"La Concertación tiene pendiente consolidar el modelo político, económico y social"

El Partido Demócrata Cristiano conmemora en estos días los 50 años de su activa presencia en Chile. En verdad, los ideales socialcristianos, inspirados en las clásicas encíclicas de la Iglesia Católica "Rerum Novarum", de 1891, y "Quadragesimo Anno", de 1931, comenzaron a expresarse en la política chilena desde la segunda década del siglo XX y dieron vida, desde el 12 de Octubre de 1939, a la Falange Nacional, primero como juventud conservadora y luego como partido político independiente, que en 1957 -con los aportes que llegaron del Partido Conservador Social Cristiano y de sectores del Agrario Laborismo- se convirtió en el actual Partido Demócrata Cristiano.
Suman, en total, 68 años de presencia del pensamiento o proyecto democratacristiano, inspirado en las encíclicas sociales de la Iglesia Católica, en la vida política chilena.
Rechazo a cualquier experiencia totalitaria
Liderado por hombres de sólida formación cristiana e indiscutible lealtad democrática, el PDC se ha empeñado permanentemente por fortalecer y perfeccionar las instituciones democráticas de nuestro Estado, por integrar a la ciudadanía activa al mayor número posible de compatriotas que no ejercían sus derechos cívicos, por buscar y promover alianzas que permitan a la sociedad chilena avanzar a niveles de convivencia más plurales, más participativos y más justos.
En el conflicto ideológico que caracterizó la evolución socio política del mundo en el siglo XX, la Democracia Cristiana no estaba satisfecha con las estructuras económicas y sociales de carácter capitalista que prevalecían, pero tampoco se entusiasmó con los proyectos altamente ideologizados para cambiarlas por caminos que rompían con los principios y valores democráticos; por eso, los democratacristianos fuimos claros en nuestro rechazo a cualquier modelo o experiencia totalitaria, fuera el nazismo, el fascismo o el comunismo.
El quiebre de nuestra democracia dejó en interdicción el debate político nacional. Pero el voluntarismo ideológico que se propuso modelar las almas y mentes de los chilenos no logró matar las tradicionales tendencias democráticas, de distinto signo, que interpretan los sentimientos y anhelos de nuestra sociedad. Fue así como, a poco correr el tiempo, resurgió en la convivencia cívica un cuadro pluralista de tendencias ideológicas en que se expresan las principales orientaciones doctrinarias que pretenden conducir el rumbo de las sociedades contemporáneas.
La tarea ineludible
Concluida ya la etapa de la dictadura y recuperada nuestra convivencia democrática de manera natural y progresiva, sin traumas ni retrocesos, la sociedad chilena empieza a estar en condiciones para concretar formas más estables, eficientes y democráticas que regulen la convivencia nacional de modo que se logre conciliar el respeto al indispensable pluralismo con la necesidad de eficacia en la acción de la sociedad y del Estado.
Más allá de la legítima preocupación de aquellos compatriotas presos de insatisfacción por cosas que estiman mal hechas o por la tardanza de cambios que anhelan, yo creo que los tiempos que vivimos aconsejan mirar con simpatía lo que está ocurriendo y poner nuestra preocupación, imaginación y voluntad, en cómo ayudar a que este proceso de creciente democratización de la sociedad chilena siga adelante sin tropiezos.
Pienso que la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición política que ha sido capaz de dar orientación y equipos a los cuatro gobiernos que han surgido después de que Chile recuperara su normalidad democrática, tiene todavía pendiente una tarea ineludible: consolidar en nuestro modelo político, económico y social, instituciones que aseguren el pluralismo de nuestro Estado dentro de límites que garanticen su unidad, eficacia y paz.
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