El rol clave de Carmen Frei en la investigación por la muerte de su padre.Jorge Molina Sanhueza
Detalles inéditos de la verdadera articuladora de la tesis del asesinato.
Durante muchos años la ex parlamentaria recorrió sola un doloroso y complejo camino, siendo criticada en secreto por varios de sus camaradas que hoy la apoyan públicamente, los que en ese momento incluso cuestionaron su situación emocional. Lo cierto es que el estado actual del caso judicial, donde podría aclararse que la muerte del ex Mandatario se produjo por la acción de un veneno preparado por el Laboratorio de Guerra Bacteriológica del Ejército, revela un hecho indesmentible: el mérito es suyo. Lea entrevista inédita a Carmen Frei hecha en 2000
Aunque en medio de la campaña presidencial el candidato DC Eduardo Frei aparece como el principal impulsor de la tesis de que su padre fue asesinado por los organismos de seguridad de la dictadura militar, lo cierto es que la gran articuladora desde principios de los 90’ fue su hermana Carmen, quien en los últimos meses ha tomado un discreto segundo lugar.
En otras palabras, fue gracias a su insistencia y tesón que el proceso que lleva el ministro Alejandro Madrid está en un momento clave, que podría revelar que el deceso se produjo por la acción de venenos preparados en el Laboratorio de Guerra Bacteriológica del Ejército que funcionó en Carmen 339 donde hoy funciona el Archivo Judicial.
Carmen Frei era la hija “regalona”, esa que recibía los dulces de la desaparecida fábrica Serrano que siempre le llevaba su padre después del trabajo. Esa enorme cercanía se manifestó en 1995 en una entrevista que le otorgó a la radio Monumental, en la oficina que tenía frente al Parque Forestal al autor, donde relató también otros pasajes inéditos.
Fue esa misma cercanía, la que la llevó a mantener viva la sospecha del crimen, desde que el ex Mandatario falleció el enero de 1982 en extrañas circunstancias en la Clínica Santa María y luego de varias operaciones.
Step by step
Una de las primeras publicaciones sobre el tema apareció en el diario argentino Página 12, los primeros días de enero de 1999, donde el marido de la ex senadora, Eugenio Ortega, manifestaba su convicción de que una extraña bacteria terminó con la vida del “gran orador”.
En la oportunidad, Carmen Frei estaba nerviosa, ordenaba y desordenaba una “ponencia” que leería en pocos minutos, en medio de la polémica que había desatado la reciente publicación del libro de los historiadores Patricia Arancibia Clavel y Cristián Gazmuri -“Eduardo Frei Montalva y su época”- donde no hicieron mención al deceso por acción de terceros.
Muchos de los parlamentarios se sorprendieron; en privado señalaban que siempre estuvo “afectada” y que no podía recuperarse aún de “tamaño golpe” en la vida y que era poco probable que se determinara una causa de muerte pasados tantos años.
Los visitantes secretos
Sin embargo, dos días más tarde, un 13 de octubre, el entonces subsecretario del Interior, Jorge Burgos (DC), recibió en su oficina de La Moneda a una serie de personas que serían claves en la historia posterior. Fue una reunión altamente reservada, donde participaron el entonces director de Investigaciones Nelson Mery y la jefa del Departamento de Tráfico y Lavado de Dinero del Consejo de Defensa del Estado (CDE), María Teresa Muñoz.
Allí se trató el tema de la denuncia de Carmen Frei y unos días más tarde hubo otro encuentro, esta vez en la oficina de la otrora presidenta del CDE, Clara Szczaranski. Mery llegó acompañado de los detectives estrella Rafael Castillo y Nelson Jofré, que se harían cargo de investigar esta arista, ligada al homicidio de Berríos, al de Tucapel Jiménez y por extensión al atentado contra el ex canciller Orlando Letelier.
Carmen Frei seguía realizando gestiones, hablando en la prensa ante una opinión pública aún no muy convencida sobre la causa de muerte de su padre, esta vez junto a su hermano Eduardo, generando puentes con autoridades extranjeras y nacionales.
De allí en adelante, gran parte de las conferencias de prensa sobre los avances del caso eran dadas por Carmen Frei en compañía de su abogado Álvaro Varela, ya fuera en la sede del Congreso en Santiago, como en la Fundación que lleva el hombre del ex Mandatario en calle Hindemburg.
Su hermano Eduardo aparecería en escena formalmente unos años más tarde, cuando el caso ya entregaba las pistas reales. Una de ellas sería la encontrada por el detective Nelson Jofré, quien hasta hoy trabaja con el ministro Madrid, en el Bacteriológico -hoy ISP- entidad que había “importado” toxinas botulínicas, las mismas que después aparecerían en los restos de varios reos comunes que en diciembre de 1981 fallecieron por botulismo en la ex Cárcel Pública.
Las pruebas se sumaban día a día y Carmen Frei seguía siendo la cara pública del caso. Ese fue su rol en un momento clave, cuando Madrid estableció que la brigada político sindical de la desaparecida CNI -la misma que espió a Tucapel Jiménez- había reclutado al chofer del ex Mandatario desde antes de que cayera enfermo y falleciera en la Clínica Santa María. Ahí la tesis del homicidio comenzó a ser más verosímil.
Pero las complicaciones para Carmen Frei durante la tramitación del caso fueron varias. Algunos conflictos tuvo con el Ejército, al que acusó de no querer entregar información sobre el laboratorio secreto de calle Carmen. Los problemas se produjeron durante la administración del general Juan Emilio Cheyre, aunque con la posterior llegada de Óscar Izurieta a la Comandancia en Jefe, los aires de colaboración con el ministro aumentaron.
No menor fue el desentierro que en enero de 2005 hizo el magistrado de los restos de su padre desde el Cementerio General, en una diligencia histórica, en los anales de la justicia chilena.
Tampoco lo fue la aparición de la autopsia que estuvo perdida por más de 20 años en un polvoriento archivo del hospital Clínico de la Universidad Católica, cuya existencia reveló esta diario en 2003.
Este cúmulo de hechos, como el tramo de historia que durante muchos años recorrió sola la ex parlamentaria para develar la verdad, cobra sentido con una frase contenida en una entrevista inédita hasta ahora que el autor de esta nota le hizo a principios de 2000 para el libro Crimen Imperfecto y que dejan clara la cercanía con un hecho ligado no sólo a su dolor, sino también a la historia política del país: “¿Exhumar a mi padre? Tendría que pensarlo y rezarlo mucho”, respondió. Y a más de 25 años desde que el ex Presidente dejó de existir y en el punto en que está la investigación, hay un hecho indesmentible: buena parte del mérito de que las cosas estén donde se encuentran, es suyo.
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