miércoles, enero 06, 2010

De concertacionista a votar por Piñera: opción legítima . Patricio Navia

Votar por Sebastián Piñera es una opción válida en segunda vuelta. Si un concertacionista se siente decepcionado de la incapacidad de los líderes partidistas para escuchar la voz de la gente, legítimamente puede votar para que el candidato de la Alianza sea el próximo Presidente. Si bien me identifico como simpatizante de la Concertación, tras haber apoyado y votado a Enríquez-Ominami en primera vuelta, mi voto en segunda no es incondicional del oficialismo, que debe ganarse mi voto con acciones concretas.

Votar a favor de una derrota de la Concertación es una sanción razonable contra una coalición que despreció la voluntad ciudadana en el proceso de selección de su candidato y que incluso hoy se niega a hacer un mea culpa. Es verdad que, tímidamente, algunos líderes más jóvenes del bloque reconocen errores. Pero sus esfuerzos parecen desconocer la urgencia de la situación actual. No basta con promesas de renovación. Hay que demostrar que los cambios se pueden hacer aquí y ahora.
El tiempo para enmendar rumbo se acaba. La Concertación, liderada inequívocamente por Frei, todavía puede expiar sus faltas y, renovando sus liderazgos partidistas, demostrar que es capaz de escuchar la voz de la gente. Pero debe hacerlo antes de la segunda vuelta, porque ya no tiene credibilidad para dejar cheques en garantía.

Si no hay reacción de la Concertación, un voto por Piñera es una opción razonable. No es una traición. La Concertación abandonó sus principios cuando celebró primarias truchas. Ahí, los partidos rompieron el pacto democrático fundacional. Los simpatizantes estamos ahora en libertad de acción.
Votar por Piñera no es votar por los pinochetistas y conservadores. Si bien esa derecha se alegrará de ver la derrota concertacionista, ese sabor dulce devendrá en amargura cuando Piñera demuestre que representa a una nueva derecha, que rechaza la dictadura y cree en la igualdad de oportunidades. La existencia de dos coaliciones legitimadas para gobernar será beneficiosa para Chile. Por años, la Concertación confió demasiado en su garantía de superioridad moral, y esa amenaza no es saludable.

Piñera no es un candidato perfecto. Tampoco Frei. Ni lo fueron Bachelet o Lagos. Piñera debe disipar dudas sobre sus intereses empresariales y su capacidad de promover la diversidad, meritocracia e inclusión. Su campaña está al debe en varios aspectos, pero desde la primera vuelta ha dado más señales de querer escuchar la voz de la gente que su contendor.
Muchos simpatizantes del oficialismo hoy se sienten traicionados por la coalición que han apoyado por años. Aunque están agradecidos de los logros y del camino recorrido, hay un distanciamiento creciente y discrepancias profundas sobre valores y principios. A menos que reconozca faltas, pida perdón y enmiende rumbo, la alternativa de la separación temporal bien pudiera ser la única forma de salvar y refundar la relación. Naturalmente, el riesgo es que un voto por Piñera devenga en una relación más permanente con una derecha democrática nueva, liberal e incluyente. Ese es un riesgo que el oficialismo, en su tozudez, parece querer correr.

Cual pareja que violó el sagrado vínculo, la responsabilidad de evitar el quiebre permanente pasa por un reconocimiento del error y un cambio inmediato de actitud. Sin expiación no puede haber perdón ni reconciliación.
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