¿Quién ganó el debate?. Por José Miguel Zapata*
Una perspectiva para analizar los resultados del debate es a partir de las estrategias que se supone que cada candidato tenía que ensayar de acuerdo a su posición dentro de la disputa electoral. Claramente había dos candidatos, Arrate y ME-O, que tenían que apostar a cambiar las cosas y por lo tanto tenían que enfrentar el debate como una gran oportunidad. Los otros dos, en cambio, podían jugar a mantener lo que tenían y tratar de no correr tantos riesgos.
Arrate tenía la necesidad de atraer la votación histórica que ha sacado la izquierda extraparlamentaria, porcentaje del cual se encontraba bastante alejado. La bajada de Navarro le había abierto una buena oportunidad que tenía que capitalizar. Lo hizo y de manera extraordinaria.Desde el punto de vista de la forma, Arrate fue muy superior a todos sus contendores. Fue el único que se mostró relajado, habló con coherencia, fuerza y fluidez. Además fue el único capaz de utilizar el humor en toda la noche, sacando aplausos y risas en todas las bancadas. Definitivamente, impresionó como un político experimentado y que todavía se encuentra lejos de la jubilación en que muchos lo habían situado.
Desde el punto de vista del discurso, desarrolló un libreto esperable y logró posicionarse con una identidad claramente de izquierda estableciendo una línea divisoria entre él y todo el resto, transformándose en una amenaza seria para una parte del electorado de ME-O.
ME-O también tenía que salir a cambiar las cosas. Por un lado tenía que reforzar la idea de que representaba lo nuevo y lo distinto en estas elecciones, pero al mismo tiempo, tenía que mostrar que reunía las cualidades para estar sentado en La Moneda. No podía ser sólo lo uno sin lo otro.
Para mi gusto, en ambos aspectos fue deficitario, tanto por discurso como por puesta en escena, no logró impactar. Se le vio algo nervioso y como de costumbre, un poco atolondrado e ininteligible con las palabras. Su ropa y peinado lo hicieron aparecer incluso más joven de lo que es, o quizá por el contraste con los que tenía al lado, lo que tampoco le ayudó mucho a generase una mejor imagen como presidenciable. En conclusión, apareció claramente como un candidato poco experimentado.
Intentó una estrategia de polemizar con los candidatos grandes, tratando de marcar diferencias y de atraer la atención hacia sí, pero fue sistemáticamente ignorado, manteniéndose fuera del foco principal marcado por los dimes y diretes entre Frei y Piñera.
Desde un punto de vista del discurso, ME-O no logró posicionar con claridad una agenda progresista y su rosario de propuestas, muchas de ellas leídas, impidieron que consolidara algunas ideas o proposiciones fuerza diferenciadoras.
De los candidatos que iban más a mantener que a crecer, Frei y Piñera, la estrategia del ‘atrás sin golpes' fue la tónica hasta la mitad del debate.
Frei fue básicamente el de siempre. Hablando con la parquedad y fomedad acostumbrada desarrollo un discurso bastante coherente, aunque con algunos trastabilleos. Logró con cierto éxito ubicarse como el continuador de la obra de la Concertación, y particularmente de la figura de Bachelet, que muchos creen que es la tabla de salvación que le queda. Hasta ahí las cosas para Frei no estaban tan mal. Sin embargo, él también quiso arriesgar para los cual traía preparada una bomba de proporciones.
Con su ‘misilazo' varias cosas cambiaron en el debate. Por un lado, contribuyó a incrementar la tensión, y en cierta medida el atractivo del debate, que se había desarrollado de forma bastante plana hasta ese momento. Además, logró focalizar la atención en la disputa con Piñera, relegando al resto de los candidatos al rol de actores secundarios y reiterando a la ciudadanía que la verdadera disputa es entre dos. Y finalmente, logró poner el dedo en la llaga en uno de los aspectos más sensibles para la candidatura de Piñera.
Sin embargo, tengo una duda si parte de las esquirlas del misil también le alcanzaron. Por un lado, apareció como ‘ensuciando' el debate, cosas que la ciudadanía no siempre premia. Además, abrió la puerta para que tanto dentro como fuera del debate le dirigieran críticas que podrían dejarlo algo lesionado, cosa que está por verse.
A Piñera se le vio bastante distinto a lo acostumbrado. Su rostro denotaba nerviosismo y su vestimenta descuidada le daban un dejo de rareza. Sus intervenciones, aunque fluidas, carecieron de originalidad y emoción y parecieron simples repeticiones de lo que ya hemos escuchado muchas veces. Todo ello no es muy extraño en un candidato que se ha mantenido bastante estable en el primer lugar de la competencia y que su mejor apuesta en un debate de 3 contra 1 era que las cosas no cambiaran. Sin embargo, los hechos no fueron así.
El ataque de Frei marcó una inflexión en su performance. Aunque respondió al misil que éste le lanzara, se le vio bastante desencajado después de ese hecho. No era para menos, porque esa denuncia tiene que ver con uno de los talones de Aquiles de su persona, de hecho su atributo más débil, y una de las debilidades más importantes de su candidatura: su honestidad y su voluntad de separar la política de los negocios, ambas cosas sobre las cuales existe una gran incertidumbre en muchos chilenos.
En resumen, pensando en las estrategias, me inclino a concluir que hubo uno sólo que ganó (Arrate) y dos que perdieron (Piñera y ME-O). Con Frei, aún me quedan mis dudas.
La interrogante que persiste es cuánto de lo que pasó tendrá un correlato electoral. Un debate que fue presenciado por uno de cuatro chilenos (26 puntos de rating), seguramente muchos de quienes ya tenían una decisión electoral tomada, por lo que no creo que tenga un impacto muy decisivo.
