miércoles, marzo 17, 2010

Jorge Navarrete: “El destierro va a ser más largo de lo esperado”. Marcela Jiménez / La Nación Domingo

-¿Los políticos están a la altura del escenario que se ha configurado después del día 27?
-Está por verse. Durante ya varios días los dirigentes políticos han brillado por su ausencia. ¿Dónde estuvo Frei o Enríquez-Ominami durante todo este tiempo? Salvo un pequeño puñado de parlamentarios vinculados a las zonas afectadas, no ha existido un despliegue nacional de aquellos llamados a liderar el proceso refundacional de la oposición.
-¿La Concertación ya se lamió las heridas de la derrota?
-Estamos todavía lejos de afinar un diagnóstico común, en especial en lo que atañe a las causas que motivaron la derrota. Esta ha sido la coalición más exitosa en la historia de Chile y habiendo ostentado, su última Presidenta, una popularidad que batió todos los registros, debemos dar cuenta de por qué se perdió la última contienda electoral. La derecha no ganó la elección, más bien la perdió la Concertación. La tarea de refundar la oposición, en uno o varios proyectos alternativos, será el resultado de un proceso largo y complejo........-¿Cómo se hace oposición con un escenario delimitado por lo urgente?
-Tendrá que ser muy diestra en buscar un justo equilibrio en ser constructiva, leal, que colabore en la tarea de reconstrucción, pero que no pierda de vista que está al otro lado de la vereda. Es malo para cualquier democracia que los ciudadanos no distingan las diferencias entre unos y otros. Nos hemos mal acostumbrado a que cualquier discrepancia o posición divergente, sea mirada como una amenaza y no como un legítimo y esencial elemento del debate político. Nuestro norte es velar porque se profundice el legado social de la Concertación, se resguarde la fe pública, especialmente en lo que atañe a las fronteras de lo público y lo privado, y que el Estado esté al servicio de los que más lo necesitan. El gobierno ha sido copado por personas con gran experiencia en la gestión, pero que parecen no entender la importancia de distinguir sus intereses privados de la labor de gobernar.

-Si la discusión democrática está mal vista, ¿cómo lo hará la oposición?
-No hay una receta, pero discrepar no es lo mismo que destruir. Uno puede mantener una diferencia en la construcción y, a diferencia de lo que hizo la derecha a buena parte de los gobiernos de la Concertación, probablemente la tarea más inteligente que tiene es construir una oposición sobre la proposición. Esta es una coalición que tiene experiencia en la tarea de gobernar y las discrepancias, a veces castigadas por la opinión pública, adquieren un cariz distinto cuando, al decir que no, se ponen alternativas sobre la mesa.

-¿Cuáles son los errores que no puede cometer la Concertación en esta etapa?
-La fuente de las discrepancias, la pérdida de afectos o la descomposición de la clase política concertacionista tiene su origen en la ausencia de una unidad de propósitos. Esta fue una coalición cuyo principal objetivo fue reinstalar la democracia, lo que evidentemente postergó el debate en torno a profundas diferencias al interior de nuestro sector. Hay una tremenda oportunidad para reconstruir un relato colectivo, que se asiente en fuertes convicciones políticas, sociales y morales. Sin embargo, dicho debate puede devenir en una fractura definitiva. Creo que para Chile es más sano tener dos o tres coaliciones de oposición, con sólidos y coherentes fundamentos en sus proyectos políticos, que un solo cuerpo donde se carezca de una visión común de lo que queremos en el futuro.

-Considerando los problemas que evidenciaron el último tiempo, ¿los partidos podrán con el desafío?
-Los partidos son sólo una parte del problema. Son la especie de un género mayor: la crisis y el desprestigio de la política. En lo particular, nuestros partidos se han transformado en instituciones oligarquizadas, poco democráticas, al servicio de empresas personales y no de proyectos colectivos, cuyos escasos militantes están más preocupados de las regalías que les pueda dar el cacique de turno, que de contribuir al debate desde la teoría y la acción. Hace muchos años viene diagnosticándose esta crisis. En los hechos, tanto Joaquín Lavín en 1999 o Bachelet en 2005 fueron una clara demostración de que algo había cambiado y tengo dudas de que hayamos aprendido la lección. Por estos días, no sólo me preocupa la crisis de la política y la distancia que ésta impone respecto de los ciudadanos. El terremoto nos demostró con inusitada crudeza la importancia de volver a invertir en el capital humano, la organización comunitaria y el tejido social.

