LA PATRIA QUE DEBE VENIR Eduardo Salas
La Democracia Cristiana Chilena se encuentra viviendo la culminación de su V Congreso Nacional. Esta máxima instancia política no es ajena al contexto mundial y nacional en el que se desarrolla. Se debate sobre el presente y el futuro de la Patria en circunstancias sociales, económicas, políticas y culturales, que nos muestran, parafraseando a Mounier, un verdadero desorden establecido, “una sociedad que se cae a pedazos” y no hacemos más que contemplar dicha caída.
¿Cómo se expresa esta caída?:
Nos determina una economía que tiene una de las más grandes concentraciones de la riqueza en el mundo.
Se ha impuesto, incluso pese a los esfuerzos de los gobiernos de la Concertación, un Estado Mínimo, sufriendo, la educación, la salud, la seguridad social, el transporte de las personas, los pequeños y medianos empresarios, los amplios sectores medios, un abandono irresponsable, que es lo mismo que abandonar el bien común.
Los actores políticos, en última instancia, se alejan de la sociedad y no son capaces de ofrecer soluciones concretas a las demandas de los ciudadanos, puesto que esta tan noble acción humana también ha sido devorada por el mercado.
No es posible que el Chile actual se siga rigiendo por una Constitución que, más allá de su ilegítimo origen, ha quedado en total anacronía: Desde ya la consagración del modelo neoliberal que a estas alturas parece incorregible; Un estatuto de derechos que no reconoce las nuevas generaciones de garantías individuales y colectivas que otras naciones del mundo han consagrado ya hace tiempo en sus cartas fundamentales; Un sistema bicameral que estuvo bien para los sistemas legislativos de la democracia clásica pero que ya no nos sirve para contar con un proceso generador de leyes para consolidar una democracia moderna; Una descentralización ineficaz, puesto que no apunta a la urgente necesidad de democratizar efectivamente los gobiernos regionales y locales que nos permita avanzar hacia un Estado Regional y un sistema municipal que establezca gobiernos locales reales para que los municipios puedan desarrollar sus comunas con autonomía económica y política. En fin, una nueva carta fundamental para Chile que sea el producto de una gran discusión nacional mediante una Asamblea Constituyente u otra instancia democrática de esa envergadura.
Si el Congreso de la Democracia Cristiana es capaz de enfrentar estos asuntos, pensando en Chile y su pueblo, puede ser una ocasión significativa para preparar la Patria que debe venir. Si no está a esa altura, entonces, desperdiciaremos una de las pocas oportunidades que nos van quedando para tener algo que ofrecerle a Chile.
¿Cómo se expresa esta caída?:
Nos determina una economía que tiene una de las más grandes concentraciones de la riqueza en el mundo.
Se ha impuesto, incluso pese a los esfuerzos de los gobiernos de la Concertación, un Estado Mínimo, sufriendo, la educación, la salud, la seguridad social, el transporte de las personas, los pequeños y medianos empresarios, los amplios sectores medios, un abandono irresponsable, que es lo mismo que abandonar el bien común.
Los actores políticos, en última instancia, se alejan de la sociedad y no son capaces de ofrecer soluciones concretas a las demandas de los ciudadanos, puesto que esta tan noble acción humana también ha sido devorada por el mercado.
No es posible que el Chile actual se siga rigiendo por una Constitución que, más allá de su ilegítimo origen, ha quedado en total anacronía: Desde ya la consagración del modelo neoliberal que a estas alturas parece incorregible; Un estatuto de derechos que no reconoce las nuevas generaciones de garantías individuales y colectivas que otras naciones del mundo han consagrado ya hace tiempo en sus cartas fundamentales; Un sistema bicameral que estuvo bien para los sistemas legislativos de la democracia clásica pero que ya no nos sirve para contar con un proceso generador de leyes para consolidar una democracia moderna; Una descentralización ineficaz, puesto que no apunta a la urgente necesidad de democratizar efectivamente los gobiernos regionales y locales que nos permita avanzar hacia un Estado Regional y un sistema municipal que establezca gobiernos locales reales para que los municipios puedan desarrollar sus comunas con autonomía económica y política. En fin, una nueva carta fundamental para Chile que sea el producto de una gran discusión nacional mediante una Asamblea Constituyente u otra instancia democrática de esa envergadura.
Si el Congreso de la Democracia Cristiana es capaz de enfrentar estos asuntos, pensando en Chile y su pueblo, puede ser una ocasión significativa para preparar la Patria que debe venir. Si no está a esa altura, entonces, desperdiciaremos una de las pocas oportunidades que nos van quedando para tener algo que ofrecerle a Chile.
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