Por la Unidad de la Democracia Cristiana y la Unidad de la Concertación-Desde la oposición trabajando hoy con energía para construir un futuro mejor Mariano Fernandez
Por la Unidad de la Democracia Cristiana y la Unidad de la Concertación
Desde la oposición trabajando hoy con energía para construir un futuro mejor-
1.- Los partidos políticos actores del bien común
Los partidos políticos juegan un rol decisivo en la vitalidad de los sistemas democráticos, más allá de la separación de los poderes. Efectivamente, una sociedad
–desde un punto estrictamente relacionado con el sistema político-, tiene en el Ejecutivo el órgano responsable de la conducción del país, de los servicios, políticas y bienes públicos; en el Legislativo el órgano de aprobación y/o rechazo de las acciones del Ejecutivo; y en el Judicial el arbitraje de los conflictos y la aplicación de sanciones por faltas, delitos y crímenes. Sin embargo, esta construcción democrática reduce fuertemente su capacidad si no dispone de los instrumentos que proporcionan las demandas, las ideas y las negociaciones que dan vida a la acción de las instituciones y a alcanzar metas de bien común; ellos son, cualquiera que sea su designación nominal, los partidos políticos.
El deterioro del aprecio por los partidos políticos en la opinión pública o la pérdida de interés de la ciudadanía en los eventos políticos (elecciones, congresos, etc.), son problemas que afectan directamente a la democracia, pues las funciones empiezan a ser sustituidas rápidamente por grupos de presión o de interés que, por su naturaleza, ignoran y no tienen en su visión principal la tarea del bien común como actividad primordial que es función clásica y esencial de la vida política democrática.
En el caso chileno se puede observar de manera transparente cómo parte importante del éxito político de los veinte años de gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia tuvo directa relación con la capacidad de gestión para llevar a todos los partidos políticos (de gobierno y de oposición), a negociaciones de bien común que han transformado a Chile entre 1990 y 2010 como ningún otro país en el Continente y lo han puesto en primera línea con países de alto progreso y modernización en otros lugares del planeta.
Sin embargo, a pocos años de reconquistada la democracia, se inició un lento, y para muchos imperceptible, proceso de deterioro de la visión ciudadana respecto de los partidos políticos en general y de la Democracia Cristiana en particular, transformándola en el partido con la mayor pérdida de electores en estas dos décadas. En este punto nadie debe escandalizarse, pues ya en 2002 había caído la confianza en los partidos políticos chilenos al 12 por ciento, desde un 35 por ciento en 1997. Por lo demás, la tendencia ha continuado en la dirección de una mayor pérdida de confianza en los últimos años. Las cifras de la última elección de diputados son elocuentes: En 1989 se emitieron válidamente 6.797.122 de votos; veinte años más tarde, con un evidente mayor crecimiento de la población sólo hubo 6.539.570 votos válidos, la cifra más baja desde 1989, salvo las de las elecciones de 2001. En seis procesos eleccionarios de carácter parlamentario, las elecciones de diciembre de 2009 ocupan el quinto lugar en números de votos válidamente emitidos.
El proceso ha culminado con el triunfo de la oposición en la última elección presidencial, lo que ha abierto de par en par las puertas de los partidos para una introspección que explique lo sucedido y que, simultáneamente, permita extraer conclusiones para enfrentar el futuro. En este punto se debe recordar que para la derecha la función de los partidos no tiene el mismo valor que para el amplio, pero derrotado espectro de la centro-izquierda chilena. El mercado, los medios, las empresas, las relaciones de amistad, poder y familia, son instintivamente más relevantes en ese mundo.
2.- Pérdida de sustancia democrática en Chile
Si se da una mirada general al universo electoral, más allá del PDC, las cifras marcan un desinterés o falta de motivación evidente por la participación política en Chile y a lo menos una marcada tendencia a la no participación electoral, con la clara y principal consecuencia de pérdida de sustancia democrática en el proceso político chileno.
Este elemento es tan preocupante como la pérdida de apoyo electoral y, por ende, político que sufre el PDC. Es particularmente inquietante para el mundo de la Concertación, pues el mundo de la derecha tiene fuertes tendencias a operar en política por otras vías distintas de los instrumentos básicos de búsqueda del bien común en un sistema democrático, como son los partidos políticos. El mundo conservador, en el caso chileno la derecha, como hemos dicho, opera de manera importante mediante grupos de presión como las asociaciones empresariales, con un poder objetivo muy superior al del mundo sindical o bien mediante poderes fácticos (medios de comunicación, dinero, influencia social), denunciados y descritos por propios representantes de la derecha.
Sin ir más lejos, esto ha quedado reflejado nítidamente en el gabinete del nuevo gobierno, donde han primado los gerentes al igual como lo hizo el último gobierno derechista elegido democráticamente en 1958. Es muy impresionante comprobar que ha pasado más de medio siglo y el instinto del mundo conservador chileno no cambia. En ese sentido, las críticas de la UDI a la conformación del gobierno son más que elocuentes.
3.- Funcionamiento de los partidos políticos
Las tareas de un partido político suelen diferir en los matices, pero lo habitual es que consistan principalmente en:
a) Difundir los valores esenciales que fundamentan su existencia;
b) Presentar un programa de acción para cuando es parte del gobierno y de opciones alternativas cuando está en la oposición;
c) Preparar a los candidatos para cargos de elección popular y participar en las elecciones locales, parlamentarias y presidenciales, así como negociar alianzas políticas, etc.;
d) Realizar actividades de proselitismo, con el objeto de mantener e incrementar el número de militantes y adherentes;
e) Capacitar y proporcionar educación política a sus militantes, adherentes y seguidores; y
f) Administrar adecuadamente sus bienes y medios.
El panorama que se le plantea hoy a la Democracia Cristiana tiene que ver más con los aspectos vinculados a las letras c), d) , e) y f) que con los relativos a a) y b).
Este señalamiento esquemático tiene por objeto contribuir a una mirada precisa de todos los errores cometidos en las distintas áreas de trabajo de un partido y así no simplemente enfrascarnos en una disputa, clásicamente chilena, en que nadie está disponible para asumir su parte en los fracasos y sí para luchar por presentarse en primera fila de la foto del triunfo.
Por eso, se puede decir nítidamente que el estilo y práctica de la conducción política juegan un papel de primer orden en el deterioro del apoyo popular de la Democracia Cristiana, partido pluriclasista, pero con vocación expresa de tener a los más vulnerables, a los pobres, a las clases medias, a los pueblos originarios, a las condiciones de género y a las minorías, como sus principales objetivos de lucha y reivindicación.
En materia de valores y programas (a.- y b.-), los acuerdos del V Congreso Ideológico y Programático representan una gran unidad que, sin embargo dado su descuido, han originado y originan disputas adicionales, donde también la conducción, y el estilo de los dirigentes, han contribuido a una pérdida de imagen y de compromiso del PDC con sus propias y solemnes resoluciones.