-Esa es una crítica antigua que se le ha hecho a la Concertación. ¿Tras la derrota de la segunda vuelta, abandonó a sus bases?
-En efecto. Un pecado de origen del otrora oficialismo es que descuidó aquello que constituía su capital político más fundamental: las mayorías ciudadanas. Y al pretender que la permanencia en el Estado sería definitiva, se descuidaron importantes esferas como los centros de estudio, las universidades, organizaciones sociales, etc. En ausencia del poder político y formal, con escasa influencia en el ámbito económico, sin medios de comunicación relevantes, habiendo cedido espacio en lo académico y cultural, el balance no es muy auspicioso. Ahora que la Concertación dejó el gobierno no tiene nada.

El desierto y Pedro Vargas

-Cuando habla de proceso largo, ¿no serán sólo cuatro años como oposición?
-Habrá que ver cómo transcurre el proceso refundacional de la Concertación. Volver a construir un relato que convoque a una mayoría ciudadana podría tomar mucho tiempo. Tengo la percepción que este periplo, el destierro del poder estatal, va a ser más largo de lo que imaginábamos. Será relevante el desempeño que el Presidente ostente durante estos cuatro años de mandato y, más importante todavía, si es capaz de aportar a la construcción de un proyecto político de la centro derecha que vaya más allá de liderazgos individuales. Así como nos quejábamos amargamente que la popularidad de Bachelet no se traspasaba a la Concertación, no sería extraño -conociendo el talante de Piñera- que su éxito no reedite electoralmente para su alianza. Pero quizás el factor más decisivo sea nuestra capacidad para ponernos de pie y reinventarnos en una alternativa mejor a la que ofrecimos la última elección.

-¿A la Concertación le espera una larga travesía por el desierto?
-Todo indica que sí. No veo, aunque me gustaría creer lo contrario, que en un período de cuatro años se pueda recomponer, reconstruir y refundar una coalición cuyo deterioro es más profundo del que a ratos se percibe. Este proceso nos reserva algunos capítulos que todavía no sospechamos y algunos de ellos tienen que ver con que tengamos dos o más oposiciones.

-¿Tres oposiciones? ¿Una de la DC, otra PS-PPD y otra del PC?
-No le pondría ni nombres ni número todavía. Es evidente que estamos ad portas de un debate que podría reubicar geopolíticamente a varios actores. La ausencia del poder formal, como elemento aglutinador, se sentirá fuerte los próximos meses. Existe un límite a la laxitud de los proyectos políticos, más todavía para quienes dejan un gobierno después de 20 años.

-Lavín fue el líder de la derecha en los primeros años del gobierno de Ricardo Lagos y algo similar pasó con Piñera el 2006. ¿La Concertación se inició como oposición sin un liderazgo que la convoque?
-Todos los procesos de refundación producen una suerte de reordenamiento, lo que vale para las ideas y los actores. En el caso de la Concertación, la demanda de renovación generacional mermó, cuando no jubiló, el potencial de los liderazgos tradicionales. En los próximos años los ojos estarán puestos en personas como Claudio Orrego, Carolina Tohá y otros dirigentes que hoy se vinculan más al proyecto político que debemos construir para los 20 años que tenemos por delante. La derecha hizo ya esta pega durante dos décadas en la oposición y, en lo que a la Concertación respecta, no podemos esperar un minuto más. Como diría Pedro Vargas, esta vez no es cosa de llegar primero sino hay que saber llegar, al menos si queremos volver a pensar en un proyecto transformador de largo aliento.

