sábado, diciembre 29, 2007

Definiciones para el Futuro. Redacción Política y Espíritu

Probablemente todos seamos un poco responsables de que se haya llegado a este estado de cosas. Un abandono de la militancia activa, de la reflexión comunitaria, de la elaboración de ideas, son sin dudas causa de que no logremos entender siquiera lo que quieren unos y otros.
Se suele decir que crisis es también oportunidad, y nada más cierto si se aplica a la actual situación del PDC. El partido está tensionado desde hace mucho tiempo por luchas de poder, cuyo origen no se encuentra sólo en las ambiciones personales de algunos, o en la agrupación de otros para obtener y mantener prebendas. Algo de eso hay, sin dudas, en todos los partidos y en todos los regímenes, especialmente en las dictaduras. El PDC no ha estado nunca exento de ello. Pero las causas de la actual crisis -que cataliza en la petición de expulsar a Adolfo Zaldívar del partido- son más profundas, y por eso, para salir de esta coyuntura en mejores condiciones que antes, no se debe equivocar ni el diagnóstico ni la terapia. Ese es el desafío que tenemos todos. El PDC es en cierto modo víctima de su propio éxito. Hoy no se discuten las que fueron las tesis económico-sociales fundamentales de la DC en el Chile de la segunda mitad del siglo XX, como la integración social, la profundización democrática, el desarrollo económico, el bien común, la cooperación internacional, que se tradujeron en una revolución pacífica que le cambió el rostro a Chile y sentó las bases del desarrollo de los más pobres y la movilidad social a través de la educación, la promoción popular, la transformación del agro, la inserción en el mundo. La identificación del PDC en la estimación ciudadana como el partido de la recuperación democrática con estabilidad, la defensa de los perseguidos, ese centro político que conecta con la clase media y los trabajadores que quieren paz, trabajo y seguridad, hoy le es disputada desde la izquierda y la derecha, porque han caído los muros de lado y lado, y todos se vienen hacia el centro. Y esta nueva realidad es la que el PDC no ha sabido procesar, ha carecido de la fuerza y la cohesión suficientes para articular una propuesta nueva que proponga al país el camino a seguir a partir de lo conseguido. Se ha quedado junto a los demás partidos, mucho tiempo en la administración de la coyuntura, y por ello un nuevo paradigma demócrata cristiano para el Chile del siglo XXI no logra emerger. Cuando Adolfo Zaldívar apunta a la corrección del modelo conecta con un sentimiento real de que algo falta en medio del exitoso proceso post-dictadura para que las clases medias y los trabajadores se sientan efectivamente incorporados a la modernidad. Cuando Soledad Alvear convoca y realiza un Congreso para el cambio y pone a pensar al partido en el Chile de los próximos veinte años, para construir una nueva propuesta, conecta también con ese sentimiento de que se debe avanzar en integración social, equidad, igualdad de oportunidades, protección social. ¿Por qué entonces llegamos a esta coyuntura dolorosa en la que parece imposible ponerse de acuerdo y debemos llegar a rupturas dramáticas que a ningún demócrata cristiano, empezando por los propios protagonistas, pueden dejar de afectarles existencialmente? Probablemente todos seamos un poco responsables de que se haya llegado a este estado de cosas. Un abandono de la militancia activa, de la reflexión comunitaria, de la elaboración de ideas, son sin dudas causa de que no logremos entender siquiera lo que quieren unos y otros. Hemos caído en la lógica de la competencia por sobre la cooperación, del exitismo por sobre la responsabilidad política, y sin darnos cuenta el individualismo y el pragmatismo del mercado se ha colado en la política, en nuestra política. ¿Cómo no hemos tenido la fortaleza para parar todo esto? De las decisiones que se tomen de ahora en adelante, más allá del caso de la expulsión, el alejamiento o la sanción al senador Adolfo Zaldívar, dependerá realmente la supervivencia del PDC en el tiempo, porque si no atacamos las causas que dieron origen a esta crisis, seguirán otras y otras, hasta que la ciudadanía sienta que ya no somos respuesta a sus inquietudes y esperanzas, y se harte de nosotros.Política y Espíritu ha abierto un espacio para reflexionar sobre esto, con ese grado de profundidad y mirada estratégica. Quedan todos invitados.Santiago, diciembre de 2007