Para el entorno político de los candidatos, sin embargo, el debate sí tendrá un impacto importante, al menos sobre los estados de ánimo y quizá sobre las estrategias de las candidaturas.
*José Miguel Zapata es Analista Político y MPA de la Universidad de Harvard. [+/-] Seguir Leyendo...
Arrate tenía la necesidad de atraer la votación histórica que ha sacado la izquierda extraparlamentaria, porcentaje del cual se encontraba bastante alejado. La bajada de Navarro le había abierto una buena oportunidad que tenía que capitalizar. Lo hizo y de manera extraordinaria.Desde el punto de vista de la forma, Arrate fue muy superior a todos sus contendores. Fue el único que se mostró relajado, habló con coherencia, fuerza y fluidez. Además fue el único capaz de utilizar el humor en toda la noche, sacando aplausos y risas en todas las bancadas. Definitivamente, impresionó como un político experimentado y que todavía se encuentra lejos de la jubilación en que muchos lo habían situado.
Desde el punto de vista del discurso, desarrolló un libreto esperable y logró posicionarse con una identidad claramente de izquierda estableciendo una línea divisoria entre él y todo el resto, transformándose en una amenaza seria para una parte del electorado de ME-O.
ME-O también tenía que salir a cambiar las cosas. Por un lado tenía que reforzar la idea de que representaba lo nuevo y lo distinto en estas elecciones, pero al mismo tiempo, tenía que mostrar que reunía las cualidades para estar sentado en La Moneda. No podía ser sólo lo uno sin lo otro.
Para mi gusto, en ambos aspectos fue deficitario, tanto por discurso como por puesta en escena, no logró impactar. Se le vio algo nervioso y como de costumbre, un poco atolondrado e ininteligible con las palabras. Su ropa y peinado lo hicieron aparecer incluso más joven de lo que es, o quizá por el contraste con los que tenía al lado, lo que tampoco le ayudó mucho a generase una mejor imagen como presidenciable. En conclusión, apareció claramente como un candidato poco experimentado.
Intentó una estrategia de polemizar con los candidatos grandes, tratando de marcar diferencias y de atraer la atención hacia sí, pero fue sistemáticamente ignorado, manteniéndose fuera del foco principal marcado por los dimes y diretes entre Frei y Piñera.
Desde un punto de vista del discurso, ME-O no logró posicionar con claridad una agenda progresista y su rosario de propuestas, muchas de ellas leídas, impidieron que consolidara algunas ideas o proposiciones fuerza diferenciadoras.
De los candidatos que iban más a mantener que a crecer, Frei y Piñera, la estrategia del ‘atrás sin golpes' fue la tónica hasta la mitad del debate.
Frei fue básicamente el de siempre. Hablando con la parquedad y fomedad acostumbrada desarrollo un discurso bastante coherente, aunque con algunos trastabilleos. Logró con cierto éxito ubicarse como el continuador de la obra de la Concertación, y particularmente de la figura de Bachelet, que muchos creen que es la tabla de salvación que le queda. Hasta ahí las cosas para Frei no estaban tan mal. Sin embargo, él también quiso arriesgar para los cual traía preparada una bomba de proporciones.
Con su ‘misilazo' varias cosas cambiaron en el debate. Por un lado, contribuyó a incrementar la tensión, y en cierta medida el atractivo del debate, que se había desarrollado de forma bastante plana hasta ese momento. Además, logró focalizar la atención en la disputa con Piñera, relegando al resto de los candidatos al rol de actores secundarios y reiterando a la ciudadanía que la verdadera disputa es entre dos. Y finalmente, logró poner el dedo en la llaga en uno de los aspectos más sensibles para la candidatura de Piñera.
Sin embargo, tengo una duda si parte de las esquirlas del misil también le alcanzaron. Por un lado, apareció como ‘ensuciando' el debate, cosas que la ciudadanía no siempre premia. Además, abrió la puerta para que tanto dentro como fuera del debate le dirigieran críticas que podrían dejarlo algo lesionado, cosa que está por verse.
A Piñera se le vio bastante distinto a lo acostumbrado. Su rostro denotaba nerviosismo y su vestimenta descuidada le daban un dejo de rareza. Sus intervenciones, aunque fluidas, carecieron de originalidad y emoción y parecieron simples repeticiones de lo que ya hemos escuchado muchas veces. Todo ello no es muy extraño en un candidato que se ha mantenido bastante estable en el primer lugar de la competencia y que su mejor apuesta en un debate de 3 contra 1 era que las cosas no cambiaran. Sin embargo, los hechos no fueron así.
El ataque de Frei marcó una inflexión en su performance. Aunque respondió al misil que éste le lanzara, se le vio bastante desencajado después de ese hecho. No era para menos, porque esa denuncia tiene que ver con uno de los talones de Aquiles de su persona, de hecho su atributo más débil, y una de las debilidades más importantes de su candidatura: su honestidad y su voluntad de separar la política de los negocios, ambas cosas sobre las cuales existe una gran incertidumbre en muchos chilenos.
En resumen, pensando en las estrategias, me inclino a concluir que hubo uno sólo que ganó (Arrate) y dos que perdieron (Piñera y ME-O). Con Frei, aún me quedan mis dudas.
La interrogante que persiste es cuánto de lo que pasó tendrá un correlato electoral. Un debate que fue presenciado por uno de cuatro chilenos (26 puntos de rating), seguramente muchos de quienes ya tenían una decisión electoral tomada, por lo que no creo que tenga un impacto muy decisivo.
Para el entorno político de los candidatos, sin embargo, el debate sí tendrá un impacto importante, al menos sobre los estados de ánimo y quizá sobre las estrategias de las candidaturas.
*José Miguel Zapata es Analista Político y MPA de la Universidad de Harvard. [+/-] Seguir Leyendo...
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