiéramos avanzado en leyes de manos limpias que condenen severamente a personas ubicadas en ambos lados de la corrupción: quienes reciben coimas y quienes las pagan. No podemos continuar escondiendo la cabeza, cual avestruz asustada, ante la realidad que existe y que basta con salir a terreno y conversar con la gente para saber qué es verdad. Estoy convencido que para combatir la corrupción de manera real y efectiva debe existir voluntad política y compromiso con valores cívicos permanentes. Esto significa que todos los líderes nacionales -sean éstos públicos o privados- tenemos que rechazar y castigar a todo comportamiento antiético, sin reparar en su militancia partidaria, amigos que tenga o padrino político que lo proteja.
Todavía estamos a tiempo de frenar la corrupción. Chile tiene un gran capital de honestidad que cuidar. Hago un llamado a que nos atrevamos a enfrentar a los grupos de poder, que están en un proceso de apropiación del Estado y que lo único que buscan es servirse a ellos mismos. Mi compromiso es a trabajar con todos para intensificar la lucha contra la corrupción y en ese camino, erradicar a los apitutados y a los mediocres que tanto daño le hacen a Chile y su gente. Y que sea la honestidad, el mérito, el talento, la disciplina y el esfuerzo lo que valoremos y privilegiemos en el servicio público.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home