Sobre los resultados de esta encuesta ya se han dicho y escrito muchas cosas. Como suele suceder para estas ocasiones, todos se presentan como los legítimos triunfadores. En efecto, echando mano a un conjunto de tesis e interpretaciones, algunas ciertamente más plausibles que otras, la mayoría se esmera por mostrar sus fortalezas y silenciar sus debilidades.
De esa forma, hubo algunos que no demoraron en regocijarse por la amplia ventaja que a la fecha mantiene Sebastián Piñera. Que duda cabe, si la elección fuera el próximo domingo, es altamente probable que el empresario tendría la primera opción de ocupar el sillón de O´Higgins. Lo que se calla, sin embargo, es que el porcentaje de adhesión revelado en esta encuesta es similar al obtenido en todos los sucesivos sondeos de opinión efectuados en los últimos seis meses.
Dicho de otra forma, después de una campaña con un amplio despliegue comunicacional, en la que se han invertido millonarios recursos –algo más que diez millones de pesos, por cierto—, que adicionalmente hace gala de una amplia y sólida unidad, parece interesante interrogarse el por qué dicha candidatura se mantiene estancada en el porcentaje histórico que ha exhibido la derecha. Más todavía, cuando también se destaca una notable alza en los atributos del candidato, el que sin embargo no se refleja ni siquiera en un punto adicional de sus preferencias.
De igual manera, hay quienes respiran aliviados por los resultados obtenidos por la candidatura de Eduardo Frei. La distancia con el primero, constatan algunos, es menor que la que se mantiene con el tercero. Somos los legítimos herederos —afirman los más entusiastas— de un gobierno cuya aprobación, en especial la de su Presidenta, se encumbra en niveles históricos.
Sin embargo, ellos mismos son incapaces de explicar la razón por la cual poco y nada de la popularidad de Bachelet se traspasa al representante del oficialismo. Menos todavía, dan cuenta de un hecho objetivo: pese a estar en el margen de error, la de Frei es la única candidatura que experimenta una baja. Tampoco hemos escuchado una profunda autocrítica por las causas que podrían estar detrás de este estancamiento, lo que es particularmente preocupante para una coalición que por primera vez enfrenta una elección en calidad de aspirante y no como favorito.
Por último, y no podían ser menos, los partidarios de Marco Enríquez—Ominami también sacan cuentas alegres. Razones tienen, ya que se trata de la única opción que experimenta un alza significativa. En pocos meses de campaña, recuerdan sus partidarios, la candidatura del otrora diputado concertacionista se ha instalado en forma competitiva y todo indica que debería seguir subiendo.
Y aunque todo eso es verdad, también lo es el hecho de que su triunfo en atributos como simpatía o sinceridad, no logra ocultar su desventaja en aquellas otras cualidades esenciales para gobernar. Se trata de un dato significativo, el que adicionalmente explica el por qué sólo un muy pequeño porcentaje de los encuestados cree que Enríquez—Ominami podría llegar a la Moneda. En efecto, habiendo ya igualado a sus contendores en porcentaje de conocimiento, sus posibilidades de remontar la diferencia con Frei son algo remotas.
Insisto, ¿CEP o no CEP? ¿Cuál era la más importante pregunta que debía contestar esta encuesta?. A mi modo de ver, simplemente una: ¿es posible que Enríquez—Ominami pase a la segunda vuelta? Aunque cada lector sacará sus propias conclusiones, tengo la impresión de que poco ha cambiado. Esta elección se resolverá en Enero, por un margen muy estrecho, entre Frei y Piñera.
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