4.- Las pérdidas electorales del PDC
El PDC tuvo un positivo resultado en las elecciones parlamentarias del 13 de diciembre de 2009, porque triunfaron 19 diputados y se esperaba una cifra en torno a 15 ó 16. Lo mismo ocurrió a nivel senatorial: fueron elegidos una senadora y tres senadores y la expectativa era de dos o tres. Sin embargo, la derrota del candidato presidencial, el senador demócrata cristiano y ex Presidente de la República, Eduardo Frei, a la que debe añadirse una votación nacional en la elección de diputados que llega al 14,24 por ciento del universo de electores (en relación al 25,99 por ciento en 1990 y al 27,12 en 1993), e incluso la disminución de 20 a 19 diputados empañan la parte auspiciosa de este evento electoral.
Los últimos 20 años, es decir, desde la recuperación de la democracia, muestran una declinación sostenida del respaldo popular al PDC, en cierto sentido, algo mitigada en su representación parlamentaria, por las razones señaladas, no así en gobiernos locales, con importantes pérdidas de alcaldes y sin ni siquiera un concejal en 77 comunas de Chile. A ello se debe agregar que se registra una pérdida neta en el total de la votación partidaria en cualquier evento electoral.
El PDC obtuvo 1.766.347 votos en las elecciones de diputados de 1989, 1.827.373 en 1993 y 931.789 en las que tuvieron lugar el 13 de diciembre último; todo ello significa una pérdida de 834.558 en relación a 1989 y de 895.584 en relación a 1993, es decir, una disminución de casi un 50 por ciento de su electorado en los últimos veinte años. La cifra estricta es aún más expresiva (por lo tanto, más preocupante), si se considera que en 1989 y 1993 votaron 6.797.122 y 6.738.859 respectivamente; en tanto que en 2009 sólo lo hicieron 6.539.570, vale decir 257.552 menos que en 1989 y 199.289 menos que en 1993.
Lo anterior nos indica que la menor votación del PDC, en cifras absolutas y proporcionales, es todavía menor que lo señalado formalmente, pues se trata de un universo electoral actual potencialmente mayor que hace veinte años, pero efectivamente menor, como lo muestran los guarismos mencionados.
5.- Recuperar la confianza de la gente con una nueva forma de hacer política
Las razones para el deterioro y la pérdida de la candidatura presidencial son muchas y todas ellas complejas de desentrañar y fáciles de reprochar a terceros. Para los partidos hubo evidente responsabilidad del gobierno, para el gobierno es más que claro que los partidos no escucharon la voz de la gente. Esa discusión puede llegar a ser interminable y simplemente conducir a mayores discrepancias y tensiones entre los partidos de la Concertación y en el seno de ellos mismos. En todo caso, sin perjuicio de los elementos analíticos que se entregan, en esta materia se debe apoyar y respetar a “los generales antes de la batalla”; los miles que surgen después de la derrota valen poco.
No se trata de eludir las responsabilidades ni de ocultar los problemas, pero el esfuerzo debe estar puesto en una diagnóstico de la derrota que, sin embargo, apunte a mostrar un camino hacia el futuro. Es importante que la Democracia Cristiana organice un evento formal destinado justamente a examinar las causas de la derrota y llegar a conclusiones que, además, sirvan de inspiración para nuestras políticas futuras.
La crítica es necesaria y la sociedad tiene numerosas entidades que la practican hasta la saciedad. En ese sentido, no se puede olvidar esta casi naturaleza chilena que muestra que los optimistas son tendencialmente escépticos y los pesimistas francamente masoquistas.
Cuando se opina acerca de alguna persona o de alguna obra, la frase clásica es encontrar las cosas bien, diciendo: “Sí, pero…” y en el pero empieza la demolición de lo alabado previamente. Ocurre algo parecido cuando se rinde homenaje a alguien y el elogio se inicia habitualmente: “A pesar de que no comparto sus ideas…”, es decir, elogio sí, pero acotado. Toda esta manera de pensar y ver la realidad está presente pero, en general, resulta inconducente. Incluso se expresa a menudo en lo que suponemos que es el mundo de las ideas y en él se abusa de las expresiones “Hay que hacer tal cosa…”, “se debe hacer esto…”, pero sin agregar las más elementales indicaciones acerca del “cómo” tornar operativa la idea.
Se puede sostener que están nítidamente combinadas, como factores fundamentales de la derrota, además de las cuestiones gruesas relativas a los déficits de gestión acumulados durante veinte años, las relativas a la pérdida de imagen de los partidos, con el PDC a la cabeza, y los errores de la campaña, desde las imperfecciones en el método para elegir al candidato, hasta las equivocaciones fundamentales ocurridas durante la lucha para la primera vuelta electoral. La segunda vuelta se enfocó de manera radicalmente distinta y casi cumplió la meta imposible, pues la diferencia de votos en la pérdida pertenece a cifras perfectamente recuperables (a lo menos en forma teórica), en próximos eventos electorales. El candidato, Eduardo Frei, en su gigantesco esfuerzo desde que declaró su disponibilidad, y la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, en su empeño significativo para colaborar a un eventual triunfo, no deben ser utilizados de manera fácil como chivos expiatorios de un fenómeno más complejo, pero más estructural, que viene golpeando a la Concertación por años.
No puede ignorarse que la pérdida electoral, la caída de la imagen, el distanciamiento de la gente, tiene como responsables principales a los conductores de los partidos. Así es la evaluación política en cualquier país del mundo. No se trata de acusar y condenar a alguien en especial. Quienes han conducido los partidos, el PDC en particular, son dirigentes honestos, pero algunos han desarrollado un estilo y un método de hacer la política que tiene al PDC en la situación en que está. Eso es fuerte, pero así es. Y de lo que se trata es salir de la situación en que nos encontramos y remontar en apoyo, conducción y contenidos, para renovar el empuje partidario, proporcionar nueva vigencia al humanismo cristiano y a la solidaridad comunitaria, como también reconstituirse en un factor de unidad interna y de unidad con las otras fuerzas de la Concertación para no perder las condiciones que permitan recuperar el poder en las próximas elecciones de fines de 2013.
6.- Abrir las puertas y acercarse a la gente
Es capital, por lo tanto, desarrollar una estrategia que devuelva atractivo a la política y a la participación política. La senda actual, la estructura partidaria, los estilos de conducción y de convocatoria aparecen como ineficientes frente a los chilenos.
Uno de los principales problemas que percibe la gente ajena a la militancia son las discusiones incomprensibles sobre procedimientos y otros asuntos adjetivos que, no obstante, son asuntos de poder duro, pero de transparencia casi inexistente. Además, estas actividades tienen lugar, mayoritariamente, en foros ajenos a la opinión pública, cuyos resultados tampoco explican de manera nítida el tema planteado y su resolución en la forma y en el fondo.
