martes, agosto 05, 2008

Los dos tropiezos de Piñera. J. Navarrete P.

Tanto la Alianza por Chile como Sebastián Piñera, deberían borrar la semana pasada de su track político. En efecto, dos hechos marcaron un punto de inflexión en torno a lo que debe ser una sana contienda electoral, mediada por el intercambio de ideas, con consistencia entre lo que se dice y lo que se hace, y con el debido respeto a las reglas del juego democrático. Me refiero primero a la peregrina idea de constituir un “Comité de Elecciones Libres” y, a continuación, a la actitud que la oposición adoptó en torno a las irregularidades denunciadas en la comuna de Ñuñoa.
Vamos por partes. Todo acto de intervención electoral, cualquiera sea su naturaleza, debe ser repudiado sin vacilaciones. Las argucias para distorsionar la voluntad ciudadana y así pretender imponer una ilegítima ventaja sobre los adversarios, han sido una constante tentación de buena parte de nuestra clase política a lo largo de toda la historia de Chile. Ni la Concertación, ni la Alianza por Chile, se han desmarcado sustancialmente de esta práctica.
Con todo, y a lo menos en lo que respecta a nuestra reciente democracia, pretender explicar el resultado de la última elección presidencial –o cualquier otra acaecida durante estas dos décadas— únicamente echando mano a la intervención electoral a manos de los agentes estatales, no sólo es una completa exageración, sino también demostración de un voluntarismo que insulta la inteligencia de buena parte de los ciudadanos.
Es por esta razón que considero tan inapropiado que Sebastián Piñera haya reflotado el concepto del “Comité de Elecciones Libres”, con el claro propósito de equiparar dos situaciones, dictadura y democracia, que no admiten comparación alguna desde un punto de vista político, ético o institucional. Lo que en los hechos hizo el candidato de la derecha, que tanto se ufana de haber votado por el NO en el plebiscito de 1988, es insultar la memoria histórica de muchos compatriotas que –arriesgando (y perdiendo) su propia vida— nos legaron el preciado derecho a vivir en una democracia y elegir libremente a sus gobernantes.
Más aún, es completamente inadmisible que por pequeñas ventajas electorales, obtenidas fruto de cuñas vacías y eslóganes efectistas, se pretenda disparar contra el sistema y sus instituciones que –en el caso de particular de Chile— hay que recordar son un ejemplo de madurez cívica y cultura democrática para el mundo. En efecto, no conozco muchos países donde los resultados electorales se entreguen en forma tan temprana y transparente como ocurre en nuestro país.
Así como muchos opositores aplaudieron las palabras de Pérez Yoma, en orden a que la Concertación debía estar preparada para perder el poder, sería deseable que la Alianza por Chile también estuviera preparada para no ganarlo. Lo que no se puede hacer, entonces, es reivindicar el mérito cuando las elecciones se ganan y, al mismo tiempo, acusar de robo cuando éstas mismas se pierden.
Pero como si fuera poco, en la misma semana un segundo nubarrón se posó sobre la derecha. Después de varias denuncias de un concejal de la Municipalidad de Ñuñoa, la Contraloría General de la República emitió un informe que dio cuenta de irregularidades en la gestión del alcalde. Debo decir primero, que tengo la mejor impresión de Pedro Sabat, el que amén de ser hincha de la “U”, creo de verdad ha desarrollado una gestión exitosa.
Sin embargo, el problema es otro y no se refiere a la responsabilidad penal o administrativa del edil –cuestión que finalmente dirimirán los Tribunales de Justicia— sino a la reacción política que buena parte de Renovación Nacional, y su candidato, adoptaron frente a los hechos. Los que ayer fueron implacables para condenar a sus adversarios, poniendo en cuestión incluso su idoneidad moral, hoy no pestañaron para cerrar filas en torno a los suyos, por denuncias similares a las de antaño, esgrimiendo ahora las mismas explicaciones y excusas que otrora se negaron a considerar. Cansa volver a repetirlo, pero lisa y llanamente ¡esto es doble estándar!.
En definitiva, Piñera desilusiona a muchos al evidenciar que todo vale en su carrera para llegar a La Moneda; tanto en lo que se refiere a menospreciar un valioso patrimonio de nuestra democracia, como también al demostrar que la mano contra la corrupción sólo es dura para apretar a sus adversarios.
Fuente: http://www.theclinic.cl/