sábado, junio 06, 2009

El gran arco progresista .Sebastian Bowen

Un viejo chiste dice que la verdadera razón por la que hacemos elecciones es para averiguar si las encuestas acertaron o no al resultado. Los encuestadores nunca tienen la tarea fácil, pero esta vez se trata más bien de misión imposible. ¿La razón? Nunca antes desde que recuperamos la democracia, la política chilena ha estado tan incierta como hoy.
Es esto lo que explica algunas anomalías. Una de ellas, que mie ntras el gobierno de Bachelet logra récords de aprobación (casi 70%), el respaldo a la Concertación esté en sus mínimos históricos. Otra, que el candidato de la derecha, pese a correr solo en su sector, siga estancado y muy lejos de la mayoría que requiere para ganar —más lejos que Lavín en 1999 y que Lavín + Piñera el 2005. La razón de esta incertidumbre es la erosión, de facto, del binominalismo. Por más que la derecha lo defendiera, los electores se cansaron de un sistema que imponía mañosamente sólo dos opciones, y esto está forzando su demolición. Primero, en la municipal de 2008, cuyos resultados las encuestas no supieron predecir. Y ahora en la elección simultánea presidencial y parlamentaria.
Cuando conozcamos los datos de los próximos sondeos, la atención se concentrará en los números de los candidatos presidenciales, como si la elección fuese una carrera de caballos en que lo único relevante es saber quién va primero. Pero en política hay que distinguir lo importante de lo llamativo, y el dato más significativo será cuánto sumarán los dos grandes arcos políticos: la centro-derecha y la centro-izquierda. La respuesta será que —como en las últimas 13 elecciones— la derecha seguirá muy lejos de ser una fuerza mayoritaria, y el amplio y diverso mundo progresista rondará el 60%. Con esos antecedentes y una Presidenta con 70% de popularidad, comenzará a estar más claro de qué se trata realmente esta elección presidencial.
La respuesta es muy sencilla. Se trata de que las chilenas y chilenos respondan una sola gran pregunta: quién garantiza mejor la continuidad de las políticas que han inspirado el gobierno de Michelle Bachelet y, antes de ella, Lagos, Frei y Aylwin, con su impronta social-demócrata orientada a reforzar la acción del Estado para evitar los abusos del mercado; quién quiere profundizar estas políticas, y quién puede ampliarlas a la clase media.
Probablemente, esa pregunta no tenga una respuesta única, y lo que corresponderá entonces será construir un amplio arco progresista, con un liderazgo nuevo que no arrastre los traumas de la ruptura de la democracia ni los de la transición, y que reúna a todas las fuerzas políticas y sociales que creen en los valores y las ideas que han inspirado a este gobierno y todas las fuerzas de centro y de izquierda de nuestra patria.
De lo que se trata, en suma, es encontrar aquello que nos une, porque las elecciones se ganan sumando y no restando. En eso estamos, y de eso se tratará en gran medida esta campaña. Y a los encuestadores, una sola palabra: suerte, la necesitarán en diciembre.
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