jueves, septiembre 03, 2009

Contando plata delante de los pobres. Cecilia Valdes

Es de esperar que toda esta discusión ética sobre el despilfarro de los recursos en las campañas electorales haga sentido en los electores y no nos dejemos impresionar por la pirotecnia y el lujo propagandístico.
Un llamado de atención sorprendió al mundo político chileno. Una vez más, la Iglesia Católica, a través del presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo de Rancagua Alejandro Goic, levantó la voz criticando los onerosos gastos electorales y haciendo un llamado a la austeridad en la actividad política. Todo esto, con la agravante de que aún no comienza el período oficial de propaganda electoral.Recorriendo comunas y distritos, constatamos la referencia del obispo Goic; el tema de fondo no es otra cosa que una muestra más de la desigualdad que existe en nuestro país y que ahora está afectando de manera directa al mundo político. Es decir, por mucho talento y vocación política que tenga un candidato, cualquier campaña electoral se le hace cuesta arriba si no cuenta con los recursos suficientes, por lo menos, para empatar en gasto a su adversario. No importa si se trata de un candidato nuevo, que lo que pretende es mejorar la calidad de la política y desterrar las malas prácticas.

Esto es una manifestación más de que la tan públicamente pretendida meritocracia le pasa por un costado al sistema político, porque en la ecuación vocación política + talento, pero sumada a cero recursos, el resultado es igual o muy parecido a cero. Por otra parte, en la fórmula muchos recursos, combinados con nulo o escaso talento y nada de vocación política, el resultado puede ser más exitoso que en la fórmula anterior.

Estamos de acuerdo en que la política es competencia, y dura, pero ayudaría a mejorar su calidad la existencia de leyes más adecuadas para poner un límite al gasto electoral, que obligaran a transparentar de forma más realista los plazos permitidos para las campañas, que establecieran elecciones primarias internas de los partidos para la nominación de sus candidatos a cargos de representación popular y que evitaran la perpetuación de algunas personas en sus cargos.

Como tema más de fondo, no estaría de más definir qué tipo de relaciones se establecerán con las personas que prestan servicios a los comandos y reciben sueldo por ello. No olvidemos que a menudo, durante las campañas, presenciamos accidentes en los que las víctimas son, por lo general, jóvenes que ven en esta etapa una oportunidad de obtener un ingreso.

Es de esperar que toda esta discusión ética sobre el despilfarro de los recursos en las campañas electorales haga sentido en los electores y no nos dejemos impresionar por la pirotecnia y el lujo propagandístico, sino que evaluemos y escojamos de verdad a quienes son capaces de escucharnos y defendernos, que representen ideas sólidas y convicciones verdaderas y, finalmente, demuestren un real compromiso popular.

En este llamado de atención, la Iglesia ha acertado plenamente.

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