El desafío es acercarse de manera más nítida, eficiente y transparente a la gente y permitir su participación en la política del PDC en la medida de sus posibilidades e interés y no excluir la participación mediante el uso de un padrón de militantes, objeto de recurrentes polémicas, muy deslegitimado por sucesivos problemas históricos.
Hay avances significativos como que las elecciones del Presidente Nacional están previstas mediante votación universal. Pero aún hay mucho por hacer en materia de representación popular del PDC y generación de las autoridades nacionales, regionales y comunales.
Esta regla de elecciones universales debe imponerse también para quienes aspiren a representar al PDC en gobiernos locales (Alcaldes y concejales) y en el Parlamento (Senadores y diputados). Debemos abrir las puertas de manera definitiva a un proceso de elecciones primarias abiertas que hagan correr el agua estancada, que signifiquen abrir puertas y ventanas y que permitan que nuestros representantes lleguen a sus desafíos electorales respaldados por centenas o miles de votos que les proporcionen una base de legitimidad amplia y renovada respecto de los métodos tradicionales, muchas veces desconocidos hasta por los propios militantes.
Esto es capital, pues es inevitable advertir que la pérdida electoral del PDC significa no sólo gente joven que no desea participar, sino también un importante público adulto que se ha alejado o se “ha quedado en casa” por falta de motivación para participar en política, dadas las características de lo que llamaríamos el estilo actual.
Un caso llamativo es el cuasi olvido en que ha caído el V Congreso Ideológico y Programático de octubre de 2007 que abrió una importante senda de participación y de estímulo para el trabajo partidario, pero que lenta y burocráticamente fue desapareciendo hasta como referencia en la vida del PDC. Ese también fue un factor interno de desapego que envió a algunos “a la casa” y a otros les eliminó su interés de participar en el PDC.
Una de las tareas más urgentes, por lo tanto, es la convocatoria de ambos grupos: los que no vienen y los que estuvieron y decidieron no seguir. En el primer caso, es evidente la necesidad de vincular al PDC de manera activa y presente a los movimientos estudiantiles, con el objeto de invitar a incorporarse a los dirigentes que surgen de los centros de alumnos y federaciones estudiantiles y universitarias. También ocurre algo parecido con los líderes sociales y gremiales. Estas han sido vertientes naturales de renovación como quedó demostrado en el trabajo partidario en los 80, en especial con dirigentes estudiantiles y líderes sindicales y profesionales.
En el segundo caso, también es evidente que la desmotivación va directamente asociada a falta de mecanismos claros de participación para los y las profesionales, técnicos, sindicalistas, pobladores, campesinos, dueñas de casa y jefas de hogar, comerciantes y empresarios. Todos ellos requieren acción partidaria que se identifique con sus intereses y, simultáneamente, les abra espacios de participación para contribuir a la formulación de la política del PDC en cada uno de sus sectores.
7.- Una mirada a la globalización
El mundo avanza a pasos agigantados por un sendero de globalización, inicialmente económico y comercial, pero ahora abarca las comunicaciones, la tecnología, la cultura, el medioambiente y la vida de las personas. Este es un fenómeno secular de la expansión del ser humano en el planeta, pero bautizado recientemente dada la magnitud del proceso y complejidades de los fenómenos que lo integran.
Para nuestro Partido esta situación nos obliga a respuestas humanistas y propuestas para el futuro, como la incorporación de tecnología de uso común en todas las instancias de trabajo del PDC.
Asimismo, políticamente hablando, debemos impulsar un proceso de globalización ordenado que favorezca la vida y el bienestar de todos los seres humanos y no solamente la creación de una clase superior a nivel mundial que se comunica, negocia, y enriquece sin consideración alguna por los fenómenos nacionales de integración social, desarrollo democrático, seguridad ciudadana, medioambiente, etc.
Hemos sido grandes impulsores de la integración latinoamericana y debemos seguir trabajando en ello. Es una tarea de estado y nuestra contribución es la de compartir ideas e iniciativas con las organizaciones políticas nacionales y regionales que apuntan a los mismos objetivos.
Un proceso organizado de integración será decisivo para las nuevas generaciones. Una América Latina descuidada y disgregada, inevitablemente hipotecará su futuro. Una América Latina unida e integrada será la mejor herencia que las generaciones políticas actuales podrán legar a quienes nos seguirán en nuestras familias, organizaciones y en el propio país.
8.- El Partido Demócrata Cristiano es una fuerza de oposición
Las tareas fundamentales mencionadas precedentemente, deben realizarse en el nuevo marco político que tiene nuestro país: un gobierno de derecha, elegido democráticamente y una oposición constituida principalmente por los partidos de la Concertación.
Esto tiene efectos para la Democracia Cristiana y el resto de las fuerzas políticas. Desde luego, hemos pasado a ser oposición y yo diría “oposición a secas”, como corresponde en las democracias. Esto quiere decir que cerrado nuestro ciclo de gobierno de veinte años debemos crear un nuevo ciclo para volver al gobierno y conducir al país nuevamente por una senda de crecimiento económico, igualdad, desarrollo moderno, inclusión social, dando también un gran impulso al conocimiento y la tecnología, un lugar de privilegio para la cultura y la educación de calidad, una significativa valoración de la vida local y sus líderes, y un estímulo concreto al auge de las regiones
Específicamente para la Democracia Cristiana, corresponde una puesta al día de los valores y programas del V Congreso Ideológico en condiciones de partido opositor y, en ese sentido, preparar nuestro nuevo Congreso, que corresponde en 2011, inspirados en el V Congreso, orientando las definiciones ya acordadas a una transformación para ser aplicadas en las nuevas circunstancias.
En un ámbito más global, dentro del desarrollo partidario, debemos decir que nuestro esfuerzo principal es fortalecer a la DC y estimular su unidad. Nuestro fortalecimiento será también un fortalecimiento para la Concertación, nuestros partidos aliados en los últimos veinte años, con los cuales dimos gobierno a Chile y cambiamos para bien y muy bien muchos aspectos de la vida social, política, económica y cultural de Chile.
Hoy nos encontramos fuera del poder, pero mantenemos la Concertación y su supervivencia debe ser también un objetivo político del PDC. Ello es importante por la fuerza política que representamos y también por sus perspectivas futuras como alianza para enfrentar las elecciones municipales, recuperar el terreno perdido, y crear los contenidos y métodos para constituirnos en una alternativa de gobierno en 2013.
Por eso, cuando se ha empezado a discutir completamente a destiempo nuestra política de alianzas, no olvidemos a los partidos asociados. Ellos y el PDC están en proceso de elección de sus autoridades. Veamos los resultados y acordemos con ellos, como corresponde a partidos aliados, los objetivos políticos futuros, nuestra política de alianzas, etc. En distintos períodos históricos de la vida partidaria hemos organizado alianzas y acuerdos muy disímiles.
