lunes, junio 13, 2011

¿Y SI (NO) ERA BROMA?. Andres Rojo.

Decididamente, Sebastián Piñera no necesita la ayuda de nadie para colocarse en posiciones en las que se gana la crítica fácil de la oposición e incluso de sus propios aliados.   Esta vez, tratando de hacer una broma, aseguró ante la Convención Nacional Ampliada de la UDI que estaba disponible para un nuevo mandato.

            Sin que el tono de broma permitiera hacer aclaraciones, no precisó si su pretensión implicaba una reelección inmediata o esperar que transcurriera un período presidencial entre medio, ni tampoco si su propósito incluía la misma alianza gubernamental y el mismo esquema de gestión que lo tiene con un exiguo 36 por ciento de apoyo con apenas un tercio de su mandato transcurrido.


            Otro asunto de cuestionable criterio es la oportunidad y el lugar en el que quiso hacer su broma.   Frente a los principales dirigentes nacionales de la UDI, en momentos en que el sentimiento de desconfianza del gremialismo hacia sus socios de Renovación Nacional se encuentra en su punto más álgido.

            Evidentemente, el Presidente puede recurrir al argumento de que se trataba de una simple broma entre amigos, pero ocurre que no eran precisamente amigos los que conformaban el público, que la broma trascendió a toda la prensa y que, en definitiva, un Presidente de la República tiene que comprender que hay asuntos sobre los que no cabe hacer bromas.   En lenguaje sencillo, hacer un planteamiento de este tipo para luego decir que no era en serio equivale a tirar la piedra y esconder la mano.

            Pero lo más grave está en la posibilidad de suponer que no era una broma, sino que se trataba de sondear si había ambiente para una eventual reelección, inmediata o futura, tal como se hizo en algún momento cuando se lanzó la idea de que la Primera Dama, Cecilia Morel, pudiera ser candidata presidencial.

            De ser así, las interpretaciones automáticas son dos:  Por un lado, que Sebastián Piñera tiene una profunda ambición por conservar el poder, lo que es de todos modos legítimo en un sistema democrático en el que la gente toma la decisión respecto a la renovación de su mandato.  Si quiere arriesgarse con un 36 por ciento de apoyo, es problema de él.   Y de aquí deriva la segunda conclusión, quizás aún más preocupante, y es creer que la baja en las encuestas es un asunto estrictamente temporal que se solucionará prácticamente sólo a medida que avance el tiempo y la gente comprenda la excelencia del Gobierno.

            De hecho, por vínculos informales, se sabe que en Palacio se apuesta a que a fines de año el apoyo subirá del actual 36 a un mínimo del 50 por ciento, lo que, con los antecedentes actuales, resulta risible.   Si se produce, sin embargo, ese vaticinio es que Sebastián Piñera tiene una bola de cristal que le permite no solo adivinar el futuro sino además la posibilidad de controlarlo y en ese momento podrá decir que su pretensión no era broma.