miércoles, julio 20, 2011

Su Majestad, “Lacónico I”, y la “fronda Udiocrática”. Rafael Gumucio R.

Su Majestad no podía soportar a ministros que le hicieran la competencia: su utopía sería lograr que todo el gabinete estuviera compuesto por empresarios audaces, grandes pilotos de helicópteros o nadadores olímpicos, todos hiperquinéticos, alocados y grandes habladores. Este sueño lo había logrado durante los quince primeros meses: su gabinete estaba compuesto, en su mayoría, por empresarios o gerentes y el rey estaba en su salsa; al igual que la virgen Michelle Bachelet, interpretó correctamente que los habitantes de este país desprecian a los políticos e, incluso, las instituciones parlamentarias; su error consistió en no comprender que, ellos mismos, - es cierto que a disgusto de los partidos – fueron elegidos por el bipolio.

En Chile, el rey o la reina no pueden escapar de la fronda partidaria, sea de la Concertación o Udiocrática. Basta un período de manifestaciones y una abrupta baja en las encuestas para que nuestros gobernantes del último período y del actual, expulsen a las damiselas en el caso del primero, y a los gerentes, cabeza de huevo, en el segundo. Como toda reacción suele ser radical, en el caso de Michelle Bachelet la paridad fue reemplazada por viejos macucos políticos – Edmundo Pérez Yoma, José Antonio Viera-Gallo, por ejemplo,- ; en el caso e Sebastián Piñera, el nuevo gabinete está copado por los más connotados arzobispos de la UDI – Andrés Chadwick – el primísimo – y Pablo Longueira, la “eminencia gris” y el “San Pablo”, de la secta falangista española de la UDI, y Joaquín Lavín, que lo traspasan al papel de Jesucristo, salvador de los pobres y desvalidos, en MIDEPLAN.

Su majestad ha sido derrotado por la “fronda udiocrática” y ahora tendrá que entenderse con la poderosa “trinidad” – el padre Longueira, el hijo Lavín y el espíritu santo Chadwick, agregando a la sacerdotisa Evelyn Matthei – sin embargo, logró salvar a su amigo del alma, Rodrigo Hinzpeter, lo cual no debe extrañarnos, pues todo rey o emperador, que se respete, necesita contar con un ministro de servicio, que siga sus órdenes sin cambiar ni una coma. En la historia hay casos por docenas: el secretario Pérez, con Felipe II; Godoy, con Carlos IV; Potemkin, con Catalina II; nuestros criollos Insulza con Lagos Escobar y Andrés Velasco, con Michelle Bachelet.

Los cambios de gabinete constituyen una especie de respiradero del sistema político monárquico absolutista: permite simular una solución cuando un gobierno se encuentra arrinconado y rechazado por la opinión pública. En nuestra historia política, todos los presidentes han recurrido a este ardid. En la actualidad, el gobierno, los partidos políticos y el congreso están separados por brecha de ilegitimidad, de ingobernabilidad, de crisis de representación, respecto de quienes debieran los dueños de la soberanía, es decir, el pueblo.

El juego de cambios de gabinete, de reemplazo de tecnócratas por políticos, de hegemonías entre partidos – entre la UDI de y RN, en este caso -, la protección de potenciales presidenciables, son juegos tan lejanos a una sociedad en permanente ebullición, que ya no soporta más el Chile del abuso, de la segregación, de la apropiación de la riqueza nacional por unas cuantas familias, en desmedro una mayoría de pobres y de una clase media expropiada por los bandidos por los bandidos del mercado, sin regulación alguna.

Aún no hemos experimentado un gobierno dirigido por la “fronda udiocrática”, sin embargo, sabemos muy bien, cómo muchos de sus personeros fueron verdaderos valets y secuaces del tirano Augusto Pinochet y que, en la actualidad a comandar el gobierno de Sebastián Piñera.

El verdadero líder del falangismo de la UDI es Pablo Longueira, una personalidad fuerte, que tendrá que enfrentarse con el narcisismo del jefe de Estado, relación que nunca ha sido fácil, pero que ahora será aún más difícil cuando tenga que resolver “quién manda a quién”, o la antigua patrulla juvenil – con Hinzpeter incluido – o la derecha fascistoide, populista y reaccionaria.

Tanto en política, como en historia, pretender ser profeta o mago, que anticipa el futuro, es una verdadera tontería, pues el futuro es totalmente indescifrable, sin embargo, es evidente que, hasta hora, la UDI es mucho más poderosa que la pandilla desordenada de RN.