No demos señales equívocas hoy. La interpretación generalizada es que tenemos camaradas que miran con excesivo interés un ambiguo, pero concreto entendimiento con fuerzas vinculadas al gobierno de la derecha. Si ello no es así, debe expresarse de manera rotunda, pues no se ve argumento alguno para ello, particularmente después de nuestra derrota electoral, justamente frente a la derecha.
Además, introducir por propia iniciativa ideas que llevan a un camino propio, hoy por hoy es un gran error conceptual, pero es aún más grave desde un punto de vista práctico cuando el último resultado electoral nos muestra obteniendo el 14, 24 de los votos emitidos. Cuidemos nuestra actual alianza y avancemos con ella. La vaga idea de que podemos convertirnos en un árbitro del proceso político, retornando a un mundo político donde podría primar el antiguo esquema de tres tercios políticos falla por la base cuando nuestra fuerza actual llega a menos de la mitad de uno de los tercios.
9.- Las tareas inmediatas
Nuestra tarea fundamental es oponernos con fuerza y claridad a todas las medidas del gobierno que apuntan contra el bien común y, particularmente, contra aquellas que en lugar de corregir errores o mejorar desarrollos de lo obrado por los gobierno de la Concertación, buscan reducir el Estado, desregular el funcionamiento de las empresas y, en ese sentido, redistribuir negativamente la riqueza del país.
Simultáneamente no tenemos ningún complejo en respaldar la acción del gobierno cuando las medidas apuntan al bien común y, en ese sentido, anuncios como la eliminación del 7 por ciento de pagos por salud de los jubilados, recibe nuestro respaldo, pero también exigimos anuncios concretos y precisos sobre los grupos a beneficiar, los plazos y montos a comprometer, con el objeto de verificar si se trata de una medida real a largo plazo o un simple volador de luces.
Celebramos que haya tomado cuerpo nuestra denuncia de que el nuevo gobierno estaba exonerando y expulsando funcionarios de la Administración Pública y que parlamentarios de diversos partidos y líderes sociales estén solicitando medidas de rectificación.
La propuesta precisa es que el Presidente del PDC, junto a los otros presidentes de los partidos de la Concertación, demanden ser recibidos por el Presidente de la República, le lleven un listado de aquellos expulsados sin fundamento y exijan su reintegración.
Por otra parte, resulta inaceptable la manipulación del lenguaje del Primer Mandatario quien declara decisiones de “Unidad Nacional” el nombramiento de personas vinculadas a la Concertación en un par de cargos públicos. Si el Presidente desea llevar a cabo un auténtico gobierno de Unidad Nacional, debe convocar a las fuerzas opositoras y concordar un plan de acción para Chile. Así se estructura la Unidad Nacional. Otra clase de medidas y de retórica es una burla y una mala presentación del Jefe del Estado.
Por último, el cataclismo sufrido por una importante franja del territorio nacional el 27 de febrero, ha generado una situación de grave emergencia desde la Quinta a la Novena Región, con características catastróficas principalmente en las regiones sexta, séptima y octava. El gobierno debe seguir tomando medidas para resolver los graves problemas derivados de la catástrofe, pues la emergencia continúa en cientos de lugares.
El país y la cooperación internacional han reaccionado con extrema solidaridad, pero en muchos sentidos la actuación de las autoridades de gobierno deja mucho que desear. Una propuesta es que una delegación parlamentaria de la Concertación se reúna con el Ministro del Interior para obtener información fidedigna de los planes de emergencia y reconstrucción para así poder cooperar concretamente a ellos y también poder fiscalizar sobre la base de información fidedigna la actuación de las autoridades nacionales y regionales.
10.- La centralidad del PDC y el centro en política
Como se trata de abordar las cuestiones principales de la situación política actual es ineludible referirse al tema del centro en política chilena.
Ya me he referido precedentemente a la dificultad de arbitrar entre lo que se denomina la izquierda y la derecha y la peligrosa ambigüedad en las referencias al gobierno de la derecha, recogidas como avances y programas del Presidente de la República por algunos medios de comunicación.
La Democracia Cristiana es, ante todo, un partido nacional y popular, con todo el patrimonio de lo que ello significa, usando los términos clásicos de la política. Somos un partido más izquierdista que cualquier otro en materia de derechos humanos y de dignidad de las personas; también lo somos en las reivindicaciones sociales y económicas de trabajadores, campesinos, y desamparados.
Somos un partido de Estado, serio y responsable, en materia de relaciones exteriores y en aquellos otros asuntos que exigen políticas de Estado. Somos más conservadores que otros en materias relacionadas a la defensa de la vida humana, visión de la familia y así podemos seguir una larga enumeración ideológico-programática que nos sitúa, a plena satisfacción nuestra, como una fuerza de vanguardia y de compromiso social.
Haciendo uso de nominalismos de dudosa categoría, cada cierto tiempo se intenta dividirnos o colocarnos en tensión interna, buscando que nos definamos si somos de centro o no. En nuestros períodos de auge y exitosos despliegues de nuestras políticas ni siquiera nos planteamos el asunto: somos demócratas cristianos y basta.
Alcide de Gasperi, fundador de la Democracia Cristiana italiana que nos sirvió de Norte por décadas y que hoy ha desaparecido decía: “somos el centro con el corazón puesto a la izquierda”, que podría ser una buena frase pero se debe considerar que los nominalismos son inaceptables. Somos el Partido Demócrata Cristiano de Chile, con una historia que da cuenta de nuestra esencia. Seguimos luchando por la reivindicación de los más pobres y vulnerables, con nuestros métodos democráticos, en el éxito y en el fracaso. Hoy somos parte de la Concertación de Partidos por la Democracia y nuestro aporte es nuestra identidad y capacidad política para organizar a los que éramos adversarios, conquistar la democracia y dar gobiernos exitosos por dos décadas.
Nuestro futuro se constituye a partir de lo que hacemos hoy. Nuestro primer desafío como Partido es recuperar centralidad en la política chilena, pues actualmente nos dirigimos peligrosamente hacia la periferia del sistema político. Ahí tenemos el verdadero desafío de recuperar protagonismo para que nuestras ideas, principios y programas graviten en el futuro político de Chile.
Para ello hemos presentado esta candidatura para conducir el partido Demócrata Cristiano por dos años, por setecientos treinta días, ni uno más ni uno menos. De ahora en adelante el protagonismo lo tienen las bases, Ellas en una bella votación universal, un militante un voto, se pronunciarán y elegiremos una nueva directiva nacional, mostrándole al país que la Democracia Cristiana, está de pie, en marcha y construyendo un nuevo futuro para el PDC, para la Concertación y para Chile, recordando a Jaime Castillo quien nos señaló que lo esencial de nuestra causa era una “Patria para Todos”. Lo logramos y no aceptaremos retroceder en este aspecto. Finalizo parafraseando a un gran humanista como Albert Camus, que en 1944 acuñó una frase que tiene plena vigencia en la actualidad. Queremos una Patria para todos que sea “Libre para cada uno y justa para todos”.
