jueves, agosto 24, 2006

MAGNICIDIO EN CHILE.

Por Myriam Verdugo.

En nuestra corta historia, varios de los hombres que dirigieron los destinos de la patria murieron en trágicas o penosas circunstancias. Desde Bernardo O’Higgins, muerto en el exilio, hasta Salvador Allende, y su suicidio en La Moneda; desde Balmaceda, también autoinmolado, hasta Pedro Aguirre Cerda, son nombres que, si duda, marcan momentos dramáticos de nuestra historia.

Pero este país orgulloso de su sangre -de su gente “gallarda y belicosa”-, algo soberbio en su pretensión de representar a los ingleses de América, no consideraba el magnicidio como parte de su historia.

Sin embargo, desde 2000, una valerosa, inteligente, y cálida mujer, una hija devota, -Carmen Frei-, grabó a fuego en la opinión pública una tremenda y dolorosa sospecha: la muerte del ex presidente Eduardo Frei Montalva habría sido producto de un asesinato y las sospechas se dirigirían al ex químico de la DINA Eugenio Berríos, asesinado en Paraguay cuando, atormentado por las culpas, quiso hablar.

Los años lentamente fueron consolidando esta infame percepción. Chile entra así a la lista negra de países en que el odio irracional se corona con la muerte de un hombre que dirigió sus destinos. Por lo menos así parecen confirmarlo los hechos. A las muertes iniciadas la gris mañana del 11 de septiembre de 1973; a los gritos desesperados de los torturados y torturadas; a la desaparición infame de más de tres mil chilenos se sumaría, finalmente, el asesinato de Eduardo Frei Montalva, ocurrido en enero de 1982.

¿Cuánto más dolor infamia, desesperación, llantos, gritos y muerte irá develando el tiempo?

Magnicidio en Chile. Este país guerrero, fuerte y orgulloso, auto erigido como fanal para el resto del América morena, no es más diferente ni menos igual que todos. Olvida, entonces, el “yo no soy” y el “a mí no me va pasar”. Aprende, Chile, del dolor y la muerte sembrados. Aprende y mira el rostro de tu gente. Aprende, a ser humilde y autocrítico. Aprende,... para que nunca más en Chile... aprende, porque una sola vez es demasiado.