-Pero es fuerte la tentación de discutir el nombre y no los problemas de fondo. La historia condena a la Concertación en ese sentido.
-Ahí es donde se va a jugar el liderazgo de los “jóvenes talentos”. Si es que efectivamente representan algo más que una cara con pocas arrugas y, por tanto, son portadores de nuevos estilos e ideas, serán los más interesados en privilegiar la instalación de una nueva manera de concebir la actividad política y, sólo después, resolver quién circunstancialmente la lidera. Su esfuerzo será de corto aliento si no son capaces de proponerle a la ciudadanía algo realmente distinto.

“NO DESCARTARÍA UNA OPERACIÓN POLÍTICA DESTINADA A MERMAR LA POPULARIDAD DE BACHELET”

-¿Qué rol debería cumplir Bachelet ahora que dejó La Moneda? ¿Es la nueva líder de la Concertación?
-La cifra de popularidad es bastante impresionante aunque, como diría Zamorano, quizás algo “emífera”. La reforma constitucional que estableció un mandato de cuatro años sin reelección, pero que permite a los ex presidentes postularse en el período siguiente, los convierte en el principal enemigo de la sucesión de quienes están en el gobierno. En ese sentido, y tal como se hizo con Ricardo Lagos, no descartaría una operación política destinada a mermar la popularidad de Bachelet. Dicho lo anterior, ella deberá buscar un justo equilibro para no enfriarse por la lejanía, pero tampoco quemarse por la cercanía.

-¿Y de qué depende?
-La posibilidad de mantener su capital político tiene que ver con que siga siendo percibida como una figura transversal, por sobre los partidos e incluso la Concertación. Ella hizo una apuesta como candidata, que consolidó bien como Presidenta, pero que no ha calado suficientemente bien en las huestes concertacionistas. Si decidiera nuevamente volver a La Moneda, la manera de terminar su trabajo es imponer los términos de su candidatura. Con todo, incluso ella tendrá que lidiar con la demanda de renovación, ya que ni su condición de mujer ni su alta popularidad serán suficientes para soslayar el hecho que su figura hoy está más asociada a nuestro pasado que al futuro.

-¿Los que piensan en Bachelet 2014 no aprendieron la lección de la campaña de Frei?
-Algunos de los que legítimamente piensan en Bachelet 2014 intentan transitar el camino corto, sobre la base de girar contra el carisma y popularidad de la ex Presidenta. Pienso que ella, como cualquier otro, tendrá que contar con un sustento político sólido, cuya discusión y construcción recién se inicia ahora. Mientras eso no ocurra, los nombres son accesorios.

-¿La Concertación dejó sola a Bachelet después de la segunda vuelta?
-La Concertación había dejado a su gobierno hace tiempo y, si uno mira las cosas desde el otro lado, uno puede decir que eso fue consecuencia de que también Bachelet dejó sola a la Concertación. Sería sumamente injusto decir que ella es la culpable de la derrota, lo que no es lo mismo que sostener que ella tiene alguna cuota de responsabilidad, en el sentido de no haber utilizado buena parte de su patrimonio en contribuir a modificar la Concertación. Durante sus primeros años de gobierno, Bachelet vio en la Concertación más enemigos que colaboradores y, probablemente, cuando la ciudadanía le dio la razón, ella no actúo con la prontitud requerida para recomponer estos dos mundos. Es especialmente gráfico que Bachelet termine con una popularidad de esta envergadura y los ciudadanos tengan la peor opinión de los políticos, los partidos, los parlamentarios. Habrá que pensar con calma qué dejó de hacer cada uno para evitar un escenario que merma a toda democracia: pensar que las personas están por sobre las instituciones.

-La solidez de la democracia y el prestigio de las instituciones son ramas en las que están todos sentados, ¿el problema no afecta sólo a la Concertación?
-Sin duda. Buena parte de la crítica que sistemáticamente ha venido haciendo la derecha a la política, las instituciones o a los funcionarios públicos, será una de sus principales mochilas con las que deberá transitar el camino que tiene por delante. Es complejo ahora apelar a quienes con tanta liviandad denostaron y despreciaron durante décadas
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