Mariano Fernández Amunátegui
Valparaíso, 29 de mayo de 2010
Desde la oposición trabajando hoy con energía para construir un futuro mejor-
1.- Los partidos políticos actores del bien común
Los partidos políticos juegan un rol decisivo en la vitalidad de los sistemas democráticos, más allá de la separación de los poderes. Efectivamente, una sociedad
–desde un punto estrictamente relacionado con el sistema político-, tiene en el Ejecutivo el órgano responsable de la conducción del país, de los servicios, políticas y bienes públicos; en el Legislativo el órgano de aprobación y/o rechazo de las acciones del Ejecutivo; y en el Judicial el arbitraje de los conflictos y la aplicación de sanciones por faltas, delitos y crímenes. Sin embargo, esta construcción democrática reduce fuertemente su capacidad si no dispone de los instrumentos que proporcionan las demandas, las ideas y las negociaciones que dan vida a la acción de las instituciones y a alcanzar metas de bien común; ellos son, cualquiera que sea su designación nominal, los partidos políticos.
El deterioro del aprecio por los partidos políticos en la opinión pública o la pérdida de interés de la ciudadanía en los eventos políticos (elecciones, congresos, etc.), son problemas que afectan directamente a la democracia, pues las funciones empiezan a ser sustituidas rápidamente por grupos de presión o de interés que, por su naturaleza, ignoran y no tienen en su visión principal la tarea del bien común como actividad primordial que es función clásica y esencial de la vida política democrática.
En el caso chileno se puede observar de manera transparente cómo parte importante del éxito político de los veinte años de gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia tuvo directa relación con la capacidad de gestión para llevar a todos los partidos políticos (de gobierno y de oposición), a negociaciones de bien común que han transformado a Chile entre 1990 y 2010 como ningún otro país en el Continente y lo han puesto en primera línea con países de alto progreso y modernización en otros lugares del planeta.
Sin embargo, a pocos años de reconquistada la democracia, se inició un lento, y para muchos imperceptible, proceso de deterioro de la visión ciudadana respecto de los partidos políticos en general y de la Democracia Cristiana en particular, transformándola en el partido con la mayor pérdida de electores en estas dos décadas. En este punto nadie debe escandalizarse, pues ya en 2002 había caído la confianza en los partidos políticos chilenos al 12 por ciento, desde un 35 por ciento en 1997. Por lo demás, la tendencia ha continuado en la dirección de una mayor pérdida de confianza en los últimos años. Las cifras de la última elección de diputados son elocuentes: En 1989 se emitieron válidamente 6.797.122 de votos; veinte años más tarde, con un evidente mayor crecimiento de la población sólo hubo 6.539.570 votos válidos, la cifra más baja desde 1989, salvo las de las elecciones de 2001. En seis procesos eleccionarios de carácter parlamentario, las elecciones de diciembre de 2009 ocupan el quinto lugar en números de votos válidamente emitidos.
El proceso ha culminado con el triunfo de la oposición en la última elección presidencial, lo que ha abierto de par en par las puertas de los partidos para una introspección que explique lo sucedido y que, simultáneamente, permita extraer conclusiones para enfrentar el futuro. En este punto se debe recordar que para la derecha la función de los partidos no tiene el mismo valor que para el amplio, pero derrotado espectro de la centro-izquierda chilena. El mercado, los medios, las empresas, las relaciones de amistad, poder y familia, son instintivamente más relevantes en ese mundo.
2.- Pérdida de sustancia democrática en Chile
Si se da una mirada general al universo electoral, más allá del PDC, las cifras marcan un desinterés o falta de motivación evidente por la participación política en Chile y a lo menos una marcada tendencia a la no participación electoral, con la clara y principal consecuencia de pérdida de sustancia democrática en el proceso político chileno.
Este elemento es tan preocupante como la pérdida de apoyo electoral y, por ende, político que sufre el PDC. Es particularmente inquietante para el mundo de la Concertación, pues el mundo de la derecha tiene fuertes tendencias a operar en política por otras vías distintas de los instrumentos básicos de búsqueda del bien común en un sistema democrático, como son los partidos políticos. El mundo conservador, en el caso chileno la derecha, como hemos dicho, opera de manera importante mediante grupos de presión como las asociaciones empresariales, con un poder objetivo muy superior al del mundo sindical o bien mediante poderes fácticos (medios de comunicación, dinero, influencia social), denunciados y descritos por propios representantes de la derecha.
Sin ir más lejos, esto ha quedado reflejado nítidamente en el gabinete del nuevo gobierno, donde han primado los gerentes al igual como lo hizo el último gobierno derechista elegido democráticamente en 1958. Es muy impresionante comprobar que ha pasado más de medio siglo y el instinto del mundo conservador chileno no cambia. En ese sentido, las críticas de la UDI a la conformación del gobierno son más que elocuentes.
3.- Funcionamiento de los partidos políticos
Las tareas de un partido político suelen diferir en los matices, pero lo habitual es que consistan principalmente en:
a) Difundir los valores esenciales que fundamentan su existencia;
b) Presentar un programa de acción para cuando es parte del gobierno y de opciones alternativas cuando está en la oposición;
c) Preparar a los candidatos para cargos de elección popular y participar en las elecciones locales, parlamentarias y presidenciales, así como negociar alianzas políticas, etc.;
d) Realizar actividades de proselitismo, con el objeto de mantener e incrementar el número de militantes y adherentes;
e) Capacitar y proporcionar educación política a sus militantes, adherentes y seguidores; y
f) Administrar adecuadamente sus bienes y medios.
El panorama que se le plantea hoy a la Democracia Cristiana tiene que ver más con los aspectos vinculados a las letras c), d) , e) y f) que con los relativos a a) y b).
Este señalamiento esquemático tiene por objeto contribuir a una mirada precisa de todos los errores cometidos en las distintas áreas de trabajo de un partido y así no simplemente enfrascarnos en una disputa, clásicamente chilena, en que nadie está disponible para asumir su parte en los fracasos y sí para luchar por presentarse en primera fila de la foto del triunfo.
Por eso, se puede decir nítidamente que el estilo y práctica de la conducción política juegan un papel de primer orden en el deterioro del apoyo popular de la Democracia Cristiana, partido pluriclasista, pero con vocación expresa de tener a los más vulnerables, a los pobres, a las clases medias, a los pueblos originarios, a las condiciones de género y a las minorías, como sus principales objetivos de lucha y reivindicación.
En materia de valores y programas (a.- y b.-), los acuerdos del V Congreso Ideológico y Programático representan una gran unidad que, sin embargo dado su descuido, han originado y originan disputas adicionales, donde también la conducción, y el estilo de los dirigentes, han contribuido a una pérdida de imagen y de compromiso del PDC con sus propias y solemnes resoluciones.
