....RAÍCES REMOTAS DE MALES ACTUALES ...otro muy buen aporte de O.Boye.
Nadie duda hoy de que el país experimenta sentimientos confusos de malestar y desasosiego. En política, hay una Concertación "desconcertada" y una Alianza de derecha incapaz, hasta ahora al menos, de aprovechar las debilidades de su adversario. Hay sectores sociales que protestan por todo, casi siempre con razón, y hay una clase empresarial alta con bolsillos muy llenos, que se "preocupa" de todo esto, porque no le garantiza un futuro tan bueno o mejor que el actual. Convive, además, con una clase empresarial media y baja a la que aplasta cada vez que quiere y puede. El sistema político no está cómodo, porque excluye a sectores significativos de toda representación, gracias a un sistema electoral que causa esta distorsión y que añade rigidez al entramado, haciendo inviables los desplazamientos políticos que pudieran necesitarse para seguir adelante. La economía avanza en lo macroeconómico en forma apreciable, aunque no espectacular, mientras en la microeconomía no se logran los mejores efectos que serían de desear, sobre todo en esta coyuntura en que hay recursos financieros y reservas relativamente abundantes. ¿Qué sucede? ¿Por qué todo esto?
Reflexionando sobre este cuadro, dibujado a pinceladas gruesas solamente, parece necesario, para ser breve, poner sobre el tapete tres circunstancias remotas que pesan, muchas veces inconscientemente, en el estado de ánimo actual. Ellas son la ilegitimidad de origen del sistema económico, la de la Constitución y las masivas violaciones a los derechos humanos. Cada uno de estos tres factores siguen estando presentes en la actualidad.
La Concertación tuvo claro esto al comenzar a gobernar. En lo económico, planteó desarrollar el país mediante un "crecimiento con equidad". En lo político, postuló caminar hacia reformas constitucionales más sustanciales que las realizadas y aprobadas en el plebiscito del 30 de junio de 1989. Y en derechos humanos planteó, como vía hacia la reconciliación, verdad y justicia, con reparaciones incluidas, todo "en la medida de lo posible". En los tres puntos se sentía el "peso de la noche" que había impuesto por la fuerza de las armas la dictadura de Pinochet y que obligaba a avanzar con suma cautela para no volver atrás.
Sin embargo, en estos tres casos, lo hecho, siendo considerable, ha resultado insuficiente.
En lo económico, el crecimiento no ha cejado, aunque haya caminado menos aceleradamente que en algunos momentos de los gobiernos de Patricio Aylwin y de Eduardo Frei R-T. Pero la equidad ha progresado demasiado a cuentagotas para la sensación cotidiana del ciudadano medio. Se esperaba más por el grueso del país y hoy, ante la bonanza económico-financiera, se espera todavía más.
En lo político, se dio un buen salto adelante en el año 2005. Hasta la firma de Pinochet dejó de figurar en el nuevo texto constitucional. Se eliminaron famosos enclaves autoritarios. Sin embargo, no se superó la valla del sistema electoral, dejando para después un punto neurálgico para que el sistema político mejorara en representatividad y en flexibilidad. Aquí quedó una asignatura pendiente de gran calado.
En derechos humanos, los informes Rettig y Valech abrieron rutas para avanzar en verdad y reparaciones, pero la justicia, en manos de un poder del estado que había abdicado de sus deberes más elementales durante la dictadura, resultó demasiado lenta y vacilante, a pesar de algunas sentencias condenatorias importantes y valiosas.
Pienso que una discusión seria sobre estos tres puntos podría servir de base para intentar una construcción más sólida de la realidad futura del país. Reitero que este planteamiento no agota, ni mucho menos, todo lo que hay por delante. Pero, tal vez, al acertar en aspectos muy centrales, permita, como debe hacerse siempre en toda sociedad humana, abrir el juego y mostrar de nuevo los horizontes hacia donde la inmensa mayoría quiere caminar, como paso ineludible para dar con las soluciones reclamadas.
Reflexionando sobre este cuadro, dibujado a pinceladas gruesas solamente, parece necesario, para ser breve, poner sobre el tapete tres circunstancias remotas que pesan, muchas veces inconscientemente, en el estado de ánimo actual. Ellas son la ilegitimidad de origen del sistema económico, la de la Constitución y las masivas violaciones a los derechos humanos. Cada uno de estos tres factores siguen estando presentes en la actualidad.
La Concertación tuvo claro esto al comenzar a gobernar. En lo económico, planteó desarrollar el país mediante un "crecimiento con equidad". En lo político, postuló caminar hacia reformas constitucionales más sustanciales que las realizadas y aprobadas en el plebiscito del 30 de junio de 1989. Y en derechos humanos planteó, como vía hacia la reconciliación, verdad y justicia, con reparaciones incluidas, todo "en la medida de lo posible". En los tres puntos se sentía el "peso de la noche" que había impuesto por la fuerza de las armas la dictadura de Pinochet y que obligaba a avanzar con suma cautela para no volver atrás.
Sin embargo, en estos tres casos, lo hecho, siendo considerable, ha resultado insuficiente.
En lo económico, el crecimiento no ha cejado, aunque haya caminado menos aceleradamente que en algunos momentos de los gobiernos de Patricio Aylwin y de Eduardo Frei R-T. Pero la equidad ha progresado demasiado a cuentagotas para la sensación cotidiana del ciudadano medio. Se esperaba más por el grueso del país y hoy, ante la bonanza económico-financiera, se espera todavía más.
En lo político, se dio un buen salto adelante en el año 2005. Hasta la firma de Pinochet dejó de figurar en el nuevo texto constitucional. Se eliminaron famosos enclaves autoritarios. Sin embargo, no se superó la valla del sistema electoral, dejando para después un punto neurálgico para que el sistema político mejorara en representatividad y en flexibilidad. Aquí quedó una asignatura pendiente de gran calado.
En derechos humanos, los informes Rettig y Valech abrieron rutas para avanzar en verdad y reparaciones, pero la justicia, en manos de un poder del estado que había abdicado de sus deberes más elementales durante la dictadura, resultó demasiado lenta y vacilante, a pesar de algunas sentencias condenatorias importantes y valiosas.
Pienso que una discusión seria sobre estos tres puntos podría servir de base para intentar una construcción más sólida de la realidad futura del país. Reitero que este planteamiento no agota, ni mucho menos, todo lo que hay por delante. Pero, tal vez, al acertar en aspectos muy centrales, permita, como debe hacerse siempre en toda sociedad humana, abrir el juego y mostrar de nuevo los horizontes hacia donde la inmensa mayoría quiere caminar, como paso ineludible para dar con las soluciones reclamadas.
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