4.- Las pérdidas electorales del PDC
El PDC tuvo un positivo resultado en las elecciones parlamentarias del 13 de diciembre de 2009, porque triunfaron 19 diputados y se esperaba una cifra en torno a 15 ó 16. Lo mismo ocurrió a nivel senatorial: fueron elegidos una senadora y tres senadores y la expectativa era de dos o tres. Sin embargo, la derrota del candidato presidencial, el senador demócrata cristiano y ex Presidente de la República, Eduardo Frei, a la que debe añadirse una votación nacional en la elección de diputados que llega al 14,24 por ciento del universo de electores (en relación al 25,99 por ciento en 1990 y al 27,12 en 1993), e incluso la disminución de 20 a 19 diputados empañan la parte auspiciosa de este evento electoral.
Los últimos 20 años, es decir, desde la recuperación de la democracia, muestran una declinación sostenida del respaldo popular al PDC, en cierto sentido, algo mitigada en su representación parlamentaria, por las razones señaladas, no así en gobiernos locales, con importantes pérdidas de alcaldes y sin ni siquiera un concejal en 77 comunas de Chile. A ello se debe agregar que se registra una pérdida neta en el total de la votación partidaria en cualquier evento electoral.
El PDC obtuvo 1.766.347 votos en las elecciones de diputados de 1989, 1.827.373 en 1993 y 931.789 en las que tuvieron lugar el 13 de diciembre último; todo ello significa una pérdida de 834.558 en relación a 1989 y de 895.584 en relación a 1993, es decir, una disminución de casi un 50 por ciento de su electorado en los últimos veinte años. La cifra estricta es aún más expresiva (por lo tanto, más preocupante), si se considera que en 1989 y 1993 votaron 6.797.122 y 6.738.859 respectivamente; en tanto que en 2009 sólo lo hicieron 6.539.570, vale decir 257.552 menos que en 1989 y 199.289 menos que en 1993.
Lo anterior nos indica que la menor votación del PDC, en cifras absolutas y proporcionales, es todavía menor que lo señalado formalmente, pues se trata de un universo electoral actual potencialmente mayor que hace veinte años, pero efectivamente menor, como lo muestran los guarismos mencionados.
5.- Recuperar la confianza de la gente con una nueva forma de hacer política
Las razones para el deterioro y la pérdida de la candidatura presidencial son muchas y todas ellas complejas de desentrañar y fáciles de reprochar a terceros. Para los partidos hubo evidente responsabilidad del gobierno, para el gobierno es más que claro que los partidos no escucharon la voz de la gente. Esa discusión puede llegar a ser interminable y simplemente conducir a mayores discrepancias y tensiones entre los partidos de la Concertación y en el seno de ellos mismos. En todo caso, sin perjuicio de los elementos analíticos que se entregan, en esta materia se debe apoyar y respetar a “los generales antes de la batalla”; los miles que surgen después de la derrota valen poco.
No se trata de eludir las responsabilidades ni de ocultar los problemas, pero el esfuerzo debe estar puesto en una diagnóstico de la derrota que, sin embargo, apunte a mostrar un camino hacia el futuro. Es importante que la Democracia Cristiana organice un evento formal destinado justamente a examinar las causas de la derrota y llegar a conclusiones que, además, sirvan de inspiración para nuestras políticas futuras.
La crítica es necesaria y la sociedad tiene numerosas entidades que la practican hasta la saciedad. En ese sentido, no se puede olvidar esta casi naturaleza chilena que muestra que los optimistas son tendencialmente escépticos y los pesimistas francamente masoquistas.
Cuando se opina acerca de alguna persona o de alguna obra, la frase clásica es encontrar las cosas bien, diciendo: “Sí, pero…” y en el pero empieza la demolición de lo alabado previamente. Ocurre algo parecido cuando se rinde homenaje a alguien y el elogio se inicia habitualmente: “A pesar de que no comparto sus ideas…”, es decir, elogio sí, pero acotado. Toda esta manera de pensar y ver la realidad está presente pero, en general, resulta inconducente. Incluso se expresa a menudo en lo que suponemos que es el mundo de las ideas y en él se abusa de las expresiones “Hay que hacer tal cosa…”, “se debe hacer esto…”, pero sin agregar las más elementales indicaciones acerca del “cómo” tornar operativa la idea.
Se puede sostener que están nítidamente combinadas, como factores fundamentales de la derrota, además de las cuestiones gruesas relativas a los déficits de gestión acumulados durante veinte años, las relativas a la pérdida de imagen de los partidos, con el PDC a la cabeza, y los errores de la campaña, desde las imperfecciones en el método para elegir al candidato, hasta las equivocaciones fundamentales ocurridas durante la lucha para la primera vuelta electoral. La segunda vuelta se enfocó de manera radicalmente distinta y casi cumplió la meta imposible, pues la diferencia de votos en la pérdida pertenece a cifras perfectamente recuperables (a lo menos en forma teórica), en próximos eventos electorales. El candidato, Eduardo Frei, en su gigantesco esfuerzo desde que declaró su disponibilidad, y la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, en su empeño significativo para colaborar a un eventual triunfo, no deben ser utilizados de manera fácil como chivos expiatorios de un fenómeno más complejo, pero más estructural, que viene golpeando a la Concertación por años.
No puede ignorarse que la pérdida electoral, la caída de la imagen, el distanciamiento de la gente, tiene como responsables principales a los conductores de los partidos. Así es la evaluación política en cualquier país del mundo. No se trata de acusar y condenar a alguien en especial. Quienes han conducido los partidos, el PDC en particular, son dirigentes honestos, pero algunos han desarrollado un estilo y un método de hacer la política que tiene al PDC en la situación en que está. Eso es fuerte, pero así es. Y de lo que se trata es salir de la situación en que nos encontramos y remontar en apoyo, conducción y contenidos, para renovar el empuje partidario, proporcionar nueva vigencia al humanismo cristiano y a la solidaridad comunitaria, como también reconstituirse en un factor de unidad interna y de unidad con las otras fuerzas de la Concertación para no perder las condiciones que permitan recuperar el poder en las próximas elecciones de fines de 2013.
6.- Abrir las puertas y acercarse a la gente
Es capital, por lo tanto, desarrollar una estrategia que devuelva atractivo a la política y a la participación política. La senda actual, la estructura partidaria, los estilos de conducción y de convocatoria aparecen como ineficientes frente a los chilenos.
Uno de los principales problemas que percibe la gente ajena a la militancia son las discusiones incomprensibles sobre procedimientos y otros asuntos adjetivos que, no obstante, son asuntos de poder duro, pero de transparencia casi inexistente. Además, estas actividades tienen lugar, mayoritariamente, en foros ajenos a la opinión pública, cuyos resultados tampoco explican de manera nítida el tema planteado y su resolución en la forma y en el fondo.
El desafío es acercarse de manera más nítida, eficiente y transparente a la gente y permitir su participación en la política del PDC en la medida de sus posibilidades e interés y no excluir la participación mediante el uso de un padrón de militantes, objeto de recurrentes polémicas, muy deslegitimado por sucesivos problemas históricos.
Hay avances significativos como que las elecciones del Presidente Nacional están previstas mediante votación universal. Pero aún hay mucho por hacer en materia de representación popular del PDC y generación de las autoridades nacionales, regionales y comunales.
Esta regla de elecciones universales debe imponerse también para quienes aspiren a representar al PDC en gobiernos locales (Alcaldes y concejales) y en el Parlamento (Senadores y diputados). Debemos abrir las puertas de manera definitiva a un proceso de elecciones primarias abiertas que hagan correr el agua estancada, que signifiquen abrir puertas y ventanas y que permitan que nuestros representantes lleguen a sus desafíos electorales respaldados por centenas o miles de votos que les proporcionen una base de legitimidad amplia y renovada respecto de los métodos tradicionales, muchas veces desconocidos hasta por los propios militantes.
Esto es capital, pues es inevitable advertir que la pérdida electoral del PDC significa no sólo gente joven que no desea participar, sino también un importante público adulto que se ha alejado o se “ha quedado en casa” por falta de motivación para participar en política, dadas las características de lo que llamaríamos el estilo actual.
Un caso llamativo es el cuasi olvido en que ha caído el V Congreso Ideológico y Programático de octubre de 2007 que abrió una importante senda de participación y de estímulo para el trabajo partidario, pero que lenta y burocráticamente fue desapareciendo hasta como referencia en la vida del PDC. Ese también fue un factor interno de desapego que envió a algunos “a la casa” y a otros les eliminó su interés de participar en el PDC.
Una de las tareas más urgentes, por lo tanto, es la convocatoria de ambos grupos: los que no vienen y los que estuvieron y decidieron no seguir. En el primer caso, es evidente la necesidad de vincular al PDC de manera activa y presente a los movimientos estudiantiles, con el objeto de invitar a incorporarse a los dirigentes que surgen de los centros de alumnos y federaciones estudiantiles y universitarias. También ocurre algo parecido con los líderes sociales y gremiales. Estas han sido vertientes naturales de renovación como quedó demostrado en el trabajo partidario en los 80, en especial con dirigentes estudiantiles y líderes sindicales y profesionales.
En el segundo caso, también es evidente que la desmotivación va directamente asociada a falta de mecanismos claros de participación para los y las profesionales, técnicos, sindicalistas, pobladores, campesinos, dueñas de casa y jefas de hogar, comerciantes y empresarios. Todos ellos requieren acción partidaria que se identifique con sus intereses y, simultáneamente, les abra espacios de participación para contribuir a la formulación de la política del PDC en cada uno de sus sectores.
7.- Una mirada a la globalización
El mundo avanza a pasos agigantados por un sendero de globalización, inicialmente económico y comercial, pero ahora abarca las comunicaciones, la tecnología, la cultura, el medioambiente y la vida de las personas. Este es un fenómeno secular de la expansión del ser humano en el planeta, pero bautizado recientemente dada la magnitud del proceso y complejidades de los fenómenos que lo integran.
Para nuestro Partido esta situación nos obliga a respuestas humanistas y propuestas para el futuro, como la incorporación de tecnología de uso común en todas las instancias de trabajo del PDC.
Asimismo, políticamente hablando, debemos impulsar un proceso de globalización ordenado que favorezca la vida y el bienestar de todos los seres humanos y no solamente la creación de una clase superior a nivel mundial que se comunica, negocia, y enriquece sin consideración alguna por los fenómenos nacionales de integración social, desarrollo democrático, seguridad ciudadana, medioambiente, etc.
Hemos sido grandes impulsores de la integración latinoamericana y debemos seguir trabajando en ello. Es una tarea de estado y nuestra contribución es la de compartir ideas e iniciativas con las organizaciones políticas nacionales y regionales que apuntan a los mismos objetivos.
Un proceso organizado de integración será decisivo para las nuevas generaciones. Una América Latina descuidada y disgregada, inevitablemente hipotecará su futuro. Una América Latina unida e integrada será la mejor herencia que las generaciones políticas actuales podrán legar a quienes nos seguirán en nuestras familias, organizaciones y en el propio país.
8.- El Partido Demócrata Cristiano es una fuerza de oposición
Las tareas fundamentales mencionadas precedentemente, deben realizarse en el nuevo marco político que tiene nuestro país: un gobierno de derecha, elegido democráticamente y una oposición constituida principalmente por los partidos de la Concertación.
Esto tiene efectos para la Democracia Cristiana y el resto de las fuerzas políticas. Desde luego, hemos pasado a ser oposición y yo diría “oposición a secas”, como corresponde en las democracias. Esto quiere decir que cerrado nuestro ciclo de gobierno de veinte años debemos crear un nuevo ciclo para volver al gobierno y conducir al país nuevamente por una senda de crecimiento económico, igualdad, desarrollo moderno, inclusión social, dando también un gran impulso al conocimiento y la tecnología, un lugar de privilegio para la cultura y la educación de calidad, una significativa valoración de la vida local y sus líderes, y un estímulo concreto al auge de las regiones
Específicamente para la Democracia Cristiana, corresponde una puesta al día de los valores y programas del V Congreso Ideológico en condiciones de partido opositor y, en ese sentido, preparar nuestro nuevo Congreso, que corresponde en 2011, inspirados en el V Congreso, orientando las definiciones ya acordadas a una transformación para ser aplicadas en las nuevas circunstancias.
En un ámbito más global, dentro del desarrollo partidario, debemos decir que nuestro esfuerzo principal es fortalecer a la DC y estimular su unidad. Nuestro fortalecimiento será también un fortalecimiento para la Concertación, nuestros partidos aliados en los últimos veinte años, con los cuales dimos gobierno a Chile y cambiamos para bien y muy bien muchos aspectos de la vida social, política, económica y cultural de Chile.
Hoy nos encontramos fuera del poder, pero mantenemos la Concertación y su supervivencia debe ser también un objetivo político del PDC. Ello es importante por la fuerza política que representamos y también por sus perspectivas futuras como alianza para enfrentar las elecciones municipales, recuperar el terreno perdido, y crear los contenidos y métodos para constituirnos en una alternativa de gobierno en 2013.
Por eso, cuando se ha empezado a discutir completamente a destiempo nuestra política de alianzas, no olvidemos a los partidos asociados. Ellos y el PDC están en proceso de elección de sus autoridades. Veamos los resultados y acordemos con ellos, como corresponde a partidos aliados, los objetivos políticos futuros, nuestra política de alianzas, etc. En distintos períodos históricos de la vida partidaria hemos organizado alianzas y acuerdos muy disímiles.
No demos señales equívocas hoy. La interpretación generalizada es que tenemos camaradas que miran con excesivo interés un ambiguo, pero concreto entendimiento con fuerzas vinculadas al gobierno de la derecha. Si ello no es así, debe expresarse de manera rotunda, pues no se ve argumento alguno para ello, particularmente después de nuestra derrota electoral, justamente frente a la derecha.
Además, introducir por propia iniciativa ideas que llevan a un camino propio, hoy por hoy es un gran error conceptual, pero es aún más grave desde un punto de vista práctico cuando el último resultado electoral nos muestra obteniendo el 14, 24 de los votos emitidos. Cuidemos nuestra actual alianza y avancemos con ella. La vaga idea de que podemos convertirnos en un árbitro del proceso político, retornando a un mundo político donde podría primar el antiguo esquema de tres tercios políticos falla por la base cuando nuestra fuerza actual llega a menos de la mitad de uno de los tercios.
9.- Las tareas inmediatas
Nuestra tarea fundamental es oponernos con fuerza y claridad a todas las medidas del gobierno que apuntan contra el bien común y, particularmente, contra aquellas que en lugar de corregir errores o mejorar desarrollos de lo obrado por los gobierno de la Concertación, buscan reducir el Estado, desregular el funcionamiento de las empresas y, en ese sentido, redistribuir negativamente la riqueza del país.
Simultáneamente no tenemos ningún complejo en respaldar la acción del gobierno cuando las medidas apuntan al bien común y, en ese sentido, anuncios como la eliminación del 7 por ciento de pagos por salud de los jubilados, recibe nuestro respaldo, pero también exigimos anuncios concretos y precisos sobre los grupos a beneficiar, los plazos y montos a comprometer, con el objeto de verificar si se trata de una medida real a largo plazo o un simple volador de luces.
Celebramos que haya tomado cuerpo nuestra denuncia de que el nuevo gobierno estaba exonerando y expulsando funcionarios de la Administración Pública y que parlamentarios de diversos partidos y líderes sociales estén solicitando medidas de rectificación.
La propuesta precisa es que el Presidente del PDC, junto a los otros presidentes de los partidos de la Concertación, demanden ser recibidos por el Presidente de la República, le lleven un listado de aquellos expulsados sin fundamento y exijan su reintegración.
Por otra parte, resulta inaceptable la manipulación del lenguaje del Primer Mandatario quien declara decisiones de “Unidad Nacional” el nombramiento de personas vinculadas a la Concertación en un par de cargos públicos. Si el Presidente desea llevar a cabo un auténtico gobierno de Unidad Nacional, debe convocar a las fuerzas opositoras y concordar un plan de acción para Chile. Así se estructura la Unidad Nacional. Otra clase de medidas y de retórica es una burla y una mala presentación del Jefe del Estado.
Por último, el cataclismo sufrido por una importante franja del territorio nacional el 27 de febrero, ha generado una situación de grave emergencia desde la Quinta a la Novena Región, con características catastróficas principalmente en las regiones sexta, séptima y octava. El gobierno debe seguir tomando medidas para resolver los graves problemas derivados de la catástrofe, pues la emergencia continúa en cientos de lugares.
El país y la cooperación internacional han reaccionado con extrema solidaridad, pero en muchos sentidos la actuación de las autoridades de gobierno deja mucho que desear. Una propuesta es que una delegación parlamentaria de la Concertación se reúna con el Ministro del Interior para obtener información fidedigna de los planes de emergencia y reconstrucción para así poder cooperar concretamente a ellos y también poder fiscalizar sobre la base de información fidedigna la actuación de las autoridades nacionales y regionales.
10.- La centralidad del PDC y el centro en política
Como se trata de abordar las cuestiones principales de la situación política actual es ineludible referirse al tema del centro en política chilena.
Ya me he referido precedentemente a la dificultad de arbitrar entre lo que se denomina la izquierda y la derecha y la peligrosa ambigüedad en las referencias al gobierno de la derecha, recogidas como avances y programas del Presidente de la República por algunos medios de comunicación.
La Democracia Cristiana es, ante todo, un partido nacional y popular, con todo el patrimonio de lo que ello significa, usando los términos clásicos de la política. Somos un partido más izquierdista que cualquier otro en materia de derechos humanos y de dignidad de las personas; también lo somos en las reivindicaciones sociales y económicas de trabajadores, campesinos, y desamparados.
Somos un partido de Estado, serio y responsable, en materia de relaciones exteriores y en aquellos otros asuntos que exigen políticas de Estado. Somos más conservadores que otros en materias relacionadas a la defensa de la vida humana, visión de la familia y así podemos seguir una larga enumeración ideológico-programática que nos sitúa, a plena satisfacción nuestra, como una fuerza de vanguardia y de compromiso social.
Haciendo uso de nominalismos de dudosa categoría, cada cierto tiempo se intenta dividirnos o colocarnos en tensión interna, buscando que nos definamos si somos de centro o no. En nuestros períodos de auge y exitosos despliegues de nuestras políticas ni siquiera nos planteamos el asunto: somos demócratas cristianos y basta.
Alcide de Gasperi, fundador de la Democracia Cristiana italiana que nos sirvió de Norte por décadas y que hoy ha desaparecido decía: “somos el centro con el corazón puesto a la izquierda”, que podría ser una buena frase pero se debe considerar que los nominalismos son inaceptables. Somos el Partido Demócrata Cristiano de Chile, con una historia que da cuenta de nuestra esencia. Seguimos luchando por la reivindicación de los más pobres y vulnerables, con nuestros métodos democráticos, en el éxito y en el fracaso. Hoy somos parte de la Concertación de Partidos por la Democracia y nuestro aporte es nuestra identidad y capacidad política para organizar a los que éramos adversarios, conquistar la democracia y dar gobiernos exitosos por dos décadas.
Nuestro futuro se constituye a partir de lo que hacemos hoy. Nuestro primer desafío como Partido es recuperar centralidad en la política chilena, pues actualmente nos dirigimos peligrosamente hacia la periferia del sistema político. Ahí tenemos el verdadero desafío de recuperar protagonismo para que nuestras ideas, principios y programas graviten en el futuro político de Chile.
Para ello hemos presentado esta candidatura para conducir el partido Demócrata Cristiano por dos años, por setecientos treinta días, ni uno más ni uno menos. De ahora en adelante el protagonismo lo tienen las bases, Ellas en una bella votación universal, un militante un voto, se pronunciarán y elegiremos una nueva directiva nacional, mostrándole al país que la Democracia Cristiana, está de pie, en marcha y construyendo un nuevo futuro para el PDC, para la Concertación y para Chile, recordando a Jaime Castillo quien nos señaló que lo esencial de nuestra causa era una “Patria para Todos”. Lo logramos y no aceptaremos retroceder en este aspecto. Finalizo parafraseando a un gran humanista como Albert Camus, que en 1944 acuñó una frase que tiene plena vigencia en la actualidad. Queremos una Patria para todos que sea “Libre para cada uno y justa para todos”.
Mariano Fernández Amunátegui
Valparaíso, 29 de mayo